A
la muerte de un quiosco no hay responsos funerales, ni una esquela en el
periódico, ni ninguna otra pompa luctuosa. Se queda ahí, de cuerpo presente
pero vacío y yermo. No le compondrán más que un réquiem de miradas los que,
como yo, ahora tenemos que buscarnos otro donde comprar cada mañana la
actualidad, que se vende barata. Y hasta trabar una nueva amistad con vaya
usted a saber que quiosquero diferente, con tal de que no sea tan fría la
transacción. Al de siempre se le volaron las hojas y las gominolas en un otoño
precipitado y definitivo.
Y
me entran las dudas y los recelos cuando emprendo la busca de uno nuevo. ¡Qué
sé yo si el periódico será el mismo comprado en otro quiosco! A mí me gustaba
verme publicado en el ABC que vendían aquí.
Hay
un cartel que reza “Gracias por todos estos años” tras uno de los expositores
ya vacío. Debió pegarlo Lourdes, o Juan Manuel su marido, la semana pasada
justo al lado del de “Cerrado por jubilación”; bien merecida. Guardo recuerdo
de ir a ese quiosco desde que era niño, cuando las pesetas y todo.
En
la prensa de ayer se leía que CyL es una de las regiones donde más tiempo se
tarda en abrir una empresa. ¡Bendita burocracia! Me cuenta Juan Manuel los
jaleos que se trae la administración antes de que alguien pueda abrir de nuevo
el quiosco. Y es cuando resuelvo que mejor me busco otro y hasta haré las
presentaciones oportunas con el nuevo quiosquero a regañadientes y le explicaré
que tengo una abuela que se llama Marisa, que de pequeño me llevaba a uno de
estos los domingos, para que me pregunte por ella todas las mañanas y si sale o
ya no sola a la calle.
Se
le jubila a uno el quiosquero, cierra el negocio y le hace la misma faena que
andar buscando un contable nuevo.
Por Guillermo Garabito.
Publicado en ABC CyL el 9 de octubre de 2015.
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