sábado, 28 de febrero de 2015

Reliquias a la fuerza


Hay poesía en las entrañas de esta tierra, un canto místico y profundísimo que se eleva en este año memorial.

El santo es una persona a la que después de muerta le siguen dando trabajo; maltratando piadosamente. Y los relicarios, a los que tan aficionado era Felipe II, a mí me despierta ciertos recelos; por respeto al muerto, nada más. Eso de amputar falanges para conservarlas entre algodones… ya bastante tienen con hilar todas las oraciones que les llegan allá donde estén para que, además, los vayan desmembrando con los siglos. A la pobre Santa Teresa de Jesús, que se pasó la vida sembrando “palomarcicos  buenos” –que no eran otra cosa más que conventos del Carmelo–, creo que llegado el momento de hacerse eternidad, podían haber dejado sus restos reposar serenamente. Pero las historias se sucedieron y yo escribo hoy de una de las últimas. Cuando a la santa de Ávila le robaron el corazón.

Había muerto ya Teresa de Cepeda y, cada cierto tiempo desenterraban su cuerpo para seguir asombrándose de su estado incorrupto, de la huella visible de un milagro y de paso llevarse un dedo o dos, un retal del hábito y años más tarde, cogidas confianzas, incluso un brazo.

Tres años después de muerta, la volvieron a exhumar y pasó la noche el cuerpo sobre el altar del convento de Alba de Tormes. A la mañana siguiente, cuando la superiora fue a ver el cadáver de la santa, descubrió que le habían robado el corazón. Gotas de sangre en el suelo, recientes y frescas, la llevaron directa a la celda de una de las legas del convento. Y es que esta lega debía de haber leído a Santa Teresa por encima y no haber entendido nada en los versos que dicen: “Veis aquí mi corazón, / yo lo pongo en vuestra palma” y decidió, literalmente, llevárselo de reliquia.

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC. 28 de febrero de 2015



miércoles, 25 de febrero de 2015

Por fallas antes de tiempo



Iba camino de lunes largo, con el tedio a cuestas y más de uno pensó que para eso mejor que se acabara el mundo, yo el primero, el folio en blanco y sin rastro de mi musa. Eran las cinco de la tarde. Al notar como vibró la tierra me arrepentí, “¡qué no iba en serio!”, pensé.  
Leí las redes sociales, había risas y había quienes parecían haberse muerto. Unos que no lo habían sentido y a otros se les tragaba la tierra en tuits agónicos. Un paisano, con cartel a cuestas, pregonaba: “¡Arrepentíos, el fin está cerca!”, le habrían pagado los de Podemos para hacer publicidad de su discurso.

Llegó mi musa a soplarme el artículo y hubo un temblor, un pálpito de gracia, porque los artículos acaban saliendo en un suspiro de última hora. No está claro que el epicentro fuera en Albacete. Puede ser que al alcalde de Valladolid le hubiese dado por empezar con el soterramiento y tocasen donde no era. Incluso pensé que nos habían puesto metro de repente, para darnos la sorpresa; cuando se acerca la campaña electoral ya se puede esperar uno cualquier cosa. En el Mercado del Val se escuchan obras por la noche.

Los terremotos en Valladolid traen malos recuerdos y ahora que tenemos ascensor nuevo en la torre de la Catedral, tras los dimes y diretes que costó la empresa, más de uno contuvo el aliento esos cuatro segundos.

De aquí a once años saldrá Iglesias, con coleta y canas, a decir que no fue espontaneo, que todo lo había organizado él, con cuatro amigos, para que temblara la casta. Tal fue el seísmo, que le llegó incluso a Merkel al conocer la noticia de que Tsipras y compañía se iba a retrasar en la entrega del documento de reformas. Sintió la canciller, ante el desplante, poco firme el suelo, le faltaba el aire pensando en si iba a ser señal –una indirecta– de que también querían retrasarse en el pago del rescate.

Se desperezaron las placas tectónicas, chocaron las ideas. Me dijo mi musa que escribir de terremotos hoy, no era muy original.

En Cataluña no sé si se sintió el seísmo, pero Mas pedía que le tragara la tierra silenciosamente. Declaraba el ex-molt honorable –que no lo fue ni siquiera un poco, visto lo visto–  a las cinco de la tarde.

“A las cinco de la tarde. / A las cinco en punto de la tarde”,  minuto más minuto menos, tembló la tierra.

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid. 25 de febrero de 2015. 


Cien años de honradez


Ser o no ser Hacienda, esa es la cuestión. Qué difícil nos lo ponen cuando los impuestos son un trecho empinado de clases medias, que aprietan e incluso ahogan. Arriba, se respira mejor. Fíjense que los impuestos son una cosa personalísima e intransferible. Una moda de ahora a la que se atienen folclóricas, ex–familia real o el mismísimo Jordi Pujol.

El año natural de una persona adulta bien pudiera medirse en impuestos. Hoy IBI, mañana IRPF o tasas de basuras y así, vuelta a empezar. Los autónomos son una caricatura aparte.  Se queja la Consejera de Hacienda, Pilar del Olmo –que tiene gesto de no escapársele una–, de lo que cuesta recaudar un euro y yo me quejo de lo que complicado que es ganarlo. Visto que aquí nos quejamos todos, sosiego que la vida marcha.

Un domingo, al medio día y sin comer,  se fundieron los plomos de mí casa. Para poder justificar el coste a la comunidad, le pedí al operario de urgencias que me hiciese una factura. “¡Si le hago factura tengo que cobrarle el IVA!” No sé a quién le molestaba más, si al electricista andar de papeleos o a mi pagar el veintiuno por ciento a mayores por apretar dos tuercas. Le dije a regañadientes que no me tentara… ¡Lo que cuesta hoy día ser honrado! Lo saben bien el Jaguar del garaje de Ana Mato y Bárcenas

Me viene a la cabeza el felipismo primero de 1979. Aquel que ahora han intentado emular pobremente con la sonrisa de Pedro Sánchez y el acento trianero de Susana. “100 años de honradez” esgrimían. Griñán y Chaves se vinieron abajo, cien ya eran muchos. ¡Para que más!
Algunos piensan que el IVA no existe, que es Montoro. Al final y parafraseando al juez Castro: ‘’lo que tú defraudas, lo pagamos todos”. Casualidades de la vida, desde hace años pagamos siempre los mismos. Otros descubrieron Suiza y vino Falciani con su lista, mal y tarde, como siempre.

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC. 20 de febrero de 2015



sábado, 14 de febrero de 2015

El entierro de las espinas



Con las fechas y las prisas hay carnaval hasta en la política, baile de máscaras y entierro de sardinas, faltaría más. Elevan responsos por Tomás Gómez los tranvías al cielo encapotado del socialismo madrileño. En las carreteras, pintadas verídicas que rezan: ‘’No reírse de Pedro Sánchez, por favor”.

Rajoy no gusta demasiado de tomar decisiones rápidas, ni en sobremesas dicen, por miedo a que se le indigesten, pero este baile de incógnitas que se traía con los cabezas de lista era un asunto de espectáculo, de propaganda. Se hable bien o se hable mal, que se hable, porque la política tiene mucho de esto, de farándula, sobre todo en época electoral. Y el gallego, que se fía más bien poco, tenía que averiguar quién había detrás de cada máscara.

En la región apunta a que repiten todos los que están, que no son todos lo que eran en el principio de la legislatura. El presidente Herrera siempre es caballo ganador y aunque lo haga por lealtad, que él a buen seguro estaría más a gusto y tranquilo en Burgos, lo hará bien. No es tiempo de experimentos. Mientras, un “yayoflauta”, de estos indignados con razón por una pensión que no da ni para morirse, aconsejaba el domingo en una asamblea improvisada al calor denso y fragante de la panadería: ‘’Tú no mires al que ponen primero en las listas, que le buscan con cara de bueno y ese lo hará bien. Tú fíjate en el segundo, por si va enchufado”… Monedero todavía.


La turné política de todos los partidos, que buscan mejorar las encuestas en ochenta días, empieza ahora con la designación de candidatos. Mañana, las pretensiones de aquellos que querían optar a puestos más elevados, margaritas cercenadas con espinas, se quemarán con disimulo aprovechando el carnaval, como la sardina, para que no huelan los próximos cuatro años. 

Guillermo Garabito
Publicado en ABC el 14 de febrero de 2015

miércoles, 4 de febrero de 2015

Non habemus Papam



En CyL, que somos de ideas fijas, nos habíamos hecho ya ilusiones de ver al Papa Francisco por las calles; con sotana blanca y paseando esa imprevisibilidad tan previsible que trae locos a los de su equipo de seguridad. Yo, hasta había almidonado el cuello de mi camisa de las grandes ocasiones.

Hicieron en España fumata blanca del viaje con urgencia y sin confirmación ninguna. A alguno se le fue de las manos la cosa anunciando la visita del Santo Padre a los cuatro vientos, de una forma tan arriesgada y tempranera. Otros hasta publicaron portadas. Será cosa de los recortes últimos antes de ver la luz al final del túnel, que para asegurar la recuperación hay que recortar incluso de las ilusiones ya vendidas.

Este Papa, que vive en Santa Marta humildemente, porque la residencia en el Vaticano se le hacía demasiado grande y solitaria, viaja en coches sin estrella y no gusta de ostentaciones, está removiendo hasta la entraña la fe de muchos. He llegado a escuchar últimamente a algún ateo convencido, de blasfemia y puño en alto, decir ahora que la Iglesia no es tan mala, que Francisco es otra cosa.

La agenda de Su Santidad está demasiado apretada intentando poner algo de cordura en este mundo insano. De momento, las huellas de la Santa no guiarán al Papa Francisco hasta esta región española, que para eso nos había anunciado el nombramiento de un nuevo cardenal, abulense para más señas. Él queda completamente disculpado, tiene mucho trabajo en casa. Hay en la figura de la Mística sabiduría proverbial y esta vez, en palabras de la Santa tendremos que aguantarnos, porque “cuando perdiz, perdiz; cuando penitencia, penitencia”.

Teresa de Cepeda y Ahumada comprenderá a buen seguro que a Francisco le necesitan en otros sitios más que aquí como atracción turística. Nosotros, empero, nos hemos quedado con las ganas de conocer al Santo Padre. Parece un tipo campechano, un santo de los hoy.  

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC el 30 de enero de 2015


La vida misma


En España no se lee, decía el quiosquero de Umbral y el mío no dice porque no le he preguntado con las prisas del domingo. A mí me da por acordarme de la ecología cuando algunos sueñan con leer y ensayan con los libros de Belén Esteban, que encabeza la listas de ventas y produce un cáncer muy adentro, allá en el nervio óptico. Otros, se excusan en la falta de tiempo.

El mercado editorial está en alza, no de ingresos que eso remonta despaciosamente, pero sí de iniciativas y nuevas editoriales que hacen un buen trabajo y poco a poco un hueco de ediciones mimadas. Entonces recuerdo, yo siempre quise tener una editorial pequeña y desconocida para publicar y rescatar algunos títulos, o simplemente por parecer culto.

¿Dónde se han perdido Quevedo, Juan Ramón y Valle? A Zorrilla le trastocan el Tenorio por la cara y Dámaso Alonso, dejó de ejercer en esto de la poesía por culpa de morirse. ¡Qué reediten a Fernández Flórez, leches! Pero que reediten sus “Acotaciones de un oyente” –cónicas parlamentarias­–. En el colegio estudiamos fechas y nombres,  un cúmulo de generaciones de poetas; nunca nos dieron a leer sus obras. La poesía incluso a los adolescentes mueve, que “entre nublado y nublado / hay trozos de cielo añil”.

Y como alguna suerte tenía que tener este oficio de escribir columnas, me llegan nuevos libros de nuevas editoriales y me veo obligado a leer porque no me miren, los libros, con desaprobación desde una torre desordenada, sapientísima y frágil.  


En España se lee poco, libros digo que hoy en día todo es leer. Y cuando una chica en ciento cuarenta caracteres menta a Umbral o cita versos de Ángel González, uno va y se enamora y ahí queda el amor, que salvar las distancias virtualmente es igual de complicado que en la vida misma.  


Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC el 23 de enero de 2015