El final de la crisis
es una tienda de “Compro oro” en alquiler. Hay indicadores a pie de calle que
son más relevantes que todos los discursos políticos e informes macroeconómicos
e ininteligibles juntos. Y aunque el bolsillo de momento no lo sienta, ver una tienda de “Compro oro” cerrada levanta
la esperanza de cualquiera. Quizá sea eso o simplemente que se nos acabó el metal
precioso en la ciudad. Ayer me encontré en Valladolid el principio del fin de
estos negocios.
Yo si fuese Luis de
Guindos, en mi próxima comparecencia saldría con el apoyo visual de una tienda
de almoneda en alquiler o venta. Le tomaríamos más enserio. Aunque también
habría aquellos que dirían que es el síntoma irremediable de que ya ni estas
consiguen mantenerse. Ni con oro se paga a final de mes la cuota de autónomo.
Nos vendieron el fin de
la crisis por fascículos, incluso antes de que comenzara.
Los “Compro oro” fueron
la burbuja de la crisis cuando por Montera te saltaban individuos fluorescentes,
con chaleco y gorra de empresa, empapelándote de panfletos publicitarios de
estas tiendas. En provincias se instaló uno en cada esquina. Los hay que
resisten a ver si con los próximos Juegos Olímpicos mejoran las reservas del noble
metal. Entretanto Zapatero seguirá rezando para que las medallas suplan en la
reserva los lingotes que dilapido antaño; allá por 2007.
Por fin se terminó el
AVE a León después de siete años. Ahora dudo si leí en su día a Nostradamus
algo que relacionara la efeméride con el fin de la crisis. Lo que ni el astrólogo
francés habría augurado era el encuentro entre el alcalde de Valladolid con el
homólogo de la ciudad vecina. Y el efusivo abrazo, y los elogios y en general
todo eso que ocurre ante las cámaras para el periódico del día siguiente.
Se acaba la crisis,
querido lector. Qué le voy a decir si es viernes.
Por Guillermo Garabito.
Publicado en ABC CyL el 2 de octubre de 2015.
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