Iba camino de lunes
largo, con el tedio a cuestas y más de uno pensó que para eso mejor que se
acabara el mundo, yo el primero, el folio en blanco y sin rastro de mi musa. Eran
las cinco de la tarde. Al notar como vibró la tierra me arrepentí, “¡qué no iba
en serio!”, pensé.
Leí las redes sociales, había
risas y había quienes parecían haberse muerto. Unos que no lo habían sentido y
a otros se les tragaba la tierra en tuits agónicos. Un paisano, con cartel a
cuestas, pregonaba: “¡Arrepentíos, el fin está cerca!”, le habrían pagado los
de Podemos para hacer publicidad de su discurso.
Llegó mi musa a soplarme
el artículo y hubo un temblor, un pálpito de gracia, porque los artículos
acaban saliendo en un suspiro de última hora. No está claro que el epicentro
fuera en Albacete. Puede ser que al alcalde de Valladolid le hubiese dado por
empezar con el soterramiento y tocasen donde no era. Incluso pensé que nos habían
puesto metro de repente, para darnos la sorpresa; cuando se acerca la campaña
electoral ya se puede esperar uno cualquier cosa. En el Mercado del Val se
escuchan obras por la noche.
Los terremotos en
Valladolid traen malos recuerdos y ahora que tenemos ascensor nuevo en la torre
de la Catedral, tras los dimes y diretes que costó la empresa, más de uno
contuvo el aliento esos cuatro segundos.
De aquí a once años
saldrá Iglesias, con coleta y canas, a decir que no fue espontaneo, que todo lo
había organizado él, con cuatro amigos, para que temblara la casta. Tal fue el seísmo,
que le llegó incluso a Merkel al conocer la noticia de que Tsipras y compañía
se iba a retrasar en la entrega del documento de reformas. Sintió la canciller,
ante el desplante, poco firme el suelo, le faltaba el aire pensando en si iba a
ser señal –una indirecta– de que también querían retrasarse en el pago del
rescate.
Se desperezaron las
placas tectónicas, chocaron las ideas. Me dijo mi musa que escribir de
terremotos hoy, no era muy original.
En Cataluña no sé si se
sintió el seísmo, pero Mas pedía que le tragara la tierra silenciosamente.
Declaraba el ex-molt honorable –que no lo fue ni siquiera un poco, visto lo
visto– a las cinco de la tarde.
“A las cinco de la tarde.
/ A las cinco en punto de la tarde”,
minuto más minuto menos, tembló la tierra.
Guillermo Garabito.
Publicado en El Día de Valladolid. 25 de febrero de 2015.
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