¡Lo
importante es que estamos bien! Ayer, durante todo el día, la gente no sabía
decir otra cosa. Menos a los que les había tocado la Lotería, que la salud se
la traía al pairo. El ritmo cardiaco desenfrenado. Le ha caído la Navidad en
forma de nieblas a esta ciudad y ya tocaba. El aroma a castañas asadas sin frío
no es lo mismo.
Para
mí la Navidad es La Mudarra. La Mudarra es mi magdalena de Proust. El crepitar
de la leña entre las llamas durante toda la noche en el cuarto de estar y
rachas de aire helado tras los cristales. La Misa del Gallo en el Salón dorado
temprana, antes de cenar, y un apagón de luces en Nochebuena al llegar Papá
Noel, que no es cristiano pero traía regalos.
Al
llegar a La Mudarra, por la tarde, íbamos a ver el belén de la asociación
cultural El Santillo a la gruta de abajo; allí donde bien podrían haberse
refugiado José y María para tener a Dios aquella fría noche. Y por el valle,
los pastores. Sebastián con sus ovejas, antaño su padre. Después volvíamos y al
entrar en casa nuevamente se escuchaba un coro de villancicos en vinilo que
sonaban desde el tocadiscos. Poníamos nuestro belén modestamente, con ríos de
plata arrugada, patos que flotaban sobre el papel de aluminio y en la orilla
las lavanderas con la espalda dolorida esperando que alguna vez bajase el agua
de verdad. La nieve eran copos de harina, que es nieve castellana de oro
molido, con la que sueñan los trigales aplastados bajo el sol de agosto. Con
los años y las figuritas maltrechas se
iban comprando otras nuevas y no había problema cuando en vez de tres había
seis pastores, pero seis Reyes Magos… Nunca se vio aquello. Y un año poníamos
unos y al siguiente los otros para que no se quedasen ningunos sin hacer camino
hasta el portal.
La
Navidad es eso y más. Incluso el roscón de las Clarisas. Tengo un amigo que en
su casa se compraba un roscón de más y se congelaba para allá por agosto,
espíritu navideño aparte, descongelarlo y matar las ansias hasta las Navidades
siguientes.
En
mi casa el roscón dura poco. Como salgas la Noche de Reyes a la mañana
siguiente no quedan ni las guindas. Pero ya saben: ¡Lo importante es que
estamos bien!
¡Feliz
Navidad!
Guillermo Garabito.
Publicado en El Día de Valladolid el 23 de diciembre de 2015.
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