Le
ha caído diciembre a esta ciudad como una puñalada helada y repentina, un
carámbano que ya tocaba, pues el olor a castañas asadas no surte efecto en la
nostalgia sin el frío. Esta Valladolid, que se reviste de hermosura con las
bajas temperaturas, niebla y luces, tirita
los fríos y su Plaza Mayor se torna toda en hontanar de luminarias.
Pasaba
en estos días por una atracción infantil montada en una plaza de la ciudad con
motivo, imagino, de las fiestas navideñas y cansaba al personal Camela a todo volumen. Nadie les habrá
explicado a los señores feriantes que, en estas fechas “tan señaladas”, quizá
atrae más poner villancicos. Villancicos, ay, como aquellos que cantaban mis
abuelos. Buena labor podía ser que alguna institución, desinteresadamente, en
vez de nada y menos, obsequiase con algún álbum de villancicos de Joaquín Díaz,
por ejemplo. Haríamos de las tardes vallisoletanas, entre el frío denso del
invierno, una bella estampa castellana sin pastores ni corderos.
Papa
Noel nos cae gordo cuando ya no nos trae nada y entonces, nos volvemos
fervientes defensores del belén y las tradiciones propias, aunque en el fondo
siempre fuimos más de los Reyes Magos. En mi casa, que somos de último momento
hasta para la Navidad, no hay belén montado y escribo esto, a ver si a mis
hermanos y mis padres les da por planteárselo, ya de urgencia. No habrá leído mi
padre el artículo aún y ya sospecho su respuesta: “¡Pues también lo puedes
montar tú!”. Y no entienden que uno, generoso y reflexivo, no quería quitarles
la ilusión a los pequeños de jugar con las figuritas y decorar a su antojo el
portal y sus aledaños…
Navidad
a las puertas en este Adviento que se extingue, Navidad que palpita y sufre porque
también en estas fechas hay pesares y necesidad agravadas por la crisis y a
veces se nos escapa entre la bruma festiva de estos días. El Pisuerga ya no
hiela, ahora arrastra en su corriente las nieblas de diciembre, oscuros
cristales de invierno.
Se
despide el que escribe hasta los umbrales del año próximo, pero no sin antes desearles
pasen una feliz Navidad. No unas felices fiestas, no, una feliz Navidad, que es
lo nuestro.
Guillermo Garabito.
Publicado en El Día de Valladolid, 17 de diciembre de 2014
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