Del
Valladolid de los Enríquez o del Cipriano Salcedo de Delibes nos quedan nada
más que diez o doce edificaciones muy bien conservadas y un luto íntimo por las
que ya no están. El resto se vieron sometidas al progreso de piqueta y
modernización mal entendida. Y le pesa a esta ciudad la memoria como una
letanía amarga del pasado que no supo conservar… que le quitaron. Las callejas
y plazuelas, sentido personalísimo y provinciano, ahora son calles
cosmopolitas, de capital. A pocas les queda ya esa austeridad conventual y
mística de la calle Santo Domingo de Guzmán, con tapial que soporta
penitentemente el tiempo o aquellas otras con empaque de linajudos palacios.
Por
suerte, tenemos hombres inquietos e incansables que día a día se empeñan en
rescatar los flecos de la Historia que se perdieron y el gran pintor e
ilustrador Miguel Ángel Soria es uno de ellos. Miguel Ángel, que se mete en faena
cuando se le habla de toros porque de familia le viene el arrojo por el arte
taurino, Goyito Soria en el recuerdo, ha presentado la pasada semana en el Museo
del Toro el libro titulado “Quiero ser torero”. Y este viernes, de Adviento y luces,
en el salón de recepciones de la Casa Consistorial, se presentará su nuevo
trabajo “Valladolid. Lugares en la memoria”, una pequeña joya dentro del
catálogo editorial del Ayuntamiento, que con acierto publica este volumen donde
se cobija la ciudad de nuestros mayores. Un Valladolid entre el Pisuerga y la
Esgueva del que siempre escuchamos hablar y pocos llegamos a ver.
Estampas,
como aquella Antigua sin arbotantes que siglos atrás acogió las exequias
fúnebres de Colón, la de espadaña que rasga el cielo como espiga petrificada de
este valle helado, se resguardan en el libro.
A
Miguel Ángel Soria, le corre por dentro la necesidad de dibujar lo profundo y
maternal de esta Castilla ancha, áspera y longeva. Y para este nuevo trabajo
sobre nuestra ciudad, cuenta con un plantel incomparable de colaboradores encargados
de los textos; Teófanes Egido, María Antonia Fernández del Hoyo o el profesor
Javier Burrieza entre otros.
Hemos
compartido proyectos juntos y puedo certificar que Miguel Ángel es un pintor
incansable que bucea en los archivos con el pincel y la plumilla entre los
dientes. Su dedicatoria en este último volumen dice mucho: “… para que sigamos
disfrutando de este Valladolid tan nuestro”
Cuando
se acercan las fechas navideñas y se piensa en regalos, libros como éste, son
un acierto.
Guillermo Garabito
Publicado en El Día de Valladolid. 3 de diciembre de 2014
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