martes, 30 de diciembre de 2014

Perdices


Vacaciones de improviso y nosotros con todo por hacer, como los políticos. Rajoy ha decretado el fin de la crisis, porque sí “mire usted” —que el asunto se le hacía cansado— y la gente vuelve a pasear por las calles; plazas y tiendas hasta la bandera. Imagen entrañable en provincias que casi se nos había olvidado durante los largos años pasados en el agujero de la crisis. Aparentemente las cosas mejoran, no todo es psicológico, el ambiente invita aunque vaya lenta la cosa, más de lo que nos venden.

Esta región fría, como un castellano seco, vuelve a tener vida en las calles, que una vez pensaron suicidarse, “como pequeñas venas / los  comercios esperan para abrirse mañana” con gente que cargue bolsas en las manos. Y no es el consumismo por el consumismo, que poco valor o ninguno tiene en estas fechas, sino por reactivar una economía donde ya sólo parecía que se podía dar de comer a los patos.

En algo ha mejorado la situación económica, qué duda cabe. Pero a mi lo que en verdad me asusta es la actitud de muchos a los que esta crisis parece no haberles enseñado nada en absoluto. Escuchaba el otro día a varias señoras en una cafetería metidas de lleno en asuntos económicos, mientras le decía una a otra: “Pero a mí lo que me preocupa es si volverán a conceder crédito de una vez, que a este paso me jubilo sin ponerle un piso a mi hijo” Y así va la cosa, no nos hemos enterado de nada…


Volverán las vacas medias, porque las gordas fueron tan sólo un sueño. Se irán de vacaciones los políticos y dejarán de marearnos un poco la perdiz, -clementes dioses que diría el gallego-, pobre animalillo, porque llevamos un año de esos que cuando no es uno es otro el que está en el candelero con las manos sucias y la conciencia revuelta.

Guillermo Garabito.

Publicado en ABC. 19 de diciembre de 2014.

Navidad, que es lo nuestro

Le ha caído diciembre a esta ciudad como una puñalada helada y repentina, un carámbano que ya tocaba, pues el olor a castañas asadas no surte efecto en la nostalgia sin el frío. Esta Valladolid, que se reviste de hermosura con las bajas temperaturas, niebla y luces,  tirita los fríos y su Plaza Mayor se torna toda en hontanar de luminarias.

Pasaba en estos días por una atracción infantil montada en una plaza de la ciudad con motivo, imagino, de las fiestas navideñas y cansaba al personal Camela a todo volumen. Nadie les habrá explicado a los señores feriantes que, en estas fechas “tan señaladas”, quizá atrae más poner villancicos. Villancicos, ay, como aquellos que cantaban mis abuelos. Buena labor podía ser que alguna institución, desinteresadamente, en vez de nada y menos, obsequiase con algún álbum de villancicos de Joaquín Díaz, por ejemplo. Haríamos de las tardes vallisoletanas, entre el frío denso del invierno, una bella estampa castellana sin pastores ni corderos.

Papa Noel nos cae gordo cuando ya no nos trae nada y entonces, nos volvemos fervientes defensores del belén y las tradiciones propias, aunque en el fondo siempre fuimos más de los Reyes Magos. En mi casa, que somos de último momento hasta para la Navidad, no hay belén montado y escribo esto, a ver si a mis hermanos y mis padres les da por planteárselo, ya de urgencia. No habrá leído mi padre el artículo aún y ya sospecho su respuesta: “¡Pues también lo puedes montar tú!”. Y no entienden que uno, generoso y reflexivo, no quería quitarles la ilusión a los pequeños de jugar con las figuritas y decorar a su antojo el portal y sus aledaños…

Navidad a las puertas en este Adviento que se extingue, Navidad que palpita y sufre porque también en estas fechas hay pesares y necesidad agravadas por la crisis y a veces se nos escapa entre la bruma festiva de estos días. El Pisuerga ya no hiela, ahora arrastra en su corriente las nieblas de diciembre, oscuros cristales de invierno.


Se despide el que escribe hasta los umbrales del año próximo, pero no sin antes desearles pasen una feliz Navidad. No unas felices fiestas, no, una feliz Navidad, que es lo nuestro. 

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid, 17 de diciembre de 2014

jueves, 25 de diciembre de 2014

Muerto, bien muerto

Siempre he tenido la sensación de que los grandes premios se ganan gracias a grandes muertos, por lo menos a lo que los periodísticos se refieren. Y si no son grandes los muertos, cuanto menos, carismáticos.

Muchas mañanas, cuando escribir es maltratar más de la cuenta la inspiración burlona,  callada, me entran ganas de hacer de mi columna un anuncio por palabras y ya de paso escribo una en busca de otra: “Se busca muerto de urgencia, a ser posible con honores y prestigio. Abstenerse simplones. Gracias”. Mi paisano José Zorrilla a la cabeza,  sin otro galardón que la fama, que por otro lado es la simplificación del resto, apostrofó el cadáver de Larra a los pies mismos de la tumba siendo todavía imberbe. Después, González Ruano haría de las lágrimas un arte y del papel prensa un panteón de efímera eternidad. Campmany lo enterró a él en los periódicos como se despide a los míticos, por la puerta grande y le valió el Cavia de aquel año 1966. En esta misma casa, a Umbral que era el maestro de todos, lo despidió Ignacio Camacho con un artículo, que se merecía el premio que ganó, y dos.

Yo busco nostálgico y nervioso por si no llega. Y si al final uno tiene la suerte de encontrarlo, un muerto bien muerto, contentos los dos, uno hecho eternidad y el otro con su artículo. Pensando en muertos me vino a la mente José Bergamín, “que murió siendo un poco comunista”. Y es que hay que morir siendo un poco de algo, que morir siendo mucho, para toda la eternidad puede acabar cansando.

Busco mi muerto particular para ganar no sé aún qué premio. Y no le busquen actualidad al tema, que los muertos siempre lo están. Tampoco le busquen tres pies a la columna, que a veces hay que separarse un poco de la actualidad para ser más objetivos con lo que nos rodea.

Guillermo Garabito

Publicado en ABC. 13 de diciembre de 2014

Miguel Ángel Soria para Navidad

Del Valladolid de los Enríquez o del Cipriano Salcedo de Delibes nos quedan nada más que diez o doce edificaciones muy bien conservadas y un luto íntimo por las que ya no están. El resto se vieron sometidas al progreso de piqueta y modernización mal entendida. Y le pesa a esta ciudad la memoria como una letanía amarga del pasado que no supo conservar… que le quitaron. Las callejas y plazuelas, sentido personalísimo y provinciano, ahora son calles cosmopolitas, de capital. A pocas les queda ya esa austeridad conventual y mística de la calle Santo Domingo de Guzmán, con tapial que soporta penitentemente el tiempo o aquellas otras con empaque de linajudos palacios.

Por suerte, tenemos hombres inquietos e incansables que día a día se empeñan en rescatar los flecos de la Historia que se perdieron y el gran pintor e ilustrador Miguel Ángel Soria es uno de ellos. Miguel Ángel, que se mete en faena cuando se le habla de toros porque de familia le viene el arrojo por el arte taurino, Goyito Soria en el recuerdo, ha presentado la pasada semana en el Museo del Toro el libro titulado “Quiero ser torero”. Y este viernes, de Adviento y luces, en el salón de recepciones de la Casa Consistorial, se presentará su nuevo trabajo “Valladolid. Lugares en la memoria”, una pequeña joya dentro del catálogo editorial del Ayuntamiento, que con acierto publica este volumen donde se cobija la ciudad de nuestros mayores. Un Valladolid entre el Pisuerga y la Esgueva del que siempre escuchamos hablar y pocos llegamos a ver.

Estampas, como aquella Antigua sin arbotantes que siglos atrás acogió las exequias fúnebres de Colón, la de espadaña que rasga el cielo como espiga petrificada de este valle helado, se resguardan en el libro.

A Miguel Ángel Soria, le corre por dentro la necesidad de dibujar lo profundo y maternal de esta Castilla ancha, áspera y longeva. Y para este nuevo trabajo sobre nuestra ciudad, cuenta con un plantel incomparable de colaboradores encargados de los textos; Teófanes Egido, María Antonia Fernández del Hoyo o el profesor Javier Burrieza entre otros.

Hemos compartido proyectos juntos y puedo certificar que Miguel Ángel es un pintor incansable que bucea en los archivos con el pincel y la plumilla entre los dientes. Su dedicatoria en este último volumen dice mucho: “… para que sigamos disfrutando de este Valladolid tan nuestro”


Cuando se acercan las fechas navideñas y se piensa en regalos, libros como éste, son un acierto. 

Guillermo Garabito

Publicado en El Día de Valladolid. 3 de diciembre de 2014

sábado, 6 de diciembre de 2014

Fue Nicolás


José Agustín Goytisolo le dio un caramelo por no haberle escrito un poema como a Julia, sí, a él antes de morir.  Él es el Marianito que pintó Goya; en él inspiró las manos chatas, el rostro todo, pero antojos del tiempo, ay,  hubo que ponerle otro nombre. Fue el niño intemporal de Umbral y sus helechos de meretrices de calleja y cortesanas palaciegas, un emigrante de postín que despidió Valderrama hecho canción. El don Latino de algún ciego por conveniencia.

¡Hay que ver la teatralidad del asunto! Un aventajado principiante “de vodevil en el papel de víctima y villano”, en este circo que es subir audiencias a cualquier precio, a toda costa. Pero el asunto del pequeño Nicolás, por ser radiografía de esta España trepa y caradura –no sólo el–, nos vuelve a conectar a la realidad. Creo que llegados a este punto se conocerá todo, habrá transparencia, pensó alguien… Sabremos que estuvo implicado en la dimisión en pleno de la cúpula del PSOE en Burgos o que desde que no está en circulación, con sus asuntos de Estado, el paro ha vuelto a subir en la región, tal vez por no encontrar un descampado propicio donde instalarnos un Eurovegas pinariego. Si no fue así, pues habrá distraído un rato la atención, pan y circo una vez más.

Tañeron a muerto las campanas en un pueblo olvidado, cerca de Almendralejo, mientras caminaba al presidio acompañando al “desgraciao” de Pascualillo. Dicen que sabía quién era el “elefante blanco” de la jungla capital de aquel febrero incierto, gris que se marchó sin avisar, la lió antes de tiempo. Le pone Iglesias una vela cada noche, junto a Chávez, para que todo siga igual. Nicolás condujo el Jaguar más famoso, entre confeti, encargado de comprar champagne para la fiesta.


Todo esto ha sido, a todos ellos ha conocido. Fue Nicolás el CNI. 

Guillermo Garabito

Publicado en ABC 5 de diciembre de 2014

viernes, 21 de noviembre de 2014

Hacer la revolución


El problema de meterse a revolucionario, es la incertidumbre. La inquietud obsesiva sobre si al final aquello vale para algo o todo quedará en nada.  Los españoles, que somos revolucionarios de café y pincho de tortilla nada más que treinta minutos al día, gastamos nuestra indignación, porque el español funciona a ‘’venadas’’, en las redes sociales en vez de buscar mecanismos para echar a los listos de turno.

El otro día mientras esperaba al autobús, escuchaba la conversación de dos imberbes que decían: ‘’ ¿Has visto que jodieron a pedradas el árbol de Navidad de donde mi tía? ¡Deberíamos hacer lo mismo con los grandes del centro!’’ Y a mí que en las paradas me entra la locuacidad,  les pregunté que esperaban  conseguir con eso. Filosóficos, a la par que meditabundos, me respondieron que fastidiar al alcalde… ¡angelitos! Triste realidad de muchos, que sólo les da por hacer la revolución a cantazos por incordiar. “Para aquellos energúmenos era lo mismo ensamblar las piezas de un puzzle, a fin de formar un cuadro, que coger un cuadro y hacerlo añicos, al objeto de crear un puzzle.”

Inevitablemente se me va la cabeza a cuando Iglesias, Errejón y compañía, lanzan titulares como ‘’el cielo no se alcanza por consenso: se toma por asalto’’ y uno se da cuenta de que no se saben hacer revoluciones civilizadamente.

El problema de meterse a revolucionario es quedarse para siempre en el asunto, no de inconformista que es lo suyo, sino con el estómago vacío y a la testa, ceñido el populismo.

Julio Camba,  mordaz para estos asuntos, decía que tanto con unos o con los otros ‘’la sopa del español sigue estando fría y el gazpacho templado’’.  Rajoy, desaparecido y disimulado, como no da perfil de estatua clásica, anda mirando a ver sí por lo menos vale para momia, mientras lo envuelven los casos de corrupción y lo embalsaman las circunstancias.

Guillermo Garabito

Publicado en ABC. 21 de noviembre de 2014

miércoles, 19 de noviembre de 2014

García Benito en la Diputación

Portada Vogue de G.B.
Con los pies todavía fríos por las prisas y la temperatura del lugar, escribo este artículo con garbo para que llegue en hora. Hago de cronista de ultratumba, de depósito bohemio y almacén caótico bien clasificado, con más arte del que ya quisieran muchos museos con ínfulas.

Gracias a la amabilidad de Concha Gay y Julio del Valle pude visitar los fondos artísticos de la Diputación provincial. Cúmulo extenso de cuadros y escultura donde se agolpan los siglos y el renombre de grandes artistas, que cuelgan bien ordenados y catalogados a lo largo de inmensos paneles.

En ese almacén se le hielan a uno los pies a la temperatura exacta que hay para conservar los pictóricos tesoros. Allí muda, entre los de su gremio reluce, en cantidad y calidad, la obra de Eduardo García Benito, pintor nacido en 1891 en esta ciudad del Pisuerga y la Esgueva, que recorrió el mundo en las mullidas comodidades del éxito. Pero como de todo depara la suerte, también conoció la ruina económica.

Don Eduardo fue becado joven por su talento, trabó amistad con Picasso o Modigliani y triunfó en el París de la época de Juan Gris. Trabajó como ilustrador para publicaciones de la talla de Vogue o Vanity Fair, en aquellos años refulgentes del estilo Art decó -insurrecta corriente contra la austeridad forzada tras la Gran Guerra-. Dibujó innumerables portadas con las que ganaba para vivir todo un mes, a alta velocidad, en el Nueva York del Gatsby de Scott Fitzgeral. Felices años veinte donde todo deslumbraba a ritmo de jazz y excesos. Inopinadamente, la fortuna le hizo ‘’crac’’ en el veintinueve.

Volvió a España, a la Valladolid modesta, provinciana y la Excelentísima Diputación, supo entonces tener la altura de miras de pensionarle hasta el fin de sus días, a cambio de conservar su obra tras la muerte. Los últimos años se le veía comiendo en el Círculo de Recreo y de Nueva York, ya sólo le quedaban chalecos amarillos de terciopelo gastado y recuerdos que paseaba nostálgico por Valladolid.


Hoy, viendo tan fascinante colección, sería gran idea que la Diputación, dentro de su buen hacer cultural, nos brindase a los vallisoletanos y a los foráneos que llagasen atraídos por el cartel, una exposición donde se muestren los lienzos, portadas, dibujos y grabados de García Benito. Pues sus obras son, allí escondidas de las miradas, cadáveres fresquísimos que rezuman arte y soledad. 

Guillermo Garabito

Publicado en El Día de Valladolid, 19 de noviembre de 2014.

viernes, 14 de noviembre de 2014

A pesar de todo, Tenorio


Respecto al teatro, cada vez soy más partidario de que en las ciudades del norte solamente se abrieran de marzo a octubre. Con el frío, cuando las mañanas nacen heladas y las noches son oscuros cristales de invierno, algunas personas que acuden al teatro pagan una entrada para desde su butaca, extintas las luces, iniciar una particular sinfonía de toses profundísimas de pecho a las que se suman, en coro, otros a medida que el tiempo avanza. La acústica acompaña.

Inmortales versos en las noches airosas, otoñales: ‘’Y no es verdad ángel de amor / que en esta apartada orilla…’’

Con mi alta estima a Blanca Portillo, creo que querer criticar al Tenorio en la ciudad natal de su autor, ante cientos de vallisoletanos, cuanto menos es empresa arriesgada. Y sí lo que quería era juzgar a Don Juan y no sentenciarlo culpable precipitadamente, diré que allá en la década de 1950, las tablas del noble Teatro Calderón acogieron un célebre ‘’Juicio al Tenorio’’. En encendido lirismo, Martín Abril o Tere Yñigo junto a un nutrido grupo de abogados, trataron de dilucidar por noviembre, fue por noviembre sí, la inocencia o la culpabilidad de tan afamado golfo. Y quedó absuelto, como al pie de la sepultura según Zorrilla ,pues ‘’un punto de contrición/da a un alma la salvación’’.

Quedan embaucadores y truhanes dos siglos después, que burlan mujeres y alardean de la mala vida, de eso no le cabía duda a nadie. No hacía falta esta adaptación sacada de madre; que atraer con desnudos como labrados en mármol es sencillo y doña Ana de Pantoja, en bragas rojas, pues también gana lo suyo. Diga, querido lector, que soy un antiguo, pero yo me quedo con la versión clásica, capa y espada.

Toses guturales en los patios de butacas. En lo que respecta al teatro, después recuerdo que el Tenorio es en noviembre y yo sólo envaino mi propuesta.


Guillermo Garabito. 

Publicado en ABC, 14 de noviembre de 2014


domingo, 9 de noviembre de 2014

A la sombra de la Diputación

En España estamos desgastando la palabra corrupto a velocidades de vértigo y aquí no pasa nada. Tantos aparecen últimamente que, cansado, se me lía la lengua de tanto decirlo y prefiero eliminarla del diccionario mental por no repetirme. 

Marcos Martínez pensó que desde la cárcel, barrotes por puertas, sus órdenes se escucharían 
alto y claro para seguir gobernando a la sombra, pero la gente se le ha espantado, temerosos y asustados de verlo negro todo. Pintan bastos para él, que no es de hombre inocente cuando uno anda imputado, en prisión sin fianza y con la conciencia a cuestas, aferrarse al cargo de presidente de la Diputación de León, ni a ningún otro y sobre todo al sueldo.  Porque a diferencia del resto de presuntos y corruptos, que en el calendario se suceden a la espera de juicio, en presión -donde se es funcionario sin producir nada, cumpliendo la papeleta en espera de la reinserción-, puede jactarse de seguir cobrando setenta y seis mil euros anuales. Lo dejó todo atado, bien atado y lo suyo parece que les está costando deshacerlo a los diputados leoneses.

Viendo la vida correr, también Granados pasa el tiempo preso de su criatura. Aquella que inauguró con sonrisa pícara mientras analizaba cada esquina pensando en que, los lumbreras de turno ya le habían enseñado el camino para salir de allí si alguna vez le pillaban. Y los ciudadanos nos preguntamos qué valor tiene la ley sí los que la hacen, también hacen la trampa.

Entre tanto Herrera, que para esto tiene temple y mano firme, ha dicho lo que a Rajoy, solo de pensarlo, hace que le tiemble el habla y hasta el párpado. Sus firmes declaraciones dicen mucho del presidente Herrera, pues él, a diferencia de Cospedal y plañideras, no se rasga las vestiduras haciendo peregrinación por los cerros de Úbeda en las salas de prensa.

Guillermo Garabito. 


Publicado en ABC el 7 de noviembre de 2014

miércoles, 5 de noviembre de 2014

¡Feliz cumpleaños!

Cumplir años está infravalorado, quizá por ser un acontecimiento que se repite puntualmente en el calendario personal. A ninguno nos gusta demasiado, sobre todo pasada cierta edad, pero en la infancia, cuando todo es lento y liviano o al menos debería serlo, lo de cumplir años es otra cosa.

Uno nota que se va haciendo mayor en ninguna parte en concreto, pero se nota. Por eso, me van a permitir que sin regalo yo, porque ya el sueldo de articulista no da para nada, les haga éste a mis hermanos Alex y Chema, en el día de su cumpleaños:

Un regalo que amarilleará al paso de los años, pero espero no se rompa o le llegue el olvido como a cualquier otro presente material. Tal vez no le encontréis valor, pero podéis presumir de el en el colegio, no para conseguirme nuevos lectores -que también-, sino porque robarle protagonismo por un día, aunque sea en este breve recuadro, a los políticos y el mal endémico de la corrupción, es algo muy difícil.

Ahora que todos pueden ver, entre chorizos que piden perdón pero no sienten nada, que no era una crisis económica sino una profundísima crisis de valores, tenéis que entender que al final, lo único que vale es ser buenas personas. No sé a qué edad exactamente uno comienza a ser un hombre, pero tened claro que lo más importante, con once años y siempre, es ser recto. Godo os hubiera dicho que hay que ser hombres de provecho y como éste para mí nunca dejará de ser su hueco, os lo escribo yo. Es difícil y se yerra por el camino, lo veréis, pero no hay que dejar de intentarlo; el ideal es, en palabras de Baudelaire, ‘’ser sublime sin interrupción’’.

Los hermanos mayores deberíamos aspirar a ser ejemplo para los pequeños y que éstos se sientan orgullosos de nosotros. Pero el orgullo, lo siento yo al teneros como hermanos.
Un artículo y defender la necesidad de lo personal ante el materialismo era quizá lo fácil, pero cuando a uno le coincide su columna semanal y el verse sin regalo el día antes del cumpleaños… la cosa está clara. Decía Umbral que para escribir un artículo hay matar un ensayo, un soneto y una noticia, discúlpeme el lector este alterar la receta del maestro, para, en día tan especial, matar una carta y un regalo.


¡Felicidades, campeones!

Guillermo Garabito

Publicado en El Día de Valladolid el 5 de noviembre de 2014

martes, 4 de noviembre de 2014

Una editorial por capricho


Siempre nos fueron las cosas difíciles, lo raro y probablemente, todo lo que estaba abocado al fracaso. Pero antes del estrépito final, fuimos felices en las horas de domingo largas, otoñales, cavilando febrilmente, donde fue tomando forma de embolado.

Siempre hubo una editorial en espera, libros en el limbo de las obras agotadas que se quedaron en el cansancio sistemático de sobrevivir a las décadas; este áureo fulgor moderno con el que muere la celulosa. Quisimos montar una editorial de caprichos lentos para que los jóvenes leyeran a los muertos sin paradero en las estanterías comerciales. Dar de nuevo luz a aquellos que no conocieron las imprentas de este siglo.

Una editorial para reeditar a los malditos y a los olvidados, abrir su negra tumba y sacarlos del olvido sin saber si es lo que querrían. Dejarnos los fondos y la vida en publicar poetas primerizos, poemarios palpitantes de versos virginales. Pero la poesía no da de comer” repiten otra vez.

Sólo queríamos que aquellos libros que a nosotros nos habían marcado de uno u otro modo, los leyera todo el mundo en tiradas de tres mil. Que pasasen recién estrenados a ser mayores por sobados y nuevos lectores, los encontrasen en librerías de viejo con el sentimiento de estar descubriendo ''no sé qué restos de qué antigua civilización''.

¡No queríamos ser ricos! ¡Sólo parecer cultos!


Guillermo Garabito

domingo, 2 de noviembre de 2014

El corral de los quietos

No es, como dijera un avezado columnista, que a mí los muertos se me den como a nadie, sino más bien que se echa de menos algo de humanidad en los cementerios de hoy día. Hay flores de papelón sobre ajadas lápidas, ausencia de personas vivas a su vera.

Tras la revolución industrial y el encadenamiento de tareas, mandar el muerto al hoyo con presteza para seguir el vivo en eso del vivir, se convirtió en uno de los mecanismos más arraigados en la sociedad. En cambio en los pueblos, no se ha perdido la tradición y ese respeto de como enterrar a los que se van retirando del siglo. No hablo de teñir hasta las enaguas de un luto negrísimo, tal vez una mínima pompa fúnebre, por eso de que morirse es una experiencia única en la vida de cada uno.

Entregado a la nostalgia otoñal digo, que en las ciudades ya no se sabe despedir a los muertos. Sino miren los cadáveres políticos, que siguen caminando porque a los de arriba les faltó valor o quizá ejemplaridad para entregarlos a la justicia. Con cada nuevo día se alarga el denso hedor de los corruptos por la avaricia; muchos siguen paseando por las instituciones del Estado y sus aledaños. Y en el monte rendido y deshecho del Congreso, que es la viva imagen del corral de los quietos, como en las ‘’Leyendas’’ de Bécquer, a este paso solo correrán las ánimas. 

Juegan a resucitar los grandes partidos mientras cavan la fosa, por su pulso ineficaz y lento, de su propio entierro, que según los últimos augurios del CIS oficiarán los de Podemos. El de la coleta, demagogo y famélico, escribiendo el lúgubre epitafio a ‘’la casta’’.

Rato y Blesa –uniéndose más gente por momentos- como muertos en vida, caminan entre marmóreas sepulturas negrísimas, opacas. Una lápida reza: Aquí se corrompen los que dijeron servir al pueblo.

Guillermo Garabito 


Publicado en ABC el 31 de octubre de 2014

miércoles, 29 de octubre de 2014

Le petit Francisco Nicolás

De su facha de niño bien de los madriles hoy queda nada más que un sumario, el revuelo mediático de la notica y los restos, en su pelo alborotado, de haber lucido la gomina de los altos copetes. Francisco Nicolás, que como relaciones públicas no tendría precio, ha dejado en evidencia la fragilidad de muchos dispositivos oficiales de seguridad.

Entre tanto, la opinión popular se debate entre tacharlo de golfo, algo falto de escrúpulos y la genialidad de su hazaña delictiva. Es bien sabido, que la picaresca española no conoce límites. Y esto debió de inspirar al pequeño Nicolás al marcarse tan elevado objetivo de codearse en los círculos vedados de la jet set.

¡Qué el chico, precoz y avezado, lo llevaba haciendo desde los quince años! Será un delito, pero no le vamos a restar nosotros el mérito de sus habilidades. Lo que escama del asunto es, que ahora nadie lo conocía en un mundo donde todos alternan con todos. Nadie comienza a moverse en esas esferas sin padrino, ni un contacto encargado de las acreditaciones.

Como ocurre en estas circunstancias esperpénticas, con los días van apareciendo profesoras jubiladas que dicen que el niño ya mostraba mal carácter en el colegio, como vecindonas entretapadas con las puertas, afirmando delante de las cámaras que al criminal ellas, ya le veían un poco cara de mala gente.

Para jugar a la política, parecen ser los únicos requisitos algo de labia y un poco de suerte. Y si en eso del reparto de los dones divinos a uno le cae ser yerno de don Juan Carlos, los ‘’negocios’’ van de perlas; al menos una temporada.

Mientras, lo de la megalomanía se la diagnostica al pequeño Nicolás porque le ha tocado someterse a examen tras sus periplos de altos vuelos. Muchos otros la sufren en silencio y montan partidos políticos. Ahora el chico, taciturno y reflexivo, pasará las horas en su habitación recordando los días de gloria, en espera de resolución para el sarao. Sin teléfono y castigado, tal vez no haya podido leer los ceremoniosos mensajes de ánimo que, protocolarios, llegan en estas circunstancias: Nicolás, ‘’lo entiendo. Sé fuerte’’.


‘’¡Me la habéis liado, me la habéis liado!’’, decía en el juzgado la criatura. Yo reviso mis fotos, pero en ninguna veo al pequeño Nicolás. No somos nadie.

Guillermo Garabito.


Publicado en El Día de Valladolid  22 de octubre de 2014

domingo, 26 de octubre de 2014

El órgano de la sensibilidad

En las tardes de otoño breves florecen las buenas noticias. Castilla y León ha sido galardonada por la Organización Nacional de Trasplantes como región que más ha incrementado su tasa de donación de órganos durante el último quinquenio. De nuevo estío entre un octubre febril y súbito. Idealizado junio, vuelven a erguirse por las terrazas sombrillas arriadas y el ánimo menguante de la sociedad.

Con este fenómeno en alza de la sobreinformación, se teje en ocasiones una apretada bruma de noticias negativas, sin dejar apenas espacio para apreciar que aún hay lugar para la esperanza y los gestos nobles. No se me ocurre mejor forma de retirarse de esta vida, llegado el momento, que haciendo el favor de donar a pechos cansados, corazones generosos capaces todavía de cumplir la tarea encomendada de latir.

A fin de cuentas, un corazón es mucho más que la carne y la sangre que lo impulsan. Es un soplo de humanidad  acompasado y rítmico. ¡Qué poco nos costaría, después de muertos, que otros disfrutaran de algo más de vida! Por qué, ¿de que valen los órganos en un cuerpo frío y yerto que solo espera ser polvo?

Con las crisis, en este país hemos visto actitudes estoicas que sacan a relucir lo mejor de sus habitantes. Bancos de Alimentos que triplican esfuerzos y Cáritas, desbordada ante tanta necesidad… Muchas son las asociaciones sin ánimo de lucro y los voluntarios, muchos los esfuerzos para fortalecer el órgano de la sensibilidad social. Pero pese a todo, dependen únicamente de nosotros gestos tan finos como solicitar tarjeta para convertirnos en donante de órganos.


En los versos del Nobel español Camilo José Cela, cuando hace escasos días se cumplía el veinticinco aniversario de la concesión: ‘’que se los den a cualquiera / si hay un paciente que espera… / Si ya no puedo respirar / que otro lo haga por mí‘’. 

Guillermo Garabito


Publicado en ABC el 24 de octubre de 2014

sábado, 18 de octubre de 2014

Irse a la guerra


Me mandan una fotografía y de improvisto parece que nos hubiese llegado la guerra hasta un secarral terracampino, con algún palomar derruido en lo remoto y matojos asomando de repente. Dando una vuelta por Internet, topo con lo estrafalario del suceso. Una ambulancia, de las que usa el Sacyl, empleada por los Kurdos en la frontera entre Siria y Turquía en la guerra contra el Estado Islámico. Y todo ello colgado en YouTube.

Nadie puso cartel de desaparición, ni de se busca. Vamos, que no la robaron de tapado a la puerta del Rio Hortega para llevársela a los frescos del Este los de las mafias. En esas, le ha tocado explicar a la empresa encargada que, después de su vida útil, en vez de jubilarlas y pasar a la reserva con honores, estos vehículos son vendidos. A este en concreto, se les escapó retirarle los logotipos de turno. ¡Vaya fallo!, ¡menuda coincidencia! Los de Ambuibérica, que tienen buenos comunicadores, dicen que «no volverá a pasar », pero no le ponen tanto sentimiento como Don Juan Carlos antaño y no es lo mismo.

¿No quería la Junta de Castilla y León promocionarse en el extranjero? Pues allí va la ambulancia, de gratis y con buen trote, abanderando nuestra tierra y el sistema sanitario patrio. Todo sin habernos costado nada a los contribuyentes. Después, nos colgaremos medallitas para tranquilizar nuestra conciencia por la noche y en la cama, con aquello de que al vender ambulancias viejas, que les lleguen de rebote a los rebeldes, estamos frenando el avance del Estado Islámico hacia nuestra tierra.

A lo mejor, fisgando bien en las redes sociales hasta encontramos el carro de Manolo Escobar. Tantos años buscó el hombre con ahínco después de aquella noche ardua de romería…

La obsolescencia, bien vista, es una moda del primer mundo. De Castilla y León se van hasta las ambulancias.

Guillermo Garabito.



Publicado en ABC el 10 de octubre de 2014.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Novatos a la carrera

Con los últimos resoles del Veranillo de San Miguel se extinguen los poetas y mi lirismo se vuelve cemento y urbe, languidece brevemente. El calendario universitario expectante y la casa de la sabiduría, cimentación filosófica y añosa, renace de sus cenizas de curso consumado y viejo. 

Rector nuevo en la Universidad de Valladolid y todo se augura mejor, que a rector viejo todo eran pulgas: relaciones imposibles entre el rectorado y el resto del cosmos en general. A los campus universitarios de la comunidad esta semana, les volvía en arrebol de estudiantes y profesorado la vida. Despedían el silencio paciente de un estío merecido para enfilar, en torrente repentino, un curso más en el calendario. Escribía González Ruano que por muchas veces que llegara el otoño, no se cansaba de rendirle íntimo culto. Y es que nos lo acabamos encontrando nada más que setenta u ochenta veces en la vida; que bien miradas, no son tantas.

Desde mi tajuela, que hay que sentarse bajo me aconseja José Delfín Val para ver las cosas con sensatez y no hablar sentando cátedra -aunque de universidades vaya el artículo-,  el nuevo Rector, Daniel Miguel San José, me causa augurio de buenas expectativas. Mi deseo de éxito en su nueva tarea.

El tema a estas alturas se hace costumbre, las novatadas. Y que voy a decir yo, ¿qué hay algún inconsciente que siempre se pasa? No seré quien las defienda, cuando al margen de su peligro, no me gustan. Pero hay que reconocer que la prohibición de las cosas no las dota más que de un atractivo incierto, entre lo proscrito y la conciencia de cada uno. Que le pregunten al joven Quevedo, docto y golfo, durante su estancia como estudiante de Teología en la Universidad de Valladolid... etapa de sonadas  pullas y revueltas bajo la tutela del protonotario de Aragón.


Al final septiembre. Las novatadas se marchitan y llega octubre con su olvido.


Guillermo Garabito 

Publicado en ABC 26 de septiembre de 2014
http://www.abc.es/local-castilla-leon/20140926/abci-novatos-carrera-201409261003.html

jueves, 25 de septiembre de 2014

La caza del lobo

Escribir en ABC, ahí es nada, por donde han pasado con las décadas y aún hoy escribe esa gente a la que uno valora en este oficio. Desde su Sevilla refulgente y lírica el maestro de las ‘’Buenas Letras’’, Antonio Burgos. Del otro lado de Despeñaperros hacía acá, algunos otros, algunos. Inaugurar esta columna hoy supone una gran alegría para mí. Digo esto porque encaja con el tema del que quiero hablar. Y si no, pues permítaseme que para eso estoy de estreno.

Visita ministerial de Isabel García Tejerina a esta tierra y resurge el debate del lobo. El dilema entre el cazar o no cazar más ejemplares en esta región, que carga lanas y silencios ocres con olor de otoño. Benditos los lobos sin dobleces ni cadenas, animales previsibles que aúllan a la luna en las noches de soledad. Pero también hay de los otros, de los que hablaba Hobbes al decir que ‘’el hombre es un lobo para el hombre’’, de los que siempre quieren más, votantes aparte y se disfrazan de corderos. Como Pablo Iglesias, revolucionario y sin consecuencias, aullándole utópicas serenatas a su Venezuela querida.

Al sur del padre Duero, ‘’essa agua cabdal’’ –que dijo Berceo-, la especie seguiría siendo intocable. Y por ello, sintiéndose más seguro, Óscar López se fue a Madrid con el rabo entre las piernas; rezando para que en el coto vedado del Senado, le dejen yacer en paz.

Cela decía que los perros amarilleaban en otoño y Umbral que su yegua palidecía en invierno. Pues mis lobos, -los de esta región, los de este país- se ponen morados todo el año.Entre tanto, al rumor de la rutina que se instala nuevamente, seguiremos temblando, ciudadanos y cabañas ganaderas, a ver dónde va esto.

Guillermo Garabito


Publicado en ABC. 19 de septiembre 2014

http://www.abc.es/local-castilla-leon/20140919/abci-caza-lobo-201409190928.html


martes, 9 de septiembre de 2014

De mi jardín nostálgico.

Al principio del verano, jardines. Despeinados aún de invierno, desmelenados de primavera reciben el verano con la tranquilidad de los años que se suceden mientras todo continúa. Los jardines en lo alto de la paramera son recoletos oasis extasiados de verdes, en contrapunto de romántico colorido con un campo bruñido y desdichado esta cosecha. El mío, cada año a partir de mayo, se bebe las horas sediento de manos y de atenciones diarias. Porque en La Mudarra hay que tenerlo limpio y cuidado para no desmerecer al conjunto, a los de aquellas personas que lo visten de flores en abril y lo tienen engalanado hasta el otoño. Sin embargo, me viene ahora a la cabeza la frase que en los últimos días me decía una vecina cada vez que me veía trabajando en el mío, ‘’ un jardín no es de plástico’’. Precisamente ahí reside el encanto, en el olor a tierra húmeda, apenas cuajada de mañana, cuando todavía no se ha evaporado el rocío; en la visión aterciopelada del césped recién cortado que abriga de la frescura a cada nueva aurora.

A la sombra de los jardines en flor, encuentra uno agradables ratos de paz y tranquilidad, casi inmemoriales en las ciudades, la calma que este año quitaba el campo en los pueblos o simplemente el lugar donde escribir este artículo. En los jardines cabe todo... sueño de una noche de verano. 

Estacionales, en nuestra región los hay con personalidad propia, jardines donde, por muchos cambios que se hagan, guardan la esencia con la que fueron concebidos. Precisamente porque tenemos el país de huerto en huerto en una crisis que más parece un patatal infecundo, resultan tan atractivos y apacibles los jardines. Porque en este sembrado de la vida, vienen cosechas malas y mejores, pero tener un jardín en el que sentarse y olvidar todo por un rato, es una de las pequeñas licencias que se nos reserva todavía. 

Cada nuevo verano ocurre lo mismo, termino por preguntarme si paso más horas trabajando o disfrutando de él y he llegado a la conclusión de que, al menos mi jardín, se disfruta mientras uno lo engalana de estío. Que los ratos sentados son lo de menos, aunque imprescindibles para seguirle el ritmo. Este año le rondaba la inquietud a mí jardín, que suele ser sosegado y calmo. Algo que no entendía, por ser inusual en él, hasta que decidí pasar mi primera noche de verano aquí. Le ocurre ni más ni menos, que le ronda, precisamente este año 2014, la nostalgia y emoción literaria del recuerdo. Nostalgia de lirios floridos en mayo, como palomas de primavera que ya se fueron, porque los que en mí jardín hunden sus raíces, celebran el primer centenario de la publicación de ‘’Platero y yo’’ de Juan Ramón Jiménez. Con una particular emoción, por venir de Moguer, de la tumba de Nobel español. 

Mi jardín empieza a ser como Platero ̧ no ‘’pequeño, peludo y suave...’’ como escribiera Juan Ramón, sino que ‘’Nos entendemos bien. Yo le dejo ir a su antojo, y él me lleva siempre a donde quiero’’.

‘’La luna viene con nosotros, grande, redonda, pura’’, días largos... Al principio del verano, jardines. 

Guillermo Garabito

lunes, 19 de mayo de 2014

Los fantasmas de la Complutense

La Universidad Complutense de Madrid desprende olor a muerte y putrefacción, como si allí yaciese funestamente la razón. En las entrañas profundísimas de su ser, donde el sentido común no alcanza y la razón no se atreve, se han descubierto hacinados los cuerpos de aquellos que, de buena fe, donaron su cadáver a la ciencia. Y hoy, algunos, cinco años más tarde, se pudren ultrajados y abandonados de toda humanidad y respeto en un sótano, que es la fosa común donde los apilaron con otros dos centenares sin miramientos y sin expectativas.
Se escuchaban cosas sobre la falta de respeto hacia los cadáveres donados y aun con todo, en los últimos años, ha crecido el número de personas que toman esta decisión en pro de la ciencia. Suele ser en los sótanos donde se guardan las vergüenzas inconfesables y las cosas inservibles de la vida, pero nadie podría imaginar la torpe y desinteresada crueldad de esta pervertida estampa. Parece increíble que en la España de hoy, que en la Europa del siglo XXI, en una universidad, se lleven a cabo estos despropósitos. Cualquiera podría confundir la crudeza de las imágenes, con lo ocurrido en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial.

España no es país de dimisiones ni responsabilidades, pero en este caso debería ser la máxima autoridad de la universidad, el rector, quien, con conocimiento de causa o sin él, dimitiese abochornado por su responsabilidad última en esta atrocidad. Porque cumplidas las obligaciones de la vida y el deber de morirse, que menos que muerto uno, se respeten sus derechos.

Entre tanto, por caridad, den tierra a los cuerpos de esos ingenuos que obraron generosamente y déjenlos descansar tranquilos para la eternidad. 

martes, 13 de mayo de 2014

Mitades

Algún día indeterminado, en una tarde de una estación que hoy no recuerdo y rumbo a un quehacer concreto, ahora poco importante, caminaba con un buen amigo bajando el lateral de las lindes últimas de la catedral pinciana. Hablando de la ciudad surgió la idea, quizás premeditada, de que el herreriano templo, iglesia mayor de la urbe, era fiel reflejo de la ciudad en su conjunto. O quizá fuese la ciudad vallisoletana de hoy, reflejo irremediable de la inacabada y añosa catedral de la que somos legatarios.

De la ciudad se escapan aquellos que buscan el éxito mayor y se van a la jungla capital. Allí unos mueren olvidados entre cemento y vidas que no cesan y otros, por suertes y mérito, consiguen el éxito de pervivir al olvido y al paso de las modas. Porque Valladolid es una ciudad agradecida solo a medias.

La ciudad del Pisuerga y la Esgueva, es una patria partida por la mitad del ser o no ser. Del soñar con ser una de las grandes ciudades españolas, europea y del mundo, en tanto se mide por el patrón de las pequeñas, modestas y provincianas. Que nada tienen estas últimas de malo, cuando no guardan la ridícula expectativa de ser titánicas  metrópolis o que así las vean los demás.  Pero al final, pese a todo y gracias a ello, Valladolid es ciudad. Ciudad histórica, conventual y mística, noble e hidalga, contemporánea, aburguesada y trabajadora. Lares donde el nacer es gesto presumible y vivir, tranquilidad. Quizás la virtud de Valladolid sea esta, la de ser tanto siendo solo la mitad, el estar a medias y dar pie a que su otra mitad, la de su estética, la de su ser último y verdadero, estén aún por escribir.


Guillermo Garabito
La Razón, Marzo 2014


viernes, 11 de abril de 2014

La tarde que pasé por el Café Gijón

La literatura española del pasado siglo, junto con brillantes artículos y críticas periodísticas, no se entendería igual, o quizá no habría sido la misma, sin el aire poético y con algo de musa de muchos de nuestros cafés.  Este es el caso por excelencia del madrileño Café Gijón, de atmósferas artísticas y líricas, al que llegaban provincianos e inexpertos todos los jóvenes que querían triunfar y vivir en ese mundo imposible que es el arte.  Más tarde, tal vez tan solo los que conseguían darse de bruces con el éxito, se trasladaban a otros, como el desaparecido Teide de González Ruano o el Pombo de Gómez de la Serna, convirtiéndolos en remansos culturales, lejos del atractivo curioso que despertaba el Gijón. Allí unos reflexionaban y otros escribían artículos, porque ‘’hay que escribir dos artículos al día; uno para vivir y el otro para beber’’,  que decía don Francisco de Cossío.

Es curioso como al entrar, se me vino airado todo aquello que hasta entonces había leído de tan tratado lugar. Páginas desordenadas, pero aún nítidas, se hicieron arrebol en mi memoria y César González Ruano, Camilo José Cela, Francisco Umbral y su libro, desbordaban aquella estancia que en realidad es más pequeña de lo que en los libros pintaron. Descrita por la pluma, se le hace a uno, al menos a mí, un espacio velado de luces tenues en algún punto inexacto del céntrico Madrid sin tiempo, más grande que en verdad, más alargado que ancho, como con un toque lánguido y de una fama usada y perpetua.

Como el Gijón en Madrid, en Valladolid tenemos algún café con regusto literario de corte elegante y a la antigua, como el Lion D’or, con espejos en los que se quedan  y a la vez se reflejaban las prendidas siluetas de ayer. Al entrar, uno entiende la realidad de que lo único que tiene de todos aquellos ilustres que lo han frecuentado, es el café con leche que tomaba Ruano acompañado de pastillas, o la bollería y la historia de miradas y literatura que reflejan sus cristales abiertos curiosos, como ojos incansables, al tiempo de la Castellana.

Decía Umbral que Madrid lo habían hecho ‘’entre Carlos III, Sabatini y un albañil de Jaén, que era el que se lo curraba’’, empero yo opino que el Café Gijón, es un reducto del Madrid que se hizo gracias a los escritores que sembraron entorno a él un poético vendaval de anécdotas y leyendas.


Guillermo Garabito. 
Publicado en El Día de Valladolid en marzo de 2014.