martes, 2 de agosto de 2016

Existo, luego Hacienda

Desde que un funcionario se pasó media mañana asegurándome que yo no existía me cuido mucho de las oficinas del Estado. El susto quedó en nada. Al final me dijo que ya existía porque, ahora sí, le aparecía en el sistema informático; media mañana después.

Ayer acababa el plazo para realizar la declaración de la renta y a mí que era el primer año que me tocaba hacerla no dejaba de darme error al tratar de darme de alta para conseguir el borrador online. ¡Otra vez que no existo para el Estado! ¡O que me sale a devolver…!

Llamé desde primeros de mes para pedir una cita y hacerla presencialmente pero todas las citas estaban cogidas hasta el final de la campaña. En franjas de cinco minutos estaba todo reservado hasta ayer. Hacer la declaración de la renta se me antojaba estos días atrás más un derecho que un deber.

Ir al edificio de Hacienda de Valladolid es como ir a un reloj, uno tiene que tener hora hasta para dar los buenos días al del arco de seguridad y yo que lo sabía de otros trámites me busqué otro problema cualquiera relacionado con Hacienda para conseguir una cita aunque fuera en otra mesa. Me propuse que cuando llegara le diría al funcionario que no iba por el tema en cuestión y no me iría de allí sin mi borrador. ¡Y no me venga con que no existo!

Anteayer por la mañana fui y tuve que gritar que por Dios yo quería poder marcar la "x" de la iglesia o no marcarla. Y la de fines sociales. Qué ya estaba dispuesto incluso a que me saliese a pagar, pero que me diese alguien mi borrador.

Al final me lo tramitaron online ante mi nerviosismo creciente y el del resto de personas que miraba. 

Al llegar a las últimas páginas del documento me dijo la señorita: “Y una última cuestión. ¿Solicita usted la devolución por transferencia o renuncia a favor del Tesoro Público? ¡Qué chispa tiene Montoro!

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC en junio de 2016.

Puntilla de ley

Tordesillas fue Fuenteovejuna y Numancia entera.

A mí me gustan los toros los domingos a las cinco de la tarde, como a Lorca. El ballet de oro y de sangre sobre la arena. Y cuando mi amigo Mario lleva la bota de vino fresca. El Toro de la Vega no. No lo niego. Pero hoy tengo la sensación de que ha caído uno de los últimos reductos que aseguraban la tauromaquia.

Flaco favor hizo ayer jueves el PP en Castilla y León a los toros en general. Y me da que al PP se le van cayendo los valores uno tras de otro como un abuelo que pierde los dientes cuando llega a viejo. Y como todas las medidas se toman pensando en los votos no entiendo que habrá llevado a la Junta de Castilla y León a tomar esta determinación. Una decisión que aplaude la izquierda y jalean los animalistas. Los mismos que no votarán al PP nunca –ni en Castilla y León ciudad, ni pueblo adentro–.

Concreta el decreto-ley los festejos en cuestión y no incluye las corridas de toros. Pero viene a dar por ganada una batalla al totalitarismo de los animalistas que mañana no conformes, porque siempre pedirán el codo y el brazo y que se les respete a ellos a costa del respeto a los otros, querrán ahorrarnos también ver a José Tomás. O que nos exiliemos en Nimes.

Decían en la izquierda que el PP y Ciudadanos eran primos carnales. A mí siempre me había chirriado la comparación. Pero hoy les he encontrado el punto en aquello del despotismo ilustrado, o gobernar desde los despachos que es lo mismo. Como cuando los de Rivera hablaban de las diputaciones sin pisar un pueblo.

Hay sorpresa porque la decisión haya llegado mediante decreto-ley. Más cuando los expertos en Derecho hacen hincapié en lo poco respetuosa de esa fórmula con el Estado de derecho.

A Rajoy le declararon non grato en Pontevedra sin razón ninguna. A Herrera en Tordesillas… Dios dirá.

Pleno al mitin

Se pierde uno un pleno y quince días después llega con la sensación de que le han cambiado la distribución. Cosa que me pilló de sorpresa. Al entrar en la tribuna de prensa me encontré con que se había incrementado el número de asientos. Sillas suplementarias de metacrilato, todas ellas muy transparentes. Esta moda de la transparencia en la política se ve que incluye hasta las sillas. O quizá fueran presagio de lo que se venía ayer tarde. Y uno de los trabajadores de las Cortes meditaba con ironía: “Para qué ponemos tantas sillas si cada vez viene menos gente...”

Yo me supuse que el pleno tendría más trascendencia de la normal. Que se iba a tratar algo que a mí se me había pasado por alto en el orden del día. Y existía riesgo de lleno en la tribuna, pero allí fuimos los de siempre y poco menos que se habló de lo de siempre. Con la repetición de elecciones generales a un mes vista la sesión fue un  "déjà vu". Un mitin político por parte de algunos de los parlamentarios. Había preguntas en clave electoral y respuestas en los mismos términos. Igual que hasta diciembre del pasado año. Y unos recriminaban a otros esa postura de ganapanes. O “ganavotos” mejor. Como el presidente Herrera cuando replicaba a Tudanca y se defendía de la acusación de pasar más tiempo encerrado en el despacho que preocupado por los habitantes de la comunidad. “Lamento que vuelva usted también a la campaña electoral… Pase cuanto antes este trago de Unidos Podemos, Podemos Unidos, y volvamos al debate.”

Parece Herrera no acordarse de aquella frase de Churchill que sentencia que "el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en la próximas generaciones y no en las próximas elecciones". Pero Churchill no era español y en España no hay nuevas generaciones, sólo elecciones que se repiten sucesivamente.

Durante la pregunta de Fuentes en el turno de Ciudadanos sobre el Plan de Dinamización en los municipios mineros salió Herrera al paso diciendo que “empezamos dudando del carbón autóctono y acabamos dudando del sistema energético español”. Y hasta de lo que sabemos, le faltó añadir al presidente parafraseando dramáticamente a Descartes. No creo que sea mala cosa dudar de las verdades establecidas y tampoco del sistema energético español con las facturas que vienen cada mes.

La oposición recriminaba al gobierno de la Junta de Castilla y León el irse por las ramas en sus respuestas. Y alguien comentó detrás de mí: "¡En eso consiste la política! ¡Parecen nuevos estos del PSOE!".

En la tribuna de prensa éramos los de siempre. Las sillas nuevas siguieron sin estrenarse y yo preguntándome para qué las habrían puesto. Quizá con la premonición de que aquello iba a ser más un mitin que un pleno. Pero faltaba el público que agitase las banderolas. Llegados a este punto me quedé más tranquilo, y vi que todo había seguido sin novedad desde mi ausencia.

Guillermo Garabito. 

Crónica parlamentaria publicada en ABC CyL el 18 de mayo de 2016.

viernes, 13 de mayo de 2016

Irse de oros

Para meterse de obras en una casa es mejor tirarla y volver a reconstruirla. Duele menos. Estar de chapuzas es vivir en la intranquilidad constante, escuchar golpes de piqueta imaginarios hasta en la cama. Yo me he puesto de obras en La Mudarra animado por la buena suerte de esos obreros que picando muros en una casa de Valoria la Buena se encontraron con un botín que ronda el cuarto de millón de euros. Doscientas setenta y tres monedas de oro del silgo XVIII. Y así, de paso, pago la obra. Pero yo por el momento sólo he encontrado un par de fugas.

Las casas viejas, y las antiguas, tienen más goteras que posibilidades de fortuna. Y un jardín desmelado que crece sobre las tejas deshechas y soleadas en lo alto del tejado. Se lamentaba León Felipe de no tener una casa solariega, una casa blasonada. Pero no sabe los disgustos que se ahorraba.
Las alegrías se las llevan dos o tres. Como el dueño de la casa en cuestión cuando le llamaron los operarios para decirle que había aparecido tal botín… Pero que ya se lo habían repartido ellos, que para eso lo han encontrado.

A raíz del descubrimiento me he enterado de que las monedas son propiedad de los dueños de la casa porque estaban en los muros, si llegan a estar en el suelo lo serían de Patrimonio. Y yo he llamado a Patrimonio para decirles que cómo me tienen las tuberías en este estado. Que vale que no son de oro, pero son lo menos de hierro de la Edad de los Metales; de hace unos seis mil años.

No resignándose a la mala suerte de que las monedas fueran de otro hubo algún obrero que se apresuró a invertirlas antes de que dieran con ellas. Y no se le ocurrió mejor lugar que entre luces de neón, en el oficio más antiguo del mundo. Y al rematar pagó con una de las famosas monedas. Y hasta pediría factura, el individuo, para desgravarse.

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL el 13 de mayo de 2016.

Cultura general...

Los días como hoy uno quiere ser escritor e insuflar un aire de renovación a toda la novela nacional. Los días como hoy me repito que si no se es gallego en este país la batalla literaria está perdida de antemano. Valle, Fernández Flórez, Cunqueiro, Tallón, Jabois… Y en ese momento es mejor coger un libro y dedicarse a la lectura después de cumplir con el artículo de rigor y mañana Dios dirá.

Los días como hoy son pocos. Escasos, como de una vez cada cien años. Porque hoy se conmemora el aniversario del nacimiento de Camilo José Cela. Y por eso uno quiere ser medio gallego, medio vagabundo que lo mismo pateaba la Alcarria que iba a la Real Academia en Bentley. Como aquella vez  que a los pies del frontispicio de la RAE había una zanja en obras y Cela, haciendo caso omiso de las cintas que cortaban el paso, se las pasó por el forro en dirección a la reunión habitual de la institución. “Pero, ¿quién coño se cree usted que es?” espetó un obrero indignado de los que allí había. “¿Yo? Cultura general… ¿Y usted?”.

De Camilo José Cela ningún escritor habla mal. Raúl del Pozo le adora y me cuenta cuando el de Iria Flavia le llevaba a bautizar burros a Rute. Extravagancias de premio Nobel, me supongo claro está. Yo a lo sumo bautizo renacuajos en el nacimiento del Hornija a los pies de La Mudarra.  

Nunca se me olvidará el día que preguntando en una librería por una de esas rarezas en la obra de Cela me inquirió la dependienta. “¿El autor?” A lo que respondí que Cela. “No me suena” Y no pude más que preguntar qué es lo que no le sonaba: “¿El móvil, el libro o el autor?”. “No, el libro”, se defendió la mujer indignada. “El autor es ese de la palangana…” Y yo no pude más que asentir y marcharme sin decir una palabra más, y sin el libro, pensando en que Cela –para una librera– no era Premio Nobel, ni Cervantes siquiera. Era el de la palangana.

Déjense de ver videos en YouTube. Qué si, son muy graciosos. Pero conozcan al verdadero Cela. ¡Léanlo! No se queden sólo en el personaje construido por el escritor.


Cultura general…  

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid en mayo de 2016.

El archivo de Miguel Delibes

Creo que estoy incubando un síndrome de Diógenes literario. Desde hace una semana me dedico a guardar todos los documentos que escribo. No sólo artículos y relatos. Sino hasta las listas de la compra incluso. Y los retazos de los papeles donde apunto números de teléfono y pensamientos a vuelapluma. Antes tiraba todos los borradores de los artículos. Y las cartas de los que no eran muy amigos. Hoy me ha dado por conservar, inclusive, las facturas que llegan a mi nombre.

Esto me ocurre al enterarme de que la Fundación Miguel Delibes presentaba el miércoles el archivo digitalizado del escritor. 14000 documentos. Ahí es nada. Correspondencia, fotografías y papeles varios en los que se puede seguir, a pie de página, las andanzas y desventuras del autor. Toda una vida archivada. Porque un archivo es la intrahistoria de uno mismo. Y verlo publicado mejor cuando uno ya no está y el pudor queda de lado. Pero los documentos quedan ahí. Y lo agradecerán sobre todo  los investigadores que indagan en la vida y obra de nuestro célebre vecino.

El de Delibes es un tesoro. Una tarea que ha llevado al equipo dirigido por Javier Ortega más de tres años. En el se recorre la intrahistoria de buena parte de la literatura y el periodismo de la última mitad del siglo veinte.

“Yo soy como los árboles, crezco donde me plantan” escribió don Miguel. Suerte la nuestra de que le plantaran en Valladolid. Cerca del Campo Grande.

Dejó la novela con los albores del nuevo siglo. Colgó la pluma tras dedicar El Hereje, como escribió: “A Valladolid, mi ciudad”. Porque él mismo reconocía que la salud ya no le acompañaba. Y que para escribir hacía falta estar en plenas facultades.


Yo entre tanto sigo acumulando artículos. Y certificados de correos que no voy a recoger para que no me quiten el papel. Y todo lo voy amontando convencido de que al fondo… siempre hay sitio. 

Guillermo Garabito.

Texto sobre Delibes en Onda Cero. Mayo de 2016.

domingo, 1 de mayo de 2016

España en serio

Otra campaña electoral. Nuevamente mítines políticos y coches con altavoces soltando soflamas propagandísticas que te dejan medio sordo de un oído cuando pasan a tu vera. Mis hermanos pequeños dicen que no está mal el trance, que a los niños estos días les caen más caramelos por la calle que durante la cabalgata de Reyes. Yo espero que aún les sobren carteles del año pasado para pegar esta vez, dípticos y algunos globos. Sería una lástima gastar más papel para ver las mismos rostros.

Hubo algún inconsciente que votó “con ilusión” –como decía el cartel de C’s– en diciembre. Hoy, en España, ya no queda nadie ilusionado, ni medio ilusionado siquiera. La política se ha vuelto la roca de Sísifo con la que cargamos desde diciembre. Por la noche rueda todo hacía abajo y vuelta a empezar. Ya lo auguró mi abuela ayer cuando la dije que en junio volvíamos a tener elecciones: “Pero si yo voy a votar lo mismo. ¿Para qué voy a ir de nuevo?” Esa es la realidad.

Resulta que los castellanos y leoneses somos de ideas fijas. Como media España. Y porque en Madrid no quieran entenderse no vamos a ir nosotros a las urnas a jugar a las quinielas. No veo yo a mis paisanos cambiando el voto todos a una para intentar darle una holgada mayoría a un partido concreto para que forme gobierno de una vez.

Visto ahora el cartel electoral de Rajoy suena a chiste. “España en serio”. Los últimos cuatro meses han sido de todo menos serios. Los de “Podemos” no pudieron y así todos.


Primero nos piden que hagamos los deberes. Y ahora que los rehagamos porque ellos no fueron capaces de hacer los suyos. Le digo a un amigo que se agarre, que lo difícil será que no vuelva a haber elecciones en diciembre de este año según va el asunto. Y me mira con cara de loco… 

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL en abril de 2016.

Cervantes y José Defín en Valladolid

Con los primeros resoles de la primavera florecen los libros y reverdece la vida cultural en las ciudades. Se levantó ayer Valladolid con cervantina para la presentación del libro de José Delfín Val titulado “Cervantes en Valladolid. Valladolid en Cervantes.” Yo que no la tenía bien almidonada me tuve que conformar con una sencilla corbata. Las corbatas, últimamente, están menos de moda que las cervantinas incluso.  

A las once de la mañana no se presentan libros. El escritor es un ser noctámbulo, que trasnocha y amanece temprano; nunca antes de las once. Y José Delfín, que acostumbra a excusarse de los compromisos antes de las doce del mediodía, imagino estuvo tentado de mandar un tarjetón al Ayuntamiento pidiendo que empezaran el acto sin él. Al que se le debieron de pegar las sábanas fue al alcalde, que nos invitó a todos pero por allí no estaba. Los políticos siempre tienen cosas más interesantes que hacer que leer El Quijote o aprender algo sobre Cervantes.

En España están demasiado ocupados preparando los fastos para conmemorar la muerte de un escritor cuya obra se la trae al pairo.

El autor, ya que había tenido que madrugar, dio en la Casa Consistorial una lección magistral sobre el Valladolid de Cervantes en aquellos años del siglo XVI y XVII. Trató sobre los quehaceres del manco en estos lares a la orilla de la Esgueva. Y desveló el autor que, entre capítulo y capítulo, Cervantes redactaba las cuentas del taller de lavandería y costura que sacaban adelante las “Cervantas”.

Fue una lección magistral, ya digo. Intensa pero breve. “Si quieren saber más compren el libro” pareció pensar el autor cuando nos dejó con ganas al resto de que siguiera su intervención.

José Delfín es aquella cita viva que Cervantes puso en boca de su hidalgo. “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.” Porque es hombre sabio, historiador y Académico de Bellas Artes de la Purísima Concepción. Con este aumenta su treintena particular. Y alguno por ahí en ciernes de las épocas aquellas donde lo mismo se iba a cubrir el Festival de Cannes que a patear la Alberca.

Valladolid en Cervantes. José Delfín en Valladolid. Ha escrito el salmantino un estudio histórico de lo más riguroso sobre los pasos de Cervantes cuando fue vecino nuestro. Y a los vecinos hay que leerlos. 

Guillermo Garabito, 

Publicado en El Día de Valladolid en abril de 2016. 

La cúpula bien. Gracias.

Está la política nacional en funciones, a imagen de Rajoy. Más pendiente de unas nuevas elecciones que de otra cosa. El país que espere. O que se joda.  Todo son guerras de trinchera y resulta que los partidos se encuentran enemigos en sus propias filas. Aquello es una rebelión de granja que trata de escamotear la imagen de cara al público en general.

A Podemos se le han revelado los suyos en Salamanca. Y salen los salmantinos de la trinchera con un comunicado en la mano diciendo que hay “un aumento insoportable de la violencia” en sus propia zanja, “abuso de poder, persecución política” por parte de los suyos y no sé cuántas cosas más. Qué para eso mejor se van y que el terruño lo defienda otro. Hablan de violencia interna y a mi Pablo Fernández me parecía que tenía más cara de vendedor de enciclopedias que de tiranosaurio. 

Se puso de moda entre los partidos el comunicado urgente para anunciar dimisiones en bloque de la cúpula. Comienzan a ser tan habituales estos comunicados que para lograr algo de atención de los medios, los partidos, van a verse obligados a poner en práctica lo de sacar una nota todas las mañanas que diga: “Seguimos aquí. La cúpula bien. Gracias.”

El escrito viene a decir algo así como que están faltos de cariño porque Pablo Iglesias les tiene un poco abandonados. Distante desde aquellos años donde adoptaba círculos y confluencias por igual. Y les daba un nombre a cada uno bajo su regazo revolucionario. Ahora los suyos van desencantándose por esta ausencia paternal y reiterada.

Las Cortes regionales las hicieron en forma de cubo y no de cúpula para ahorrarse el drama de las dimisiones en bloque. 


Las cúpulas son todo un submundo en sí mismas. En el PP de Valladolid tiene cúpula por tenerla, cópula ya es otra cosa. Porque no le nace un candidato serio para la alcaldía ni por ósmosis. 

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL en abril de 2016. 

Herrera en su onda

Montoro tiene la simpatía en funciones. Y la mala leche. Cuando llegan cartas certificadas a la Junta de Castilla y León y pide el cartero a Herrera que las firme allí, a la puerta y en zapatillas, en Colegio de la Asunción, el presidente consulta primero de dónde vienen. “¿Hacienda? ¿Y sabe usted cómo tiene hoy el día Cristóbal?”, pregunta Herrera.  “Siendo de Montoro... ¡Ya mejor la abro mañana!”.

Se han perdido las relaciones epistolares. Ya nadie manda cartas salvo Hacienda. La relación epistolar de Montoro con sus diecisiete novias es un amor-odio con una de cal y otra de cal. Y va citándolas una por una a cada una de ellas el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar para despedirse –o quien sabe–, con bronca final por no haber cumplido las promesas de amor y reducción del déficit eterno. Y esta maniobra de citarlas a todas juntas no sé si es una locura o una genialidad.

Tengo un amigo que llegó a tener tres novias a la vez. Tres o cuatro días nada más, pero a la vez. La misma tarde, a lo loco, fue al cine con las tres. Una detrás de otra. Y cosas de la cartelera, todas querían ver la misma película. “Mejor otra ¿no? Es que esta acabo de venir a verla con la otra novia…” se excusaba mi amigo con picardía. Y así le salió la tarde redonda y consiguió empalmar tres películas distintas con la “verdad” por delante. Montoro es más temerario y quiere invitar a todas a ver la misma película y encima recordarles a catorce de ellas que todavía le deben dinero de las copas de ayer.

Se quejan las comunidades con el argumento de que si catorce de diecisiete incumplen el déficit, “algo pasa”. Y ahí saldría mi madre a decir que si catorce se tiran por un puente ¿ellos también? Que ésa no es excusa.

Guillermo Garabito.

Publicado en ABC CyL en abril de 2016.

Atado a la columna

Cuando uno está sin tema para el artículo de del día siguiente se encomienda a todos los santos y hasta se monta teorías cogidas con pinzas sobre los pasos a seguir para que nunca falte tema para la columna de mañana. Qué si escribirla sentado de esta forma o vestido de aquella manera... Y ya cuando la actualidad no hay por dónde agarrarla yo he llegado a pensar que para ejercer con lucidez este oficio, quizá haya primero que hacer amago de ir para cura y ya después tomar los hábitos de clausura de la pluma y el papel. Puede sonar a broma pero resulta que, cuanto más se indaga más se ve que muchas de las grandes firmas que han pasado por el género tuvieron en mayor o menor medida sus coqueteos con eso vestir de negro.

Me relataba mi amigo y periodista José Delfín Val que su tío Gerardo, delegado de la Agencia EFE en Roma en la década de los sesenta, cuando por allí ejercía también el oficio Jaime Campmany, tomaba prestada la sotana de un amigo sacerdote para pasearse por los pasillos del Vaticano. Como Pedro por su casa. Y así, con la seguridad del atuendo de incógnito, se ponía al día de los asuntos de la Santa Sede. Después, los españoles del gremio, que en esto del yantar nos distinguimos rápido, se juntaban a comer garbanzos de Fuentesaúco y dilucidar lo que se cocía o se dejaba de cocer de la Plaza de San Pedro hacia dentro. Y esto no era lo mismo, pero a mí cuando estoy a última hora sin artículo también me vale para justificar mi teoría. Y me digo que el tío de José Delfín no pasó por ningún seminario, pero llegó a cura postizo o figurante y eso tiene que dar también muchas tablas a la hora de escribir.

Lo de vestir de negro se lo tomó más en serio –el tiempo que le duró, claro–  Lope de Vega, sin columna y con sotana, cuando se metió a sacerdote y se volvió a salir por una tal Marta de Nevares. La cabra siempre tira al monte. 


Después remato la columna, pierdo esa vocación efímera y decido que meterse a cura no soluciona la papeleta. Que ya mañana saldrá más del tirón. 

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid en abril de 2016.

lunes, 11 de abril de 2016

Perdonen la tristeza


Sábado. Fue la tarde declinando y haciéndose luto. Se tiñó el sol hasta las enaguas y un montón de golondrinas recién aterrizadas oficiaron el réquiem por el cielo. A mi padre se le murió su madre. Mi abuelo recogía la cocina de la casa por no morirse también él  después de sesenta y cinco años casados. A mí se me fue una abuela y quizá uno de los últimos retales de la infancia.

Escribo con mi abuela Tina ya en los Cielos y al recordar la tumba abierta el domingo me resuenan campanas tocando a muerto. El frío insondable de la iglesia. El mismo frío de la muerte. El pueblo entero, silente, en procesión respetuosa camino al camposanto. Y un palomar en lontananza que quisiera ser panteón y servir de última morada.

Disculpen esta columna doblando a muerto. Pero abuelas no hay más que dos y cuando se te muere una se muere con ella un trozo de la infancia, medio ángel de la guarda, y hasta un poco, o quizá un mucho, de uno mismo.

El cementerio, en el pueblo de mis abuelos, está en un alto. Como si los de Capillas tuvieran prisa por llegar al Cielo.

No soy capaz de echar a andar la memoria diez años atrás, antes de que a ella se le olvidara casi todo. Dejó de hablar y cabían las palabras que decía en una mano. Yo creo que  lo hacía así para contarlas y tratar de que no se la escaparan nuevamente. Aún con eso sonreía cuando la besabas y repetías tu nombre dos o tres veces y volvía a apagarse muy rápidamente y a perderse en no sé exactamente dónde.

Me quedan ya sólo un abuelo y una abuela vivos. Cada uno de mi padre y de mi madre. Entre ellos siguen tratándose de usted.

El sábado por la tarde el Cielo tuvo que ensanchar de forma urgente. A mi padre se le murió su madre y a mi medio ángel de la guarda. 

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL en abril de 2016.

Hambres y hombres

Las dos Españas, que son tres y hasta cuatro –según tenga el día Pedro Sánchez y le cuadren estos gobiernos que se hace de naipes–, comen de la caridad en demasiadas ocasiones todavía. Porque el hambre es más hambre desde que se muriera Miguel Hernández y ya no se escriben más nanas ni más cebollas. Parece que la crisis es algo ya difuso en el horizonte pero los hay que siguen sin trabajo y sin recursos. Y se nos olvida. Con este panorama de políticos egoistones nos vuelve la inseguridad y la prima de riesgo.

La crisis puso en relieve la gran labor de determinadas instituciones sin ánimo de lucro que fueron un colchón de fondo en el que cayeron muchas personas e incluso familias enteras. Pero un colchón al fin y al cabo donde agarrarse en horas bajas. A Amancio Ortega en 2012 le dio por donar un pico de millones –en euros, ni más ni menos– a Cáritas para apoyar su labor callada y continua y salieron los de siempre a decir que si daba de lo que le sobraba.  Pero ninguno de  los que se quejaba puso ni veinte millones ni veinte euros.

Ayer me dio un amigo de Palencia la noticia de que el Comedor Social se les iba a pique por falta de financiación. El mismo comedor que da de comer a una media de ochenta personas diarias; que a final de mes hace una cifra escalofriante. Las instituciones públicas resultaron ser tan cerradas como la cebolla del poeta. Pobres de ideas y de dineros no supieron hacer frente a esta situación de urgencia. Hoy me llega la noticia de que un empresario, anónimo y palentino, ha donado 24.000 euros para que no tuviera que cerrar el comedor.

Con actos como este uno, que tiene picos de confianza en el ser humano, recobra la fe en el hombre y hasta llega a pensar que a lo mejor el país se libra de irse al garete.

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL en abril de 2016.


Podemos en primavera

Pablo Iglesias no deja amor con cabeza. Ni siquiera en primavera. Lo suyo con Errejón, igual que antes con Tania Sánchez, saltó por los aires una mañana a la hora del café. Sólo les faltó tener preparado un comunicado de prensa que explicase que no había sido puntual, que lo suyo venía de antes y habían intentado arreglarlo por todos los medios. Es lo que tiene la novedad, que acaba cansando. Y Pablo Iglesias corre el riesgo de cansarse de sí mismo por momentos. Más entre la prodigalidad de apariciones jugando a condonar, sin llegar a hacerlo, a Pedro Sánchez por querer ser presidente siendo casta.  Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi vicepresidencia. Y tres o cuatro ministerios. Y alguna secretaría de Estado, ya que estamos.   

Esta mañana se reúnen Iglesias y Sánchez. Una nueva oportunidad y la dejarán pasar y no saben el favor que nos hacen a los españoles. Todo apunta a unas nuevas elecciones y después de esas a otras; porque no se equivoquen, el reparto de escaños, de repetirse estas, tampoco varía en mucho. Aquí siguen vendiéndonos que trabajan: Celebran comisiones, y Mesas y dan ruedas de prensa para justificar el sueldo.

Cómo no tenemos en esta sociedad suficiente telebasura donde se les rompe el amor a sus protagonistas y lo retoman según el guión y las audiencias, tenemos que entrar ahora también en los dramas politicosentimentales que se trae la “nueva” política.  Han convertido el Congreso en un reality sin cámaras en los pasillos.

En provincias a todos sus círculos cuadriculados les toca pasar otra vez el mal trago de elegir entre papá y mamá. Aunque no sé quién es cada en esta discusión de andar por casa y en zapatillas, con coleta y despeinado.    
     
Cuando Monedero se fue de Podemos, o le invitaron a irse para que no siguiera cantando en los mítines, fue como cuando se marcha un pariente lejano. Pero esta grieta existencial entre Iglesias y Errejón exige una custodia de lealtades como mínimo.

Para demostrar su compasión Pablo Iglesias resucita a Echenique y le pone de Secretario de Organización para tenerle muy cerca y observarle mejor. “Qué dientes más grandes tienes…” Y tal vez hasta resucite a Monedero para seguir teniendo quien le jure lealtades.


Se les rompió el amor. Errejón afirmó que obviamente no comparte todas las decisiones de Pablo Iglesias. Pero que Podemos es muy bonito y esas cosas con flores y primavera.

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid en marzo de 2016.

lunes, 28 de marzo de 2016

Réquiem por nosotros

No hay actualidad que valga. Castilla y León lleva su actualidad a pulso estos días escoltada entre varales y dos filas de capuchones a los lados. Todo se paraliza y se estremece cuando una corneta reza sin previo aviso el Mater Mea a la salida de una cofradía con su paso. Los políticos sólo se ponen de acuerdo en irse de vacaciones.

No hay actualidad de la que sacar una columna. Nos volvieron a poner una bomba y dos y hasta tres en el corazón de Europa que esta vez latía en Bruselas. Y el silencio por el luto viene a unirse al silencio respetuoso que guarda el caminar de los cofrades en Semana Santa en esta tierra. “El Pardal es el grito destemplado / que anuncia el luto cada primavera”. Y nos llegó la primavera y el duelo desde Bélgica. El martes, recién inaugurada, callaron los violines. Nos vimos obligados a improvisar un manojo de flores que acababan de abrirse en la paramera para ponerlas entre un aeropuerto, una estación de metro y más de treinta tumbas lejanas. Sonó el eco de un Pardal evanescente en señal de condolencia desde lo profundo de Castilla por cada uno de los muertos allá arriba del continente.

Se nos van acumulando minutos de silencio que van camino de hacerse horas y no tomamos ninguna solución contra el problema. Todo son decisiones inconcretas y pactos en papel y ofensivas a destiempo. Flores y velas y minutos de silencio. Y las flores son necesarias para enjugar la sangre que dejan tras de sí los bárbaros y los minutos de silencio para recordar a nuestros muertos y para pensar con la cabeza fría como acabar con el terror de Daesh. Pero tan sólo son trámites bonitos y sentimentales, ni de lejos soluciones.

 “Estamos en guerra” dijo Hollande en noviembre. Qué rápido le declaramos guerras al terror que luego se nos olvidan. 

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL en marzo de 2016.


Cándido ya liberado

Esta temporada vienen las jubilaciones tardías, como todo. Y nos deja la actualidad la de Cándido Méndez, sindicalista mítico e intocable, que no es jubilación sino la liberación total y prometida.   
Toxo y Méndez eran ya una pareja de humoristas en horas bajas. Por eso no les quedó otro remedio que separarse. En realidad nunca tuvieron gracia, ni siquiera salero en el discurso. Fueron dos “curritos” metidos a estrellas del rock, acostumbrados a cenar en restaurantes caros y a tener un séquito de groupis compuesto de liberados sindicales cuando se echaban a la calle. Pero tampoco gustaban de echarse mucho a la calle por si refrescaba durante la manifestación. Era habitual verles compartir cartel y relojería.

Ya ningún teatro acogía sus giras, ni los espectadores respondían como antaño a su llamada. El sindicalismo para ellos fue una lucha sin tregua por sus derechos. Los de ellos dos, digo, nada más.
La imagen de Toxo y Méndez es una escena en el imaginario popular de mi infancia. Uno alto y uno bajo, uno barbado y papón y el otro más como Astérix. Su último gran espectáculo juntos fue durante el primer intento de investidura de Pedro Sánchez. Allí en la tribuna de invitados sin despegarse cada uno de su móvil. Probablemente se enviaban mensajes de amor como esos que se mandan cuando se está a punto de finiquitar una relación de tantos años: Ya sabes, le decía Toxo, que te voy a echar de menos. Pero llegados a este punto creo que es lo mejor para los dos.  Y así se disolvió el dúo, sin más. Y ocurrirá dentro de unos años, si les aparecen deudas con la Hacienda Pública, como a Ana Torroja y así sucesivamente, que anunciarán una última vuelta a los escenarios.

Ha llegado para sustituirle un tal José María Álvarez, asturiano por demás, que escribe el nombre en catalán –con p– para no pasar por charnego como le ocurre a Rufián  –el muchacho que va a chivarse al Congreso y a rumiar sus penas en directo para toda España–. 


Treinta y cinco años viviendo del sindicato y afirmó Méndez: “Me ha podido sobrar algún año”. O cinco minutos y dos huelgas de postureo.  

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid marzo de 2016

Estar enfermo

Escribí hace no mucho que estar acatarrado es un arte. Pero lo que en verdad tiene mucho de arte es aguantar a un enfermo. Arte y  caridad cristiana, pero eso ya es otra historia y a las enfermeras la caridad les va en el sueldo.

Ya digo que el arte está en cuidar de un enfermo, no en estarlo. Nunca me gustaron los hospitales. No sé qué tienen que le agrían a uno el carácter aunque no quiera. Yo he sido pocas veces paciente de cama y bata con el culo al aire. Pero recuerdo una vez operado de un par de huesos rotos volver al hospital meses después para quitarme metales de encima con los huesos ya soldados. Cuando me fueron a sacar las agujas con las que habían enhebrado los trozos, valiente el médico me dijo que aquello sin anestesia ni nada; que era “poca cosa”.  Y aún recuerdo el dolor estridente cuando empezó a extraer de la carne una aguja tan larga como el antebrazo y repetía sin parar: “¿Ves como no duele?” Y a mí ante aquella situación no me quedó más remedio que cagarme en sus muertos y a mi padre anestesiarme de un tortazo repentino que, según me confesó después, me cayó por malhablado.

Estos días doy paseos al hospital y vuelvo porque está mi abuela allí ingresada. Y peleona. Mi abuela, que es un roble –aunque un roble ya delicadísimo por la edad–. No tiene nada mucho más preocupante que la edad, que de por sí ya es grave y por desgracia crónico.

Es curioso cómo se pasan y pesan los años. Por las tardes cuando llego, la pobre mujer, me pregunta si seguimos sin gobierno. Y al médico le acaba de decir que tiene 103 años... Aunque es probable que tenga razón y se la terminen pasando veinte años en lo que en Madrid consiguen ponerse de acuerdo para formar un gobierno sin anestesia local.

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL el 18 de marzo de 2016.

lunes, 14 de marzo de 2016

Al pan, pan

Están de moda las panaderías con mesas, café y el té a las cinco y abren cuatro en la misma calle. “Iba yo a comprar el pan…” y ya hasta Umbral dejaría de ir a comprarlo para no tener que andar pensando en cuál entrar sin hacer el feo al panadero de al lado. Es la burbuja de moda, como el independentismo en Cataluña al que se suma hasta el charnego Rufián porque le va en el sueldo. Más o menos como las inmobiliarias en su momento, sólo que el pan se come y el ladrillo… con patatas. Las burbujas son algo cultural en nuestra sociedad. Un modo de vida. Y si no acuérdense del duque de Lerma cuando el rey Felipe III.  

El Senado es la burbuja mayor. Y el Congreso de los Diputados –que ahora quieren que sea también de las “diputadas” en un ataque de “pariditis”– tiene algo de burbuja venida a más; sobredimensionada. Me di cuenta el otro día mientras seguía el eterno amago de  investidura. No es normal que se tarde más en votar que en leer los discursos de turno. Aunque por otro lado ese “sí” o “no” es todo lo que justifica el sueldo de muchos diputados a los que no se les vuelve a escuchar en toda la legislatura.

En los parlamentos autonómicos viene a ocurrir algo parecido, y en Castilla y León presenta el PP la propuesta de reducir el número de procuradores. Pero uno se pregunta qué harán con las butacas que queden vacías. Siempre hacen feo en una foto y no estamos para construir un hemiciclo nuevo con esto de la crisis.


La nueva burbuja son los nuevos partidos, disculpen la redundancia. No venían a por cargos –o eso vendieron al personal– pero bien que pidió Iglesias la vicepresidencia de no sé qué gobierno progresista y unos y otros colocaron a los suyos en las diputaciones como asesores mientras intentan echarlas el cierre. Porque tengan algo, que está la vida difícil. 

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL el viernes 11 de marzo de 2016.

Plaza Mayor

La Plaza Mayor es un salón de pasos perdidos. El epicentro de todo y de nada. Por donde la vida fluye, y más fluye con el sol, pero no llega a detenerse. Conforme florece la primavera, en la Plaza Mayor uno espera a una chica y a que las tardes se alarguen y la temperatura invite a terraza.

El otro día cruzaba la plaza cuando me salió al paso una periodista con la alcachofa en ristre, unida por cable al cámara, y me preguntó si el torneo de pádel –en discusión estos últimos meses– debía celebrarse en la Plaza Mayor nuevamente o habría que buscarle otra ubicación. Yo, dando el perfil bueno a cámara –porque el sol me atizaba de frente– contesté que si aquello era rentable para la ciudad debía de mantenerse allí. Aunque confieso que por un momento me sentí tentado de no dar mi opinión, porque para eso tengo mi columna y aquello no lo pagaban –ni bien ni mal–. Me planteé responder como responde Rajoy a todo: “¿Y la europea?” Y la cara de la periodista habría sido un poema y el reportaje una risas.

Todo es cuestión de dinero. Aun así decían los de Toma la Palabra que el mamotreto invade el lugar, que mejor desplazarlo… Como si no fuera a  invadir el nuevo espacio también. Pero a Oscar Puente le cuadraban las cuentas, aquello era demasiado rentable para la ciudad como estaba y allí ha dicho que se quedará.

Siempre es cuestión de dinero. Y como es “poderoso caballero” la empresa taurina encargada de gestionar la plaza de toros anunció que este año no habrá cartel en San Pedro Regalado porque sin la subvención del Ayuntamiento el evento no es viable. Ahí, sin subvención, es donde la empresa debería haber tenido el arrojo de arrimarse al toro y haber buscado los cuartos en otro lado. Pero no. Quizá haya que devolver los toros a la Plaza Mayor para que el evento salga a cuenta. Como allá en el siglo XVII cuando se alanceaban y se toreaban allí los morlacos.


En la Plaza Mayor ocurre todo. El sol, la vida. En la Plaza Mayor, marzo. 

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid el miércoles 2 de febrero de 2016.

jueves, 3 de marzo de 2016

Diputear

Firmaron PSOE y Ciudadanos un acuerdo que nadie se explica y que menos entienden. Una especie de propuesta de matrimonio sin que les cuadren siquiera las cuentas y los invitados para la boda. Y en el acuerdo, que más parecía escena de los Hermanos Marx, en una de las partes contratantes de no sé bien ya que parte –porque el documento carecía de interés real por no tener como resultado previsible un gobierno– se planteaba la supresión de las diputaciones.

Dichosas instituciones en debate continuo. Las dos Españas de Machado: Unos los que las entienden y otros… los que no.

Yo, que no peino canas, dudo si el mismo debate no vendrá de atrás. Quizá hace doscientos años, a su creación, ya andaban con las mismas discusiones. Y en Castilla y León tendremos algo que decir con pequeños pueblos por doquier, bajo un cielo infinito, sobre si son efectivas o no. Las diputaciones me producen sentimientos encontrados. Por urbanita. Pero cuando llego a La Mudarra me empiezan a despertar el interés y las encuentro la utilidad y hasta me caerían mejor si llamasen al orden a alguno de los alcaldes díscolos que parecen querer enterrar el pueblo más que gobernarlo.
Pero la eficacia no es el problema. Son eficaces a medias, que es una virtud muy española. Como la mayoría de las instituciones públicas en realidad.


Decía Jesús Julio Carnero –en entrevista para este periódico– que tiene un criterio interesante sobre las diputaciones y su defensa, entre otras cosas por ser presidente de la de la de Valladolid y el pan hay que ganárselo de alguna manera, que “si acaban con las diputaciones, acaban con los pueblos”. Ese argumento ya lo veo más prendido con alfileres. Sería un desatino que vengan a suprimirlas por un antojo y sin conocimiento, sí. Pero con ellas o sin ellas los pueblos, con sus tapiales en ruinas y sus espadañas quejumbrosas, se llevan muriendo casi un siglo sin morirse. Los pueblos desfallecen y resucitan en primavera. Diputaciones aparte. 

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC el 26 de febrero de 2016.

Rita, la tornera

Declaraba ayer Rita Maestre por los juzgados de Madrid con el rostro compungido y un alzheimer preocupante para su edad. Que si “yo me coloqué atrás” cuando asaltamos la capilla, que si yo estaba en el centro del meollo. “Entre los pucheros anda Dios” escribió Santa Teresa, pero Rita Maestre no entendió a la santa y llegó al juicio con gesto de arrancarse a llorar en cualquier momento.
“Fueron cinco minutos hace cinco años”, se excusó. “No tenía eso en la cabeza cuando me levanté aquella mañana”. Y menos mal.

Conforme avanzaba el juicio se iba viendo en su declaración –acabó la perdiz con nauseas– el carácter voluble de la concejala. Aquel día la dio por profanar una capilla, hoy por la política y quizá mañana, con la venia del juez, la dé por meterse a monja de clausura por el arrepentimiento de sus actos. Y es que la chica, con  sentimiento de culpa, tal vez tenga la tentación de tomar los hábitos para reconciliarse con Dios y consigo misma. Visto el mundanal ruido, la suciedad y el ajetreo de Madrid querrá venirse la concejala de Carmena a provincias a rezar para no ser “casta”. A ver si entre llanuras y labores escucha con claridad la voz de su conciencia y la de Dios mismo.

Mañana se levantará con vocación de tornera conventual y pedirá sustituir la plaza vacante en el Monasterio de Santa Clara de Palencia, el de Zorrilla, que dejara Margarita la tornera cuando se fue a vivir sus amores con Don Juan.


Ayer se arremolinó el personal a la puerta del juzgado para ver si Maestre se sacaba un pezón en acto de rebeldía contra el juez, o algo, pero se despertó mansa la concejala. Ha entendido que hay que conservar el sueldo, que no está España para andar perdiendo trabajos tan lucrativos y privilegios. Que hay que preservar el puesto, incluso el de su padre al que metió en el Ayuntamiento a su llegada.

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC el viernes  19 de febrero de 2016.

El arte de estar acatarrado

Este invierno tardío… Me gusta escribir los días claros, con la temperatura suave y los pies templados. Con los pies fríos no se escribe bien. Y los lirismos son menos lirismos; como estalactitas que no acaban de escurrir. Me despierto con cuatro copos cayendo que no terminan de cuajar. En Valladolid siempre se espera una nevada que no llega. Lo que si viene es el río sonando, tapándole los ojos al puente de Simancas para no ver el frío de estos días. Pero qué clase de invento es este. ¡Creo que me he acatarrado! También tardíamente, claro está. 

Estar acatarrado es un arte con el que se convive por estas latitudes durante tres o cuatro meses al año. Incluso un arte llevado a los teatros y auditorios donde lo único que se escucha durante las representaciones son los estornudos y las toses en el patio de butacas. El resfriado, un principio de anginas o en general cualquier principio de todo, lo atajaba yo tomándome antes de irme a la cama un vaso de leche caliente con un chorro de coñac. Ni generoso ni escaso. Pero ahora me he quedado sin coñac y se ha venido el resfriado y el dolor de garganta de golpe. El remedio me lo dio un amigo y lo empecé a usar porque me aseguró que funcionaba. Él, a su vez, lo había heredado de su abuelo. Lo que dicen los abuelos siempre tiene algo de verdad y de sabiduría ancestral. Sería esta la manera licenciosa de alterar la antigua receta que recomendaba tan sólo una cucharada de miel.

Yo, como Schopenhauer y sus obras “El arte de insultar” o “El arte de tener razón”, algún día escribiré un tratado castellano, una obra en defensa de lo nuestro que es el frío por estas fechas, bajo el título El arte de estar acatarrado.


El mismo amigo me contó más tarde que se comía los trozos de las cuñas de queso en los que asomaba el moho en vez de tirarlos, que era su manera de prevenir catarros. Por eso de la penicilina proveniente de un hongo o no sé qué razón me dio. Pero ya aquí no le hice caso.  Y cuento que esto último yo no lo he probado no para que no piense usted mal de mis gustos culinarios, querido lector, sino para que mi madre se quede tranquila. Tantos años repitiéndome la frase: “¿Y si tus amigos se tiran por un puente tú también te tiras? Que vea al menos que algo de sensatez cuajó al fin. 

Por Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid el 17 de febrero de 2016.

lunes, 15 de febrero de 2016

¡Qué viene el lobo!

En Castilla y León, a la espera de tener gobierno nacional, pasamos el rato haciendo batidas de lobos para intentar regular la especie. Como si cazando cuatro se regulara todo… Algunos piensan todavía que el lobo es ese animal de cuento, con modales, que llama a la puerta antes de comerse a los cerditos y hasta les propone negociar. Los nuestros son otros lobos. No como metáfora, sino como quebradero de cabeza de los ganaderos. Y es que cuando el hambre aprieta el animal, salvaje como debe de ser, se come una oveja o dos, alguna gallina y hasta al perro que tenía mi amigo Mario en la finca. “Los matadores inocentes” que dijera de ellos el gran Félix Rodríguez de la Fuente.

Los lobos en Castilla y León ya no tienen ciervos, ni dietas del Congreso que les lleguen para comer, por eso atacan a ovejas y vacas. Y los ganaderos se quejan porque la Junta paga mal el cadáver del animal.

Acorralado y negociador se encuentra ahora Pedro Sánchez. Para negociar se requieren sacrificios. Los mismos que el PP no está dispuesto a hacer dejando atrás a un Mariano Rajoy que ni entusiasma ni entusiasmó nunca. En cambio Sánchez está dispuesto a todos los que hagan falta, incluso a hundir el PSOE y España si fuera menester. Se dio un mes para ver si se ve a sí mismo de presidente con toda la carga que suponen Pablo Iglesias, los suyos y los independentistas, porque le vio las orejas al lobo. Pero viendo el mes que corre, a la desesperada, acabará ofreciendo el gobierno a Podemos y aceptando una vicepresidencia con tal de tener algo. Un coto vedado donde Susana le deje tranquilo.

Pedro Sánchez de lobo no tiene nada. Barberá en cambio me recuerda a una gallina clueca que ya sólo sirve para hacer caldo. Aunque no descartemos todavía que termine por ser un lobo resabiado y viejo, camuflada en la edad, el Senado y el pellejo aforado de cordero.

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL el 12 de febrero de 2016.



Adopte un escritor

En lo que Pedro Sánchez forma y deforma un gobierno, la vida sigue. Yo amanezco sin tema para la columna, porque la actualidad ya no se presta, y me voy a pasear por alguna librería de viejo y a dar segundas oportunidades a volúmenes que rescato del polvo y del olvido. Topo con un libro de Foxá, conde de lo mismo, que hasta ayer se iba a quedar sin calle en el Madrid de Carmena. Ese Madrid que va borrándose a sí mismo y cambiando el nombre de las calles; lo mismo sean intelectuales que dictadores. Y yo compro el libro en protesta silente porque le quiten la calle al escritor, no al hombre.

Hay escritores falangistas en el callejero que tuvieron la virtud de ser grandes literatos y eso le rabia a Carmena. Incluso por encima de la ideología.

Paseo. Hay sol y almendros nevados de flor. Las ciudades se hicieron a fuer de piqueta y argamasa a mitad del siglo pasado. Enterrando palacetes y portalones. Y fueron nombrando las nuevas calles y ahora las quieren desnombran en la capital por no sé qué antojo de su alcaldesa. Un alzheimer cartográfico inducido en pro de la barbarie. Querer borrar a Cunqueiro, Ruano, Eugenio D’Ors, Pemán, Camba, Mihura o Gómez de la Serna entre otros del mapa es borreguismo, no política.  También son ganas de armar lío a los taxistas. Por el momento paralizan la medida, hasta nuevo aviso, por el que dirán de la legalidad.

A este paso, torpe con el que anda Carmena, tiembla hasta la Avenida de Camilo José Cela, premio Nobel y maestro en estas páginas que lo mismo se pateó la Alcarria que las oficinas de la censura.


Y mientras vuelve la cordura yo propongo que adoptemos en Castilla y León a todos estos escritores que se quedan sin calle en el Madrid podemita. Empezando por Foxá, quizá en Salamanca capital donde escribió por los cafés su Madrid, de Corte a checa.

Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC CyL el 5 de febrero de 2016.

Problemas de dicción

De la política se asombra uno incluso cuando creía estar ya curado de espanto. Vayan a la hemeroteca para ver cuando Pedro Sánchez aseguraba aquello de “el Partido Socialista no va a pactar con el populismo” porque sólo nos traería la Venezuela de Chávez. Iñigo Errejón y Pablo Iglesias criticaban el reparto de sillas sin proyecto y los pactos entre la “casta”. Pero viendo el panorama, y una “sonrisa del destino” después, Iglesias se creyó en la irremediable necesidad de pedir la vicepresidencia de un hipotético gobierno y alguna que otra cartera ministerial. “Podemos no entrará en ningún gobierno presidido por el PSOE” aseguró Iglesias antaño. Qué tiempos aquellos.

Cuando Pablo Iglesias bautizo el partido, laicamente –por supuesto–, pensó que Podemos, presente de indicativo del verbo poder, era la opción más sonora y contundente. Pero dicen también que lo hizo sopesando el presente de subjuntivo del verbo podar. Ahí es nada. Un nombre evocativo y drástico en su particular cruzada contra la “casta” y la corrupción. Tres años después y algún que otro pufo a la luz, en Podemos, no han podado más que las promesas que les fueron haciendo a sus votantes.  Y hasta hacen leña del árbol caído.

Y yo me aventuro a escribir sin que el Rey haya anunciado todavía si tiene candidato o no. Rajoy, ya sin ofrecimiento del Su Majestad, dice que no hace las maletas. No habrá nuevo candidato en el PP por el momento. Entre tanto Sánchez se ofreció al Rey y le preguntaron en la rueda de prensa de después que “¿cómo le cuadran los números para formar Gobierno?”  Respondió con un escueto: “Paso a paso”. Efectivamente, lo primero son las ansias de poder y después ya se verá el precio. El que pongan en Podemos, según parece.


Ahora que se ve de socio en gobierno socialista Pablo Iglesias viene a ser la portera de este país. Con las llaves en la mano para abrir al guapo de Ferraz la puerta de la presidencia. Sánchez sabe que es ahora o nunca. Susana en el horizonte. Tanto Iglesias para arriba y para abajo, hoy digo esto y mañana ya veremos, acaba provocando problemas de dicción al personal. Y empiezo a ver confusos que equivocan la “P” con la “J” al pronunciar el nombre del partido de Pablemos.

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid el 3 de febrero de 2016.