sábado, 23 de enero de 2016

Derechos por escrito

Celebramos este año el aniversario de la muerte de Cervantes. Efeméride mayúscula en el panorama cultural y la emprenden contra los escritores. “This is Spain”. Este oficio no da más que disgustos y alguna alegría de la que Hacienda se queda el veintiuno  por ciento. Hacienda, siempre Hacienda. Ay. De estar siempre ahí acabaríamos haciendo buenas migas. “Si no fueses tan puta…”, que diría Gil de Biedma.

Cómo es sencillo ser escritor y vivir de tus textos decidió añadirle Montoro un poco más de emoción al tramo final de la vida, cuando uno ya está pensando atardeceres. Aquellos escritores que ingresen más de nueve mil euros anuales en concepto de derechos de autor tendrán que elegir entre vivir de estos o de la pensión.

Y ante esta situación exclamó Antonio Gamoneda: “Dejaré de escribir”. Y la advertencia parecía seria. Y yo no sé si Montoro leerá poesía –le falta metáfora en el discurso–, pero el resto lo sentiríamos profundamente si el asturiano, o en la otra punta Caballero Bonald por ejemplo, dejaran de publicar.

Aún con la crisis venida a menos la vida sigue siendo dura como para vivirla sin lirismo y sin literatura.

Uno se pasa la vida escribiendo y haciendo planes y le salen ahora con estas. Yo que siempre he pensado en jubilarme. De frente al mar. O entre los trigos desmelenados de Torozos. Pero ya no podré escribir  mis memorias. Un medio siglo confesado a medias –como el de Ruano–  por miedo a que tenga éxito y los derechos de autor me hagan elegir entre la pensión o la nada.

Puede ser esto lo que le ocurriera a Cervantes al final de sus días. Aquellas últimas jornadas donde le vieron, pordiosero y mediovivo, penando por el Barrio de las Letras de Madrid. Imposible de cobrar los derechos de la obra más universal de todos los tiempos por tener una irrisoria pensión de soldado viejo. Pero entonces ni había pensión ni había “derechos de autor”. 

Guillermo Garabito. 


Publicado en ABC CyL el 22 de enero de 2016.

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