Las dos Españas, que
son tres y hasta cuatro –según tenga el día Pedro Sánchez y le cuadren estos
gobiernos que se hace de naipes–, comen de la caridad en demasiadas ocasiones
todavía. Porque el hambre es más hambre desde que se muriera Miguel Hernández y
ya no se escriben más nanas ni más cebollas. Parece que la crisis es algo ya
difuso en el horizonte pero los hay que siguen sin trabajo y sin recursos. Y se
nos olvida. Con este panorama de políticos egoistones nos vuelve la inseguridad
y la prima de riesgo.
La crisis puso en
relieve la gran labor de determinadas instituciones sin ánimo de lucro que
fueron un colchón de fondo en el que cayeron muchas personas e incluso familias
enteras. Pero un colchón al fin y al cabo donde agarrarse en horas bajas. A
Amancio Ortega en 2012 le dio por donar un pico de millones –en euros, ni más
ni menos– a Cáritas para apoyar su labor callada y continua y salieron los de
siempre a decir que si daba de lo que le sobraba. Pero ninguno de los que se quejaba puso ni veinte millones ni
veinte euros.
Ayer me dio un amigo de
Palencia la noticia de que el Comedor Social se les iba a pique por falta de
financiación. El mismo comedor que da de comer a una media de ochenta personas
diarias; que a final de mes hace una cifra escalofriante. Las instituciones
públicas resultaron ser tan cerradas como la cebolla del poeta. Pobres de ideas
y de dineros no supieron hacer frente a esta situación de urgencia. Hoy me llega
la noticia de que un empresario, anónimo y palentino, ha donado 24.000 euros
para que no tuviera que cerrar el comedor.
Con actos como este uno,
que tiene picos de confianza en el ser humano, recobra la fe en el hombre y
hasta llega a pensar que a lo mejor el país se libra de irse al garete.
Guillermo Garabito.
Publicado en ABC CyL en abril de 2016.
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