Siempre
quise montar una tertulia de escritores en torno al velador de un café
“novísimamente demodé”. Pero se ve que aquello ya no se estila y no me queda
otra que reunir a algunas de las grandes plumas del periodismo nacional y
organizar la tertulia en diferido. Cada uno en su casa o donde pude pillarles, a
horas dispares. Procuro que no se interrumpan o se pisen y hay momentos en los
que tengo que decir: Don Luis María, don José ha dicho tal. Y él, con
elegancia, me mira y dice, “si lo ha dicho don José, qué voy a decir yo”. Ya digo,
querido lector, busqué una primera tertulia para hablar del idioma con los que
lo construyen día a día; para diagnosticar su uso hoy en los medios de
comunicación y salió este invento en diferido que, vaya usted a saber, quizá
hasta llegue a ponerse de moda.
Dar
cita a cinco titanes del periodismo como
son José Jiménez Lozano, Luis María Anson, Álex Grijelmo, Ignacio Camacho y
Carlos Aganzo –por orden de nacimiento– es complejo. Hablan aquellos a los que
todo el mundo mira como faros luminosos en la materia.
Jiménez
Lozano recibe en casa. En su Alcazarén remoto a donde le van llegando las
noticias que se baten con su muralla de libros casi inexpugnable. Inicia él la
tertulia en su despacho –el Cervantes, disimuladamente, coronando la estancia–,
como para romper el hielo con su particular cruzada contra el intrusismo del
inglés en los medios de comunicación españoles. “La lengua que hablamos hoy
nosotros es una lengua anglizada, por un inglés que ha influido mucho en los
medios de comunicación.” Hay disparidad de opiniones en la afirmación. Grijelmo
asiente. “He
escrito mucho sobre eso. Opino que el abuso de anglicismos muestra un cierto complejo de inferioridad del
hablante hispano. Creemos que si decimos
palabras en inglés somos más importantes. Y eso es señal de que nuestra lengua nos parece inferior.”
Es
en este momento cuando Luis María Anson interviene
por primera vez para aportar, con rigor académico, algunas ideas sobre el
asunto: “Años treinta, la Academia española dijo: Aquí el deporte, el sport como se decía entonces, se ha
puesto muy de moda y vamos a castellanizarlo. Entonces al volleyball se le llamó balonvolea, al basketball se le llamó baloncesto y al fotball, balompié. Yo creo que ni su madre ha usado nunca lo de
balón-pie; bueno, el Betis pero nadie más”, resuelve con gracia. Es aquí cuando
toma la palabra Carlos Aganzo: “Cierto es que los anglicismos en el periodismo, como
en tantas otras cosas, siguen imponiéndose como signo de modernidad frente a
una especie de complejo secular de los castellano parlantes.”
Se
incorpora al fin Ignacio Camacho, que hasta el momento permanecía con gesto
reflexivo: “No tenía que suceder así, pero lo han simplificado y jibarizado con
gran descuido. Además de llenarlo de anglicismos y contaminaciones lingüísticas
inaceptables.”
Les
pregunto si el lector se ha vuelto menos exigente con el cuidado de la lengua
en la prensa escrita.
“No,
los lectores de periódicos siguen siendo muy exigentes con el diario. La
mayoría de quejas que llegan en las Cartas al Director tiene que ver con
errores de lengua”, defiende Grijelmo. “Sí, en general, en la medida que él
también usa y escucha un lenguaje menos cuidado”, afirma Camacho, quien añade:
“Pero por fortuna sigue habiendo lectores muy exigentes a los que irrita tanto
un error lingüístico o una errata grave como una imprecisión informativa”. Jiménez
Lozano sentencia con rotundidad que “la figura del periodista ya no queda como
guardián del español. Porque no escribe ni habla como cuando está en la calle.
Por eso digo yo que muchos periodistas han dimitido de sus obligaciones.” Luis
María Anson salta al ruedo de la discusión nuevamente para defender a los
profesionales del periodismo: “El periodista es un hombre enamorado del idioma
que trata de cultivarlo de la mejor forma posible”. Aganzo se une a Grijelmo: “No lo creo,
si hablamos del lector del periódico de papel. Seguramente el lector de El
Norte en nuestra web aprecia ahora otras cualidades por delante, como la
inmediatez y la veracidad. Pero nunca faltan cartas de los lectores que nos
riñen cuando no cuidamos suficientemente nuestra expresión.”
Para
evitar que la discusión se encone, saco el tema de las nuevas tecnologías y las
redes sociales y si éstas han empobrecido el idioma. Dice el premio Cervantes
que él no sigue demasiado esos inventos de las redes sociales: “¡No me aclimato
a ellos!”.
“Inicialmente
están estorbando, para qué nos vamos a engañar. Lo que pasa es que estamos en
la prehistoria de la digitalización, vamos a ver lo que ocurre de aquí a un
tiempo”, sostiene Anson. Grijelmo mantiene el tono optimista en esta cuestión:
“Creo que las redes sociales o el correo electrónico tienen aspectos muy
buenos, obligan a la gente a relacionarse con un teclado y con la palabra
escrita, además sirven para que tengamos una percepción muy precisa de qué tipo
de persona nos escribe. Si dispone de un vocabulario amplio o reducido… Las
palabras nos visten o nos desnudan mucho más que la ropa.” Medita Aganzo sobre la
cuestión: “El lenguaje es una materia viva, y concretamente las nuevas
tecnologías le están dando al español un vuelo global que nunca antes había
tenido.”
Vuelve
a intervenir Anson, siempre locuaz: “Os contaré que yo he viajado por todo el
mundo cargando con los tres kilos que pesaba el Diccionario de Julio Casares, que era el que tenía sinónimos. Hoy
gracias a internet en el teléfono tienes sinónimos, antónimos y del Diccionario de la Real Academia, citas,
frases y lo que quieras. Por lo tanto yo creo que cuando nos acostumbremos a
emplear lo que la digitalización nos proporciona me parece que será muy útil
para el cuidado del idioma”.
Sobre
esta cuestión de la globalización decía Cela que “castellano es el español que
se habla en Castilla”, no más. Les pregunto qué opinan acerca del papel de las
academias hispanoamericanas y la incorporación de determinados vocablos a
nuestro diccionario oficial.
Esta
vez es Camacho el primero en expresar su opinión: “Entiendo que la Academia
quiera ser inclusiva para recoger los usos de Hispanoamérica. Pero el hablante/escritor
debe seleccionar los usos que corresponden a su comunidad cercana y a su propio
criterio de la excelencia lingüística. Yo, por ejemplo, me niego a aceptar la
supresión de la tilde diacrítica, porque en palabras como solo y sólo tiene una
importancia fundamental, aunque a veces los editores de mis textos me hipercorrigen y la suprimen por su
cuenta.” Le sigue Grijelmo que añade: “El lingüista mexicano Antonio Alatorre
escribió que "el español es la suma de todas las maneras de
hablarlo". Y lo comparto. Yo veo el español de América muy rico. Y con
creaciones tan legítimas o más que las nuestras.”
José Jiménez Lozano es el más dispar en la materia.
Opina que las academias hispanoamericanas no tienen gran criterio por estar
subvencionadas. Y en esa línea crítica se muestra Aganzo cuando afirma: “Verdaderamente no creo que el trabajo de fijar, que figura en el frontispicio de las tareas de la Española,
se pueda traducir en esto. Sobre todo cuando se trata de modas pasajeras, que
acceden al diccionario sin ninguna garantía de quedarse. Me parece más bien que
se trata de un gesto de falsa modernidad y apertura de la docta casa. Que los
medios de comunicación, fieles a la actualidad, se hagan eco de estas modas
lingüísticas tiene su lógica, pero que lo haga la Academia es casi una broma.”
Entonces
Anson, en su condición de académico, tercia diciendo: “Nosotros somos el diez
por ciento del idioma español. Hay que partir de esa base. El resto del español
se hace, en ocasiones, con una calidad excepcional, no olvidemos que México ha
producido a Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura; Centroamérica ha producido
a Miguel Ángel Asturias, también premio Nobel. Y no nos vamos a olvidar del
chileno Pablo Neruda. Es decir, tenemos que tener la humildad suficiente para
asumir que hoy la literatura hispanoamericana, el periodismo, es no ya la mitad,
sino más del cincuenta por ciento de la literatura y el periodismo en lengua
española.”
Espacio
obliga a ir cerrando esta primera tertulia. Aunque, querido lector, se podrían
haber apurado un poco más los sorbos últimos del café. Los cinco periodistas
coinciden para concluir que, a fin de cuentas, “la literatura es la expresión
de la belleza por medio de la palabra.”
Guillermo Garabito.
Publicado en ABC CyL. Artes y Letras el día 28 de noviembre de 2015.