Al poeta le vuelan los papeles cuando
entra, airado, un pequeño vendaval desde el jardín. Las parras de la pared no
protegen apenas nada. Y decide que la casa ya no hay por dónde cogerla; que hasta
en la casa de un poeta se necesita orden para aparentar el melancólico desorden
de un verdadero romántico. Con los versos revueltos, por buenos que sean, nadie
puede ser poeta.
No recuerdo ya bien si puso don José un
anuncio en el periódico -en prosa o en verso, quién se acuerda...- o se
encontraron en sus libros. Las referencias que llevaba Ángela para el puesto
eran la de ser escritora y tal vez, o seguro, la mejor conocedora de la obra y
la figura del ilustre vallisoletano. Debió de gustar al vate aquello de que
alguien del gremio y que tanto sabía de su obra cuidase de la casa y así se la
confío. Si el Holmes de Conan Doyle tenía a la señora Hudson no iba a ser menos
nuestro poeta, por favor.
Y las puertas de la casa se abrieron a
la cultura y el poeta se abrió a Valladolid. Hasta entonces, Zorrilla, en el
celo de su intimidad, no abría las puertas para que nadie se le colase a ver
los rosales del jardín floridos de mayo y le espantaran las musas. Debieron
hasta de preguntarle cuando escribió el Tenorio si no creía interesante que se
representase allí, en su jardín, una vez al año la escena final del cementerio
por los Santos. "¡Y a quien le va a interesar eso!", contesto iracundo
el poeta.
Tuvo que ser la directora la que le
explicase que aquello se convertiría en tradición con el tiempo. Que
acudiríamos allí los vallisoletanos y hasta los foraneos para ver entre los
cipreses arrepentirse a don Juan al pie de la sepultura. Hay que tener visión
para tratar con el escritor, y paciencia para aguantar a su abuela Nicolasa. La
misma abuela que cuenta Ángela que se sigue apareciendo por allí, casi siempre
en verano me imagino que por cosas del reuma, y cambiando de sitio las cosas de
la casa.
Tiene Ángela Hernández la voz gastada de haber presentado demasiadas
actividades en esa docta casa. De quien ha hablado de las cosas
importantes.La voz cansada de habernos cedido la palabra incluso a los jóvenes que empezábamos.
Dice don José que te jubiles tranquila.
Que ahora, después de tus años al mando, la Casa es más su casa, si cabe. Y un
poco también la tuya.
Guillermo Garabito.
Publicado en El Día de Valladolid el miércoles 20 de enero de 2016.
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