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Con los pies todavía
fríos por las prisas y la temperatura del lugar, escribo este artículo con garbo
para que llegue en hora. Hago de cronista de ultratumba, de depósito bohemio y almacén
caótico bien clasificado, con más arte del que ya quisieran muchos museos con
ínfulas.
Gracias a la amabilidad
de Concha Gay y Julio del Valle pude visitar los fondos artísticos de la
Diputación provincial. Cúmulo extenso de cuadros y escultura donde se agolpan
los siglos y el renombre de grandes artistas, que cuelgan bien ordenados y
catalogados a lo largo de inmensos paneles.
En ese almacén se le
hielan a uno los pies a la temperatura exacta que hay para conservar los
pictóricos tesoros. Allí muda, entre los de su gremio reluce, en cantidad y
calidad, la obra de Eduardo García Benito, pintor nacido en 1891 en esta ciudad
del Pisuerga y la Esgueva, que recorrió el mundo en las mullidas comodidades
del éxito. Pero como de todo depara la suerte, también conoció la ruina
económica.
Don Eduardo fue becado
joven por su talento, trabó amistad con Picasso o Modigliani y triunfó en el
París de la época de Juan Gris. Trabajó como ilustrador para publicaciones de la talla de Vogue
o Vanity Fair, en aquellos años refulgentes del estilo Art decó -insurrecta
corriente contra la austeridad forzada tras la Gran Guerra-. Dibujó
innumerables portadas con las que ganaba para vivir todo un mes, a alta
velocidad, en el Nueva York del Gatsby de Scott Fitzgeral. Felices años veinte
donde todo deslumbraba a ritmo de jazz y excesos. Inopinadamente, la fortuna le
hizo ‘’crac’’ en el veintinueve.
Volvió a España, a la Valladolid
modesta, provinciana y la Excelentísima Diputación, supo entonces tener la
altura de miras de pensionarle hasta el fin de sus días, a cambio de conservar
su obra tras la muerte. Los últimos años se le veía comiendo en el Círculo de
Recreo y de Nueva York, ya sólo le quedaban chalecos amarillos de terciopelo
gastado y recuerdos que paseaba nostálgico por Valladolid.
Hoy, viendo tan
fascinante colección, sería gran idea que la Diputación, dentro de su buen
hacer cultural, nos brindase a los vallisoletanos y a los foráneos que llagasen
atraídos por el cartel, una exposición donde se muestren los lienzos, portadas,
dibujos y grabados de García Benito. Pues sus obras son, allí escondidas de las
miradas, cadáveres fresquísimos que rezuman arte y soledad.
Guillermo Garabito
Publicado en El Día de Valladolid, 19 de noviembre de 2014.
Interesante artículo para los que desconocíamos la existencia de estas obras en Valladolid. Gran prosista estás hecho.
ResponderEliminarJ.T.S.