A Fernando Trueba la
nacionalidad le viene grande; se le escapa entre sus ironías de mal gusto pagadas
por todos los españoles. “Ni cinco minutos de mi vida me he sentido español”
decía con el otro ojo buscando la salida consciente del revuelo que iba a
armar. La cara de Méndez de Vigo, incrédulo, se retorcía maquinando una
contestación.
Como se sintiera aquel
día Trueba, a mí y creo que al resto de los españoles, nos la trae al pairo. No
lo hizo con mala intención. Usó el foro y su discurso de agradecimiento para
ahorrarse los cien euros del psicólogo y expresar en voz alta sus sentimientos.
¡Qué pícaro el cineasta!
Valladolid es un
circo con un oso haciendo cortes de mangas al personal. Como la noticia
que recogía Luis Amo recientemente en
este periódico. Aquella escena que tenía demasiado de película de los hermanos
Marx, del humor de lo absurdo de Jardiel Poncela, en la que el dueño del circo
sacaba al animal a saludar con este gesto tan elocuente a los animalistas que
protestaban a la puerta. Y a la Seminci, que ya tenía concedido el premio antes
de que a Fernando Trueba le diese por ese humor progre que se lleva ahora,
quizá le dé pereza andar cambiando de premiado; sobre todo porque eso
requeriría buscar otro. Y a ser posible mediático. Es verdad que el premio no
se concede por lo español que se sienta el galardonado. Pero hay que felicitar
al festival por su talento, siempre descubriéndonos directores “extranjeros”,
como antaño a Ingmar Bergman.
“Qué pena que España
ganara la Guerra de la Independencia” dijo el madrileño. Querrá que le den
alguna subvención en el país vecino este mini Sartre metido a oportunista.
No creo que Valladolid
sea el mejor sitio para concederle un premio después de su desafortunado
comentario. Bien dicen de los castellanos que somos secos a la hora de expresarnos.
A ver si entre tanta locuacidad de monologo torpe malinterpretamos alguna palabra
y ya tenemos titulares otra vez. En esta ciudad, capital que fue de España, le
vamos a dar 60.000 euros, ahí es nada, y a cederle otra vez un micrófono
cruzando los dedos para que tenga más fino el sentido del humor de lo que lo
tuvo la última vez.
Por Guillermo Garabito.
Publicado en El Día de Valladolid el día 30 de septiembre de 2015.
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