miércoles, 7 de octubre de 2015

Ni gratis

Y uno que pensaba que no le leía nadie… Me informa Seminci que la Espiga de Honor es un premio sin dotación económica, de carácter honorífico. Ya siento Fernando, amigo, darte yo la noticia por si estabas tan equivocado como yo. Y como uno yerra pues rectifica y sé disculpa. Entono el famoso “lo siento mucho, no volverá  a ocurrir” y aclarado queda mi error para con la Seminci.

Uno empieza a escribir bien cuando es consciente de que no le leen ni en su casa. En casa, mi madre me dice que no se rectificar. Fresco hoy, le enseñaré el periódico para demostrarle que en el fondo y aunque a ella le entren dudas también se pedir disculpas.

Los errores breves con el tiempo únicamente conservan la gracia. En Valladolid sin ir más lejos. Años cuarenta y al concejal de turno del gobierno municipal le pregunta un periodista sobre la góndola con la que había obsequiado a la ciudad el Ayuntamiento de Bilbao para que navegara por el estanque del Campo Grande. “Muy bien, muy bien” sopesó. “Ahora ya sólo falta que alguien nos regale un góndolo…” contesto precipitadamente; muy ancho, convencido de que el regalo respiraba y tenía patas. Las ruedas de prensa por la mañana temprano también entonces jugaban malas pasadas. 

Y a mí se me ocurre que ya he entrado en esa nómina de columnistas que erraron alguna vez en la vida. Como Umbral sin ir más lejos, que corrigiendo el artículo de Pedro Rodríguez publicado el día anterior, también metió la pata. Y tuvo que llegar Jaime Campmany en otra columna posterior, con su magisterio cenital, para sacar del error a ambos. “Total, que Francisco Umbral también se equivocaba”, escribió el murciano. “O sea que ya le podemos hace igualmente ministro de Cultura”. Y no sé si con mi error de ayer ya quedo registrado como papable ministerial para el futuro o tendré que apuntarme en algún lado.


Respecto a Fernando Trueba, que también se equivocará alguna vez –digo yo–, sigo manteniendo lo dicho en mi columna de ayer. Sesenta mil euros arriba o abajo. Deberían de pensarse bien lo de entregarle el premio después de su ya afamado “agradecimiento” al recoger el Nacional de Cinematografía. Aunque sólo sea por cederle otra vez un micrófono cruzando los dedos para que tenga más fino el sentido del humor de lo que lo tuvo la última vez.  

Por Guillermo Garabito. 

Publicado en El Día de Valladolid el día 1 de octubre de 2015. 

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