En CyL, que somos de ideas fijas, nos habíamos hecho
ya ilusiones de ver al Papa Francisco por las calles; con sotana blanca y
paseando esa imprevisibilidad tan previsible que trae locos a los de su equipo
de seguridad. Yo, hasta había almidonado el cuello de mi camisa de las grandes
ocasiones.
Hicieron en España fumata blanca del viaje con urgencia
y sin confirmación ninguna. A alguno se le fue de las manos la cosa anunciando
la visita del Santo Padre a los cuatro vientos, de una forma tan arriesgada y
tempranera. Otros hasta publicaron portadas. Será cosa de los recortes últimos
antes de ver la luz al final del túnel, que para asegurar la recuperación hay
que recortar incluso de las ilusiones ya vendidas.
Este Papa, que vive en Santa Marta humildemente,
porque la residencia en el Vaticano se le hacía demasiado grande y solitaria,
viaja en coches sin estrella y no gusta de ostentaciones, está removiendo hasta
la entraña la fe de muchos. He llegado a escuchar últimamente a algún ateo
convencido, de blasfemia y puño en alto, decir ahora que la Iglesia no es tan
mala, que Francisco es otra cosa.
La agenda de Su Santidad está demasiado apretada
intentando poner algo de cordura en este mundo insano. De momento, las huellas
de la Santa no guiarán al Papa Francisco hasta esta región española, que para
eso nos había anunciado el nombramiento de un nuevo cardenal, abulense para más
señas. Él queda completamente disculpado, tiene mucho trabajo en casa. Hay en
la figura de la Mística sabiduría proverbial y esta vez, en palabras de la Santa
tendremos que aguantarnos, porque “cuando perdiz, perdiz; cuando penitencia,
penitencia”.
Teresa de Cepeda y Ahumada comprenderá a buen seguro que
a Francisco le necesitan en otros sitios más que aquí como atracción turística.
Nosotros, empero, nos hemos quedado con las ganas de conocer al Santo Padre. Parece
un tipo campechano, un santo de los hoy.
Guillermo Garabito.
Publicado en ABC el 30 de enero de 2015
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