miércoles, 25 de febrero de 2015

Por fallas antes de tiempo



Iba camino de lunes largo, con el tedio a cuestas y más de uno pensó que para eso mejor que se acabara el mundo, yo el primero, el folio en blanco y sin rastro de mi musa. Eran las cinco de la tarde. Al notar como vibró la tierra me arrepentí, “¡qué no iba en serio!”, pensé.  
Leí las redes sociales, había risas y había quienes parecían haberse muerto. Unos que no lo habían sentido y a otros se les tragaba la tierra en tuits agónicos. Un paisano, con cartel a cuestas, pregonaba: “¡Arrepentíos, el fin está cerca!”, le habrían pagado los de Podemos para hacer publicidad de su discurso.

Llegó mi musa a soplarme el artículo y hubo un temblor, un pálpito de gracia, porque los artículos acaban saliendo en un suspiro de última hora. No está claro que el epicentro fuera en Albacete. Puede ser que al alcalde de Valladolid le hubiese dado por empezar con el soterramiento y tocasen donde no era. Incluso pensé que nos habían puesto metro de repente, para darnos la sorpresa; cuando se acerca la campaña electoral ya se puede esperar uno cualquier cosa. En el Mercado del Val se escuchan obras por la noche.

Los terremotos en Valladolid traen malos recuerdos y ahora que tenemos ascensor nuevo en la torre de la Catedral, tras los dimes y diretes que costó la empresa, más de uno contuvo el aliento esos cuatro segundos.

De aquí a once años saldrá Iglesias, con coleta y canas, a decir que no fue espontaneo, que todo lo había organizado él, con cuatro amigos, para que temblara la casta. Tal fue el seísmo, que le llegó incluso a Merkel al conocer la noticia de que Tsipras y compañía se iba a retrasar en la entrega del documento de reformas. Sintió la canciller, ante el desplante, poco firme el suelo, le faltaba el aire pensando en si iba a ser señal –una indirecta– de que también querían retrasarse en el pago del rescate.

Se desperezaron las placas tectónicas, chocaron las ideas. Me dijo mi musa que escribir de terremotos hoy, no era muy original.

En Cataluña no sé si se sintió el seísmo, pero Mas pedía que le tragara la tierra silenciosamente. Declaraba el ex-molt honorable –que no lo fue ni siquiera un poco, visto lo visto–  a las cinco de la tarde.

“A las cinco de la tarde. / A las cinco en punto de la tarde”,  minuto más minuto menos, tembló la tierra.

Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid. 25 de febrero de 2015. 


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