Hay
una suerte de niebla que envuelve la ciudad estos días, una niebla sin nieve
que hace del invierno algo exasperante. Se me han olvidado ya las nevadas de mi
infancia, cuando cuajaban los copos en los días de colegio y se esperaba la
salida con nervios, ausente de las clases. En Valladolid hay calles que son
todas de viento, rachas airadas que corren por ellas en un desfile sin fin
durante la estación invernal. Las plazas, los espacios abiertos, se contraen
buscando el calor de lo pequeño.
Y
es que lo del invierno, es un capricho de señorito bien, algo para los
bucólicos con posibles que se pueden permitir una calefacción como Dios manda,
porque se ha vuelto alarmante el número de muertes por intoxicación de braseros
y métodos calefactores poco seguros y bastante demodé. Dicen de la muerte dulce,
de dormirse y no despertar y lo dicen los que todavía están vivos; qué sabrán
del regusto que tiene un asunto tan turbio como morirse. Según los estudios, entre
2007 y 2012, en tan solo cinco años, subieron los recibos de luz y gas más de
un sesenta por ciento mientras los salarios, caían rendidos al panorama.
El
ministro Montoro exige ahora a Cáritas que deje de dar índices sobre pobreza
porque le estropean su desayuno frugal y diario –manías de ministros–. A ver si
por un casual los periódicos les van a hacer eco y deja de pintar tan rápida la
recuperación como decían. Querer que Cáritas calle estos datos es ponerse
medallas de cartón. Un darle la espalda, no a la realidad, sino a los que
necesitan de los comedores sociales para desayunar cada día, porque los pechos
del Estado ya están en otros asuntos, en próximas elecciones. Según un estudio
publicado el lunes, el cuarenta y dos por ciento de los castellanos y
leoneses no llegan a mileuristas, en esa
suerte de tener hoy un trabajo. Y que van a decir los ministros, si cuando
salen de lo suyo –que es la política– les espera casi siempre, una silla
calentita en los consejos asesores de estas compañías. ¿Qué nos suben los
recibos para pagarse sus jubilaciones?
Las
calles de Valladolid trascienden ahora entre la densidad gaseosa de las nieblas
que se pegan y el Sagrado Corazón, desde su altura, otea nuevas estaciones en lontananza. Hay un
poco de primavera en el ánimo, campanas afónicas de tanto invierno.
Guillermo Garabito.
Publicado El Día de Valladolid 14 de enero de 2015