Declaraba
ayer Rita Maestre por los juzgados de Madrid con el rostro compungido y un alzheimer
preocupante para su edad. Que si “yo me coloqué atrás” cuando asaltamos la
capilla, que si yo estaba en el centro del meollo. “Entre los pucheros anda
Dios” escribió Santa Teresa, pero Rita Maestre no entendió a la santa y llegó al juicio con gesto de
arrancarse a llorar en cualquier momento.
“Fueron
cinco minutos hace cinco años”, se excusó. “No tenía eso en la cabeza cuando me
levanté aquella mañana”. Y menos mal.
Conforme
avanzaba el juicio se iba viendo en su declaración –acabó la perdiz con
nauseas– el carácter voluble de la concejala. Aquel día la dio por profanar una
capilla, hoy por la política y quizá mañana, con la venia del juez, la dé por
meterse a monja de clausura por el arrepentimiento de sus actos. Y es que la
chica, con sentimiento de culpa, tal vez
tenga la tentación de tomar los hábitos para reconciliarse con Dios y consigo
misma. Visto el mundanal ruido, la suciedad y el ajetreo de Madrid querrá
venirse la concejala de Carmena a provincias a rezar para no ser “casta”. A ver
si entre llanuras y labores escucha con claridad la voz de su conciencia y la
de Dios mismo.
Mañana
se levantará con vocación de tornera conventual y pedirá sustituir la plaza
vacante en el Monasterio de Santa Clara de Palencia, el de Zorrilla, que dejara
Margarita la tornera cuando se fue a vivir sus amores con Don Juan.
Ayer
se arremolinó el personal a la puerta del juzgado para ver si Maestre se sacaba
un pezón en acto de rebeldía contra el juez, o algo, pero se despertó mansa la
concejala. Ha entendido que hay que conservar el sueldo, que no está España
para andar perdiendo trabajos tan lucrativos y privilegios. Que hay que preservar
el puesto, incluso el de su padre al que metió en el Ayuntamiento a su llegada.
Guillermo Garabito.
Publicado en ABC el viernes 19 de febrero de 2016.
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