Surge
un poco de primavera en el ánimo y mi jardín, en lo alto del páramo, va por
libre, le han brotado ya colores y calores en torrente repentino. Con la
primavera va el amor –y va la vida– y los hay que se persiguen y otros,
simplemente, se dejan correr porque uno
ahora se enamora y se desenamora entre nublado y nublado. Esto debe de ocurrirle a Esperanza Aguirre…
tanto tiempo queriendo ser candidata con indirectas al corazón y cuando le han
puesto el foco central sale a escena con un “pero”. Sólo ella podía hacérselo a
Rajoy.
Con
el sol llegan las ganas y se hinchan las plazas y los ánimos de
manifestaciones. Las hay contra el aborto, contra los desahucios y en general
contra lo mismo que hace cuatro años, porque “seguro que nos dejamos una
revolución pendiente”. Entro en la panadería y estamos igual que entonces, tal
vez haya mejores perspectivas económicas, pero la misma mentalidad de ladrillo,
cemento y pelotazo electoral.
Dice
Aguirre después de aquel “Pilla pilla” al que jugó con los agentes de movilidad,
que quiere cambiarles el nombre si sale de alcaldesa, así, porque sí y porque no
tendrán cosas más importantes en las que pensar los ciudadanos. En Valladolid,
León de la Riva no se ha pronunciado sobre si les cambiará el nombre a los
jueces después de abril. La preguntan a Esperanza que impuesto bajaría: “Voy a
bajarlos todos”. Mañana le pregunto yo al alcalde por si cuela.
Las
épocas de campaña electoral no dan más que trabajo, que una vez cada cuatro
años no está mal, además de promesas infecundas en la mayoría de los casos.
Después llega mayo con las elecciones y sus flores para junio cercenarlas.
Guillermo Garabito.
Publicado en ABC. Sábado 14 de marzo de 2015.