jueves, 28 de mayo de 2015

Todo incluido

Con buen tiempo uno afloja el paso por la calle y se le pegan al oído fragmentos de distintas conversaciones. Ayer, en la Plaza Mayor de Valladolid, una guía turística le decía al grupo: “Como habrán podido comprobar la ciudad no es especialmente bella, ni turística, pero si quieren llevarse algún subvenir, en aquella tienda de allí…” ¡Valiente señora! León de la Riva, que desde su despacho observa la plaza entera, no sería la primera vez que escuchaba esto. De ahí su apuesta electoral por el turismo sanitario.

A mí con lo del “turismo de salud” me nace en la cabeza la imagen de un guiri con la pierna escayolada hasta la cintura en la playa,  junto al verdor del Pisuerga, en un frenesí continuo de “cosmopolitans”.  Entre tanto las agencias alemanas: “Viaje a Valladolid + hotel + operación + tapas típicas y visita a bodega = 3000€”.

Lo más granado de la historia y el arte ha pasado por Valladolid y nos quieren, ahora con las prisas de campaña, hacer resort médico de toda Europa. No se supo potenciar el turismo cultural. Cervantes, Cipriano Salcedo y todo el fulgor de la imaginería en espera.

Los de Ciudadanos, en Valladolid, apuestan por traer un Call Center –de los que pagan 400€ al mes, no más– como empleo de calidad, dicen. Al final voy a dar la razón al candidato de Vox  cuando decía aquello de que “la mejor política de turismo es la que no hacen los políticos”.

Es viernes y se acaba la campaña “porque el hombre ha terminado, el hombre / representó ya todos sus papeles”. En CyL a Luis Tudanca le mueve el optimismo. “Estamos tocando el Gobierno con la punta de los dedos” arenga a los suyos mientras esconde las encuestas porque Herrera, con todo, todavía es mucho.   


Valladolid “no es una ciudad especialmente bella”, explican los guías turísticos.  “Todo es conforme y según” escribía Manuel Machado. 

Guillermo Garabito

Publicado en ABC el 22 de mayo de 2015

miércoles, 20 de mayo de 2015

La cabaña del pinar

Los cantautores son muy suyos. De todo hacen un drama para después componer una canción. Son parecidos a los políticos en campaña, pero con más arte.

Del El Señor Juan escribí hace tiempo que es cantautor de los buenos, con ingenio y mala leche. Cantautor que parece, entre canción y canción, vivir de una cátedra literaria; bohemio y suyo. Ahora publica su primer álbum en solitario, La cabaña del pinar, que saldrá a la luz en los próximos días. Como aquélla en la infancia, la que todos tuvimos –yo no, por llevar la contraria al personal, porque en mi pueblo no hay más que chopos altos y frágiles y encinas a lo lejos– que viene a rescatar un cúmulo de sensaciones y nostalgias, hoy hechas metáfora y perdidas en los años. Incluso hay una canción a una chica de Erasmus que me gustaba a mí y decidió recordármelo metiendo la canción en este disco.

Mi amigo Juan me llevaba algunas noches a saltarnos la ley seca de esta ciudad, aquella prohibición mezquina contra la música en garitos pequeños y conciertos de cantautores anónimos que sólo él conocía. La primera vez que fuimos a uno de esos conciertos clandestinos, reconozco que me decepcionó el asunto. Entramos en el bar en cuestión sin ningún requerimiento, sin ninguna contraseña, como quien entra únicamente a tomarse una copa y allí no pasó nada. No hubo policías, ni un final abrupto con las guitarras escondidas en cámaras frigoríficas y caras de inocencia mal disimulada. El concierto discurrió como todos en ese ambiente, poca gente, siempre la misma. Como primera vez, confieso, me quedé con las ganas.

Hubo otras noches en alguna plaza de la ciudad… con una guitarra, sobre un banco, esperando a que alguna chica nos invitara a una copa, donde él improvisaba conciertos.

La ley seca, la de la música en bares pequeños con encanto, en acústico, entre cañas y la gente sentada en el suelo, se terminó, levantó el veto la Junta de Castilla y León. Y yo me alegro. Pero cuando ahora voy de concierto a algún bar, si hay alguien fumando a la puerta le digo con el gesto muy serio y de corrido: “No hace falta ir a París”. Y ante su cara de asombro abro la puerta, miro a ambos lados y me aseguro de que no me ha seguido nadie.


Mi amigo Juan Herrero va para catedrático, pero El Señor Juan con La Cabaña del Pinar es un artista en toda regla. ¡Compren el disco! ¡Escúchenlo! O no. 

Guillermo Garabito

Publicado en El Día de Valladolid el 20 de mayo de 2015

viernes, 15 de mayo de 2015

Irse de plazas

Por las plazas fluye todo el pulso de las ciudades y palpita el tiempo.  Después del 15-M vino la vida y los que llevaban rastas y dormían al raso de las plazas y las estrellas tuvieron que sucumbir a la corbata y a la rutina. Cuanto menos, dejar las plazas en su sitio y desmontar los ideales con los que allí se habían apoltronado.  

Las plazas lo acogieron todo: los sueños, la indignación y la vida. En Valladolid, Fuente Dorada se convirtió en un campamento improvisado del que hoy, cuatro años después, no queda nada.  Los que convocan el aniversario del 15-M en CyL lo hacen bajo el eslogan “Seguimos indignados”. ¡Y yo, claro! Pero pasarse la vida indignado, como Juan Goytisolo, con su Cervantes, acaba siendo cansino y repetitivo. Podemos quiso sacar tajada de aquel movimiento ciudadano y poco a poco, desde dentro y desde fuera, les tachan de haberse convertido en “casta”, que no es otra cosa más que ver la realidad desde el interior del sistema y entender que no todo son quitas y rentas universales.

El miércoles por la tarde ante un sol inmisericorde y reverberante fui a escuchar a Garicano; él, que es el Varoufakis español, con menos afán de protagonismo y de portadas, pero con el mismo mundo de cátedras y conferencias internacionales. Perdió el Madrid y la pena la ahogamos en las plazas, entre terrazas y cañas en una noche de verano precipitado y pegajoso.

“A plena luz del sol sucede el día”. Vuelan las pelusas de polen y con ellas mis ojos irritados y rojos de alergia y estornudos. En las plazas, fuentes y niños, cabe todo. Son un “inventario de lugares propicios para el amor”.

Albert Rivera, el jueves de mañana, “se fue de plazas” por Valladolid entre multitudes que le salían al paso, porque está de moda. Del 15-M hoy no queda nada, el descontento se lo repartieron entre los nuevos partidos. Monedero, que en el 15-M proclamaba utopías desde el anonimato, cayó en desgracia. Errejón, entonces, no había nacido.


Después, la vida. 

Guillermo Garabito.

Publicado en ABC el 15 de mayo de 2015

domingo, 10 de mayo de 2015

Venancio Blanco entre bronce y papel de servilleta


Venancio Blanco recibe temprano en su estudio de Madrid. Hay sol y el escultor salmantino ha dibujado ya, para desperezar las manos, unos bocetos sobre servilletas de papel en la cafetería de siempre, donde desayuna al lado de su estudio. Dibuja dos, tres o cuatro servilletas cada día, según le mire el camarero. Los últimos días ha empezado con una serie sobre aves. «Hoy he bajado los pájaros al suelo, por cambiar», explica mientras saca las servilletas que lleva cuidadosamente estiradas en el bolso del abrigo.
Llega tarde y tiene la mirada viva, veloz y un paso ágil para sus noventa y dos años. «Perdón por el retraso, pero es que estábamos fundiendo una pieza y yo a las fundiciones les tengo pánico. Comprendo que es difícil llevar a fundir las tonterías que a mí se me ocurren». Al entrar en su estudio queda claro que es aquello un caos estudiado de artista, un santuario donde se funde lo pagano de la tauromaquia y el flamenco con los santos forjados. En el taller llama la atención un yacente de unos dos metros de largo que reposa su mortalidad de madera sin policromar en el suelo. «Se llama Ratitos porque lo va acabando cuando le sobra tiempo y se acuerda», aclara Rosalía. -Rosalía es una de las dos conservadoras que trabajan en la fundación-.
«No me quito el abrigo porque el médico no me deja quedarme frío», se queja el artista. Tanto médico no le impide seguir con una actividad constante y que a muchos les resultaría extenuante. A Salamanca va frecuentemente y en estos meses está visitando la región para inaugurar la muestra «Desayunando con el dibujo», que va rotando por distintas ciudades de Castilla y León. Ahora en Palencia, el 29 de mayo llegará a Valladolid para ir a Soria del 1 al 30 de agosto y después visitar Burgos en octubre. En Salamanca, el Ayuntamiento ha cedido a la Fundación Venancio Blanco la sala Santo Domingo de la Cruz, un espacio donde exponer permanentemente la obra del artista. Paralelamente y como complemento a esta nueva edición de Las Edades del Hombre, en la iglesia de San Juan de Alba de Tormes -restaurada recientemente-, se ha inaugurado este mes la sorprendente muestra «Escultura religiosa. Venancio Blanco». En ella destacan los conjuntos escultóricos de grandes dimensiones del artista en contraposición con las tallas medievales y renacentistas que se puede observar también en la exposición. 
Venacio Blanco es salmantino y la afición por los toros, tan visible en su obra, le viene de la infancia. Cuenta que la infancia influye, que al artista, casi siempre, le marca para su obra futura.
-«Yo por algo tengo tantos años, he vivido aquellos primeros preciosos, he vivido después la ilusión, la lucha, la necesidad. Soy una ‘paella’ de circunstancias».
Su vida es la del personaje sin un duro muchos años, la del artista hasta la entraña por vocación. Se fue de Salamanca porque, según él, «si querías ser escultor no podías estar en tu tierra, había que estar en el sitio donde había que dar la batalla. Y ese lugar era Madrid». Estuvo once años sin volver a Salamanca. También pasó once años sin dinero para poder hacer una escultura; a Venancio nadie le ha regalado nada. «En estos once años estuve haciendo pies de lámpara, columnas dóricas, jónicas… cualquier cosa que se vendiese. De todo menos hacer una escultura». Volvió a la escultura con algunos ahorros y un cúmulo de ganas la tarde que le despidieron de la tienda de la calle Serrano para la que trabajaba. Dice que desde que cumplió los noventa, le tiene pedidos esos once años a Dios para seguir trabajando.
Habla del Ateneo de Madrid, que después presidiría el poeta José Hierro: «Era un gran amigo de los artistas». Ahí fue donde expuso por primera vez una serie de piezas en cemento. «Era un material que me interesaba mucho trabajar. En realidad no tenía dinero para otra cosa, pero gustó mucho».
Después de la Guerra Civil, en 1941, participó en la I Exposición Nacional de Educación y Descanso y fue galardonado con un premio que le permitió viajar a Italia. Observa con sorpresa una foto de aquel viaje, ahora algo amarilla por el tiempo. «¡Qué gentes! ¡Qué ilusión! Aquel viaje duró un mes. Yo era el píccolo de la expedición con dieciocho años y me compré el sombrero en Madrid justo antes del viaje, para ir elegante». A Roma le devolvieron el tiempo y su talento. Todavía hoy corre el rumor de que volvió siendo el mejor fundidor de Madrid.
De su obra escriben los expertos que bien pudiera dividirse en esculturas que copian la naturaleza, esculturas que interpretan la naturaleza y aquellas que inventan la realidad.
-Alguien dijo que tenía usted un aire de Picasso…
-«Yo a Picasso le copio todo sin que se note. Para mí Picasso es el artista que mejor ha dibujado y lo estoy comparando con todo, con Velázquez, con Tizziano. ¡Como Picasso no ha dibujado nadie! Donde hay algo de Picasso hay vida».
De su escultura son objeto de estudio los huecos, esas ausencias de materia que visten en determinados trozos las tallas. Venancio hizo de los huecos en sus obras un estilo. Vender esculturas hoy en día tiene mérito, pero vender en ellas, como firma inconfundible, la ausencia de materia lo tiene más aún. Explica que esos huecos, los que deja en cada escultura de una forma predeterminada y estudiada, responden a un solo objetivo, resaltar las partes más importantes de lo representado. Trabaja estos días en una gran Santa Teresa de escayola. Hay ausencia de materia en el corazón.
El escultor creó una fundación con su nombre en el año 2008 -mala época para iniciativas culturales- «con el objetivo de que la obra de Venancio no se disperse». Actualmente el Ayuntamiento de Salamanca le presta a la fundación un espacio permanente donde exponer la obra que gestionan. En la sala Santo Domingo de la Cruz podemos ver ya continuamente la obra de Venancio Blanco. Allí se suceden las temáticas. Próximamente se podrá contemplar una gran colección de santos y seguidamente toros y toreros, como aquellos de su infancia charra.
Hasta el 31 de octubre circula por la región la exposición «Desayunando con el dibujo», que es una muestra de arte originalísima, porque Venancio, al margen de ser artista, tampoco es un hombre convencional. Son servilletas de papel, de las que rezan ‘Gracias por su visita’ y se usan para limpiarse sin la menor atención, sobre las que el artista esboza cada mañana lo que surja, lo que le nace. «A mí es que coger una servilleta y verla así en blanco, para limpiarte, mancharla, arrugarla y tirarla me parece muy feo. Yo dije no, ¡las servilletas la salvo!».
La pregunta es ineludible, ¿qué es la cultura para él? y pensativo afirma que «no es otra cosa más que saber entender lo que ocurre para satisfacción del espíritu». Responde llanamente, tanta Santa Teresa y San Juan de la Cruz… se le ha pegado el misticismo por inercia.
Con gesto de complicidad deja caer una última frase en la conversación, asegurando que su vida ha sido una sucesión de milagros, «una sucesión que voy descubriendo bastante tiempo después, pero además en todos los órdenes de la vida. He ido teniendo siempre los pontones para pasar el río, si desaparecía uno surgía otro. Y en esto se resume mi vida. Siempre tuve amigos, siempre tuve una ilusión tremenda. Siempre fui rico… nunca tuve nada y no me gustaría morir de otra manera. ¡No querría yo estropearme a estas alturas!». Modestia aparte, su escultura se vende en las galerías de arte más prestigiosas del país y la crisis no le ha hecho bajar su caché.
Habla Venancio de «Ratitos» pero se ha ido la mañana y al yacente parece que le hayan cincelado un gesto de prisa que nada tiene que ver con la muerte. Mientras Venancio y Nuria -la directora de la fundación- resuelven asuntos, Rosalía va colocando todas las servilletas fresquísimas que les ha dado Venancio los últimos días. «¡Son preciosas! El problema es el material y su celulosa, las dificultades para conservarlas en buen estado. ¡Nos mete en unos líos!...»
Guillermo Garabito. 
Publicado en Artes y Letras ABC. Abril 2015.

Darla con queso


No tenía pensado caer enfermo e hice bien. Para sentirse mal uno ahora necesita pedir cita previa a ver si, el día que requiera del médico, funcionan correctamente los sistemas informáticos en CyL.
Estar de parón en primavera le lleva el ánimo a cualquiera. De eso se quejan los médicos, porque de algo hay que quejarse siempre, pero a ellos, además, se les caen los historiales y se quedaron el miércoles mano sobre mano en sus consultas. A mi médico le repito que me haga una copia en papel de mi historial, por nostalgia o postureo, que ahora todo son ebooks, ordenadores  y ceros y unos. Si me hubiese hecho caso, el miércoles, todo hubiese ido más fluido.

El sistema informático se puso en huelga porque escuchó lo de la supresión del céntimo sanitario y dijo aquello de “céntimos a mi…”. En campaña se promete eliminar lo que durante el resto de la legislatura se va aprobando para descontento general de los bolsillos de los contribuyentes. Y si no hay sistema informático en los hospitales, porque se cuelga o se pone en huelga, uno va y se muere para que le dejen tranquilo y ahí espera Hacienda con el palo a la familia a la hora de heredar. Explica Herrera que también van a bajar el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, para que el susto sea más asumible y el duelo menos lúgubre. En Madrid, el candidato de Ciudadanos Aguado propone al contrario, subirlo, que no está muy convencido de que durante la vida se cotice lo suficiente y al morirse, al muerto hay que exprimirlo un poco más.

Un amigo se come el moho del queso en busca de propiedades antibióticas; que así no se pone malo, me dice. A mí lo del moho, a palo seco o con pan, me da reparo. Soy más de uvas con queso. Pero se lo cuento porque siempre nos quedará prevenir si el sistema informático MEDORA da al traste para siempre.

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL el 8 de mayo de 2015

                                                               

Con la venia


Los juzgados se han convertido en un eterno desfile de caras conocidas, de ministros en horas bajas y altos cargos que resultaron dejarse querer más de la cuenta; mimaron al empresario de turno con algún favor del que, fíjense ustedes, hoy no recuerdan nada. Según las declaraciones del ministro Catalá, de las que rápido se retractó, los juzgados son un quebradero de cabeza para los políticos poco honrados y, claro está, para sus partidos. Lo de estudiar si sancionar a los medios de comunicación que publiquen filtraciones de los procesos fue tirar la piedra, un ahí lo dejo, para que luego nadie se asuste.

Entre tanto se imprimen carteles de “se busca”. Eso ordenó el juez de Ruiz Mateos padre en Valladolid –el pasado martes– al no presentarse en uno de los pleitos que todavía le cuelgan. Ido Boyer le roe la nostalgia y los disfraces, ahora, le vienen grandes. No tardaron mucho en encontrarle en la UCI de un hospital de los madriles porque el corazón tampoco es lo que era… ya no pega como antes, “leche”.

Los escándalos de corrupción reverdecen en primavera y para muchos, los tribunales comienzan a ser el octavo círculo del Infierno de Dante, sin Gerión y sin luz al final del túnel, camino de la quinta fosa, la de la brea hirviendo de manos sucias. El PSOE recrimina públicamente al ministro de Justicia la ocurrencia mientras en sus filas, en silencio, a otros les vuelve la vida y el aliento y no aplauden porque es la oposición y las formas hay que guardarlas de cara al público cuando se acercan las elecciones.


1 de Mayo y del Trabajo, unos con tanto –jueces y fiscales anticorrupción– y otros sin nada. Cinco millones y medio de parados todavía. “Juicios tengas y los ganes” dicen los viejos de esta tierra. Este es el país “del éxodo y del llanto”. 

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL el 1 de mayo de 2015

Donde espigan los escándalos

A Rodrigo Rato, que lo fue todo, le pudo la flaqueza de espíritu, la mano larga. Ser vicepresidente del Gobierno fue poco para él y en el FMI tampoco sació esas ansias de más y más que tienen los mediocres. Decidió jugar a ser banquero que es lo que hacen los hombres con anhelo de poder del de verdad. Lo de meterse a banquero, también lo sabe Mario Conde, es un asunto que sólo trae problemas; una tentación de la que pocos salen con la cabeza alta. El milagro español, aquel milagro de mi infancia, se va con Rato y hoy quedan los lodos de Bankia y unas preferentes que indignan y que, “Santa Rita, Rita”, no se devuelven… al menos no del todo.  

Nos quejamos en muchas ocasiones de que el Gobierno no sabe comunicar y en otras parece que lo tuviesen todo controlado. Sacar a Rato ahora de sus millones y su letargo moral entre un reguero interminable de medios de comunicación, con escenificación medida, mano en la nuca y caras de decepción, parece más premeditado que fortuito. Habrá bufé libre de sobreinformación en estos próximos días sobre el caso hasta que el público se harte y después caiga en la amnesia colectiva. Unos casos de corrupción van supliendo a otros y la vida continua. El indulto del olvido.

Dicen que lo que más pavor le produce a Rodrigo Rato es quedarse sin prez: sin sus títulos honoríficos y el estatus social de antes de los escándalos. De la conciencia no dice nada. Si queda algo de dinero se compra uno una conciencia nueva, “o se roba, o se alquila… o se pide prestada”.

Por aquí más cerca tenemos también lo nuestro, que las portadas de Madrid escriben en titulares de nuestras eólicas. Parece que no eran tan sanas, ni tan rentables como las pintaron. Las aspas de estos molinos de lo alto de Torozos, donde espigan hasta los atardeceres, siempre están paradas. No hay Quijotes en lontananza.


Se echa de menos, en esta víspera de Villalar, que rueden cabezas –figuradamente, no se vayan a escandalizar, que uno ya no sabe qué escribir y qué no en esta sociedad justita de principios y saturada de psicópatas–. Antaño el que la hacía la pagaba, incluso aunque llevaran razón. Que les pregunten a Padilla, Bravo, Maldonado y el Obispo Acuña. Hoy, en política, hacerla es no pagar –al fisco o a quien sea– y acabar saliendo indemne de ello.

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid el 22 de abril de 2015