domingo, 24 de febrero de 2019

Contra Kapuscinski




por Guillermo Garabito. 


No tengo nada contra Kapuscinski. Lo tengo contra la corrección política de una frase suya que usa Juan Vicente Herrera todos los años al entregar los Premios Cossío. Una de esas frases que se saca de internet para darle peso a un discurso. Una frase como de moralina y dogma de nuestros tiempos. Aquella en la que afirma que “para ser buen periodista hay que ser buena persona”.  

El mundo está lleno de buenas personas con profesiones que van del periodismo a la jardinería, con sus vidas hacendosas y felizmente al día con Hacienda. Y también de mala gente con trabajos rutinarios. Yo no quiero un escayolista que le ponga las molduras a este salón en el que escribo y me acredite para conseguir el trabajo que es un buen tipo. Por mí como si se comió a su perro mientras su trabajo lo haga bien. Yo no leo a un periodista por ser buena persona, si no por ser buen periodista. Y los conozco que venderían a su madre por acabar de parir el tema tras el que están. Yo no leo a este o aquel escritor por la calidad humana de su vida, para eso se lee uno la vida de los Santos que es el mejor de los antídotos para adecuar los buenos sueños. 

Que yo prefiero que el mundo esté lleno de buenas personas, lo hace más amable por las mañanas. Pero esta oleada de puritanismo intelectual que nos vino y en la que nos hemos instalado nos ha traído una checa terrible, la del limbo de los justos. Ese lugar que paradójicamente es el lugar más injusto de todos y cada vez se encuentra más saturado. Allí donde no paran de mandar a todos los escritores, los pintores y a fin de cuentas a todo el personal cuya vida u obra estropee el discurso dominante. Como cuando se pide censurar la pintura de Schiele o de Balthus. Eliminar la poesía de Neruda de los libros escolares de literatura donde ya apenas queda poesía. O como cuando se cargaron el premio González Ruano al que todos los articulistas aspiraban y a otros no nos dieron ni siquiera tiempo para presentarnos. Ruano, exiliado involuntariamente del mercado editorial porque no conviene asociarse con su nombre. “Para ser escritor hay que tener una leyenda negra. Cuando más oscura mejor,” repetía.

Y me da por escribir esta columna consciente de que el viernes era el aniversario del nacimiento de César González Ruano. César, que dejó escrita la mejor literatura en periódicos hasta la fecha, que propició la mejor literatura de otros cuando murió. Escribiendo también a sueldo para los Nazis o para cualquiera que sostuviera sus caprichos entre los anticuarios del Rastro, estafando judíos en el París ocupado…

Pero a Ruano, como a cualquier escritor, no hay que leerle por su vida o conocer su biografía. Hay que leerle por el valor literario de su obra. Porque aunque él escribió aquello de “yo, la verdad, no pierdo ningún año las ilusiones, y vosotros sabéis, digan lo que quieran, que no soy tan malo” a mi me da igual lo que fuera, porque César era un gran escritor. 


Publicado en ABC CyL el 24 de febrero de 2019. 

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