sábado, 27 de septiembre de 2014

Novatos a la carrera

Con los últimos resoles del Veranillo de San Miguel se extinguen los poetas y mi lirismo se vuelve cemento y urbe, languidece brevemente. El calendario universitario expectante y la casa de la sabiduría, cimentación filosófica y añosa, renace de sus cenizas de curso consumado y viejo. 

Rector nuevo en la Universidad de Valladolid y todo se augura mejor, que a rector viejo todo eran pulgas: relaciones imposibles entre el rectorado y el resto del cosmos en general. A los campus universitarios de la comunidad esta semana, les volvía en arrebol de estudiantes y profesorado la vida. Despedían el silencio paciente de un estío merecido para enfilar, en torrente repentino, un curso más en el calendario. Escribía González Ruano que por muchas veces que llegara el otoño, no se cansaba de rendirle íntimo culto. Y es que nos lo acabamos encontrando nada más que setenta u ochenta veces en la vida; que bien miradas, no son tantas.

Desde mi tajuela, que hay que sentarse bajo me aconseja José Delfín Val para ver las cosas con sensatez y no hablar sentando cátedra -aunque de universidades vaya el artículo-,  el nuevo Rector, Daniel Miguel San José, me causa augurio de buenas expectativas. Mi deseo de éxito en su nueva tarea.

El tema a estas alturas se hace costumbre, las novatadas. Y que voy a decir yo, ¿qué hay algún inconsciente que siempre se pasa? No seré quien las defienda, cuando al margen de su peligro, no me gustan. Pero hay que reconocer que la prohibición de las cosas no las dota más que de un atractivo incierto, entre lo proscrito y la conciencia de cada uno. Que le pregunten al joven Quevedo, docto y golfo, durante su estancia como estudiante de Teología en la Universidad de Valladolid... etapa de sonadas  pullas y revueltas bajo la tutela del protonotario de Aragón.


Al final septiembre. Las novatadas se marchitan y llega octubre con su olvido.


Guillermo Garabito 

Publicado en ABC 26 de septiembre de 2014
http://www.abc.es/local-castilla-leon/20140926/abci-novatos-carrera-201409261003.html

jueves, 25 de septiembre de 2014

La caza del lobo

Escribir en ABC, ahí es nada, por donde han pasado con las décadas y aún hoy escribe esa gente a la que uno valora en este oficio. Desde su Sevilla refulgente y lírica el maestro de las ‘’Buenas Letras’’, Antonio Burgos. Del otro lado de Despeñaperros hacía acá, algunos otros, algunos. Inaugurar esta columna hoy supone una gran alegría para mí. Digo esto porque encaja con el tema del que quiero hablar. Y si no, pues permítaseme que para eso estoy de estreno.

Visita ministerial de Isabel García Tejerina a esta tierra y resurge el debate del lobo. El dilema entre el cazar o no cazar más ejemplares en esta región, que carga lanas y silencios ocres con olor de otoño. Benditos los lobos sin dobleces ni cadenas, animales previsibles que aúllan a la luna en las noches de soledad. Pero también hay de los otros, de los que hablaba Hobbes al decir que ‘’el hombre es un lobo para el hombre’’, de los que siempre quieren más, votantes aparte y se disfrazan de corderos. Como Pablo Iglesias, revolucionario y sin consecuencias, aullándole utópicas serenatas a su Venezuela querida.

Al sur del padre Duero, ‘’essa agua cabdal’’ –que dijo Berceo-, la especie seguiría siendo intocable. Y por ello, sintiéndose más seguro, Óscar López se fue a Madrid con el rabo entre las piernas; rezando para que en el coto vedado del Senado, le dejen yacer en paz.

Cela decía que los perros amarilleaban en otoño y Umbral que su yegua palidecía en invierno. Pues mis lobos, -los de esta región, los de este país- se ponen morados todo el año.Entre tanto, al rumor de la rutina que se instala nuevamente, seguiremos temblando, ciudadanos y cabañas ganaderas, a ver dónde va esto.

Guillermo Garabito


Publicado en ABC. 19 de septiembre 2014

http://www.abc.es/local-castilla-leon/20140919/abci-caza-lobo-201409190928.html


martes, 9 de septiembre de 2014

De mi jardín nostálgico.

Al principio del verano, jardines. Despeinados aún de invierno, desmelenados de primavera reciben el verano con la tranquilidad de los años que se suceden mientras todo continúa. Los jardines en lo alto de la paramera son recoletos oasis extasiados de verdes, en contrapunto de romántico colorido con un campo bruñido y desdichado esta cosecha. El mío, cada año a partir de mayo, se bebe las horas sediento de manos y de atenciones diarias. Porque en La Mudarra hay que tenerlo limpio y cuidado para no desmerecer al conjunto, a los de aquellas personas que lo visten de flores en abril y lo tienen engalanado hasta el otoño. Sin embargo, me viene ahora a la cabeza la frase que en los últimos días me decía una vecina cada vez que me veía trabajando en el mío, ‘’ un jardín no es de plástico’’. Precisamente ahí reside el encanto, en el olor a tierra húmeda, apenas cuajada de mañana, cuando todavía no se ha evaporado el rocío; en la visión aterciopelada del césped recién cortado que abriga de la frescura a cada nueva aurora.

A la sombra de los jardines en flor, encuentra uno agradables ratos de paz y tranquilidad, casi inmemoriales en las ciudades, la calma que este año quitaba el campo en los pueblos o simplemente el lugar donde escribir este artículo. En los jardines cabe todo... sueño de una noche de verano. 

Estacionales, en nuestra región los hay con personalidad propia, jardines donde, por muchos cambios que se hagan, guardan la esencia con la que fueron concebidos. Precisamente porque tenemos el país de huerto en huerto en una crisis que más parece un patatal infecundo, resultan tan atractivos y apacibles los jardines. Porque en este sembrado de la vida, vienen cosechas malas y mejores, pero tener un jardín en el que sentarse y olvidar todo por un rato, es una de las pequeñas licencias que se nos reserva todavía. 

Cada nuevo verano ocurre lo mismo, termino por preguntarme si paso más horas trabajando o disfrutando de él y he llegado a la conclusión de que, al menos mi jardín, se disfruta mientras uno lo engalana de estío. Que los ratos sentados son lo de menos, aunque imprescindibles para seguirle el ritmo. Este año le rondaba la inquietud a mí jardín, que suele ser sosegado y calmo. Algo que no entendía, por ser inusual en él, hasta que decidí pasar mi primera noche de verano aquí. Le ocurre ni más ni menos, que le ronda, precisamente este año 2014, la nostalgia y emoción literaria del recuerdo. Nostalgia de lirios floridos en mayo, como palomas de primavera que ya se fueron, porque los que en mí jardín hunden sus raíces, celebran el primer centenario de la publicación de ‘’Platero y yo’’ de Juan Ramón Jiménez. Con una particular emoción, por venir de Moguer, de la tumba de Nobel español. 

Mi jardín empieza a ser como Platero ̧ no ‘’pequeño, peludo y suave...’’ como escribiera Juan Ramón, sino que ‘’Nos entendemos bien. Yo le dejo ir a su antojo, y él me lleva siempre a donde quiero’’.

‘’La luna viene con nosotros, grande, redonda, pura’’, días largos... Al principio del verano, jardines. 

Guillermo Garabito