Vacaciones
de improviso y nosotros con todo por hacer, como los políticos. Rajoy ha
decretado el fin de la crisis, porque sí “mire usted” —que el asunto se le
hacía cansado— y la gente vuelve a pasear por las calles; plazas y tiendas
hasta la bandera. Imagen entrañable en provincias que casi se nos había
olvidado durante los largos años pasados en el agujero de la crisis. Aparentemente
las cosas mejoran, no todo es psicológico, el ambiente invita aunque vaya lenta
la cosa, más de lo que nos venden.
Esta
región fría, como un castellano seco, vuelve a tener vida en las calles, que
una vez pensaron suicidarse, “como pequeñas venas / los comercios esperan para abrirse mañana” con
gente que cargue bolsas en las manos. Y no es el consumismo por el consumismo,
que poco valor o ninguno tiene en estas fechas, sino por reactivar una economía
donde ya sólo parecía que se podía dar de comer a los patos.
En
algo ha mejorado la situación económica, qué duda cabe. Pero a mi lo que en
verdad me asusta es la actitud de muchos a los que esta crisis parece no
haberles enseñado nada en absoluto. Escuchaba el otro día a varias señoras en
una cafetería metidas de lleno en asuntos económicos, mientras le decía una a
otra: “Pero a mí lo que me preocupa es si volverán a conceder crédito de una
vez, que a este paso me jubilo sin ponerle un piso a mi hijo” Y así va la cosa,
no nos hemos enterado de nada…
Volverán
las vacas medias, porque las gordas fueron tan sólo un sueño. Se irán de
vacaciones los políticos y dejarán de marearnos un poco la perdiz, -clementes
dioses que diría el gallego-, pobre animalillo, porque llevamos un año de esos
que cuando no es uno es otro el que está en el candelero con las manos sucias y
la conciencia revuelta.
Guillermo Garabito.
Publicado en ABC. 19 de diciembre de 2014.