martes, 30 de diciembre de 2014

Navidad, que es lo nuestro

Le ha caído diciembre a esta ciudad como una puñalada helada y repentina, un carámbano que ya tocaba, pues el olor a castañas asadas no surte efecto en la nostalgia sin el frío. Esta Valladolid, que se reviste de hermosura con las bajas temperaturas, niebla y luces,  tirita los fríos y su Plaza Mayor se torna toda en hontanar de luminarias.

Pasaba en estos días por una atracción infantil montada en una plaza de la ciudad con motivo, imagino, de las fiestas navideñas y cansaba al personal Camela a todo volumen. Nadie les habrá explicado a los señores feriantes que, en estas fechas “tan señaladas”, quizá atrae más poner villancicos. Villancicos, ay, como aquellos que cantaban mis abuelos. Buena labor podía ser que alguna institución, desinteresadamente, en vez de nada y menos, obsequiase con algún álbum de villancicos de Joaquín Díaz, por ejemplo. Haríamos de las tardes vallisoletanas, entre el frío denso del invierno, una bella estampa castellana sin pastores ni corderos.

Papa Noel nos cae gordo cuando ya no nos trae nada y entonces, nos volvemos fervientes defensores del belén y las tradiciones propias, aunque en el fondo siempre fuimos más de los Reyes Magos. En mi casa, que somos de último momento hasta para la Navidad, no hay belén montado y escribo esto, a ver si a mis hermanos y mis padres les da por planteárselo, ya de urgencia. No habrá leído mi padre el artículo aún y ya sospecho su respuesta: “¡Pues también lo puedes montar tú!”. Y no entienden que uno, generoso y reflexivo, no quería quitarles la ilusión a los pequeños de jugar con las figuritas y decorar a su antojo el portal y sus aledaños…

Navidad a las puertas en este Adviento que se extingue, Navidad que palpita y sufre porque también en estas fechas hay pesares y necesidad agravadas por la crisis y a veces se nos escapa entre la bruma festiva de estos días. El Pisuerga ya no hiela, ahora arrastra en su corriente las nieblas de diciembre, oscuros cristales de invierno.


Se despide el que escribe hasta los umbrales del año próximo, pero no sin antes desearles pasen una feliz Navidad. No unas felices fiestas, no, una feliz Navidad, que es lo nuestro. 

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid, 17 de diciembre de 2014

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