Y
uno que pensaba que no le leía nadie… Me informa Seminci que la Espiga de Honor
es un premio sin dotación económica, de carácter honorífico. Ya siento
Fernando, amigo, darte yo la noticia por si estabas tan equivocado como yo. Y
como uno yerra pues rectifica y sé disculpa. Entono el famoso “lo siento mucho,
no volverá a ocurrir” y aclarado queda mi
error para con la Seminci.
Uno
empieza a escribir bien cuando es consciente de que no le leen ni en su casa. En
casa, mi madre me dice que no se rectificar. Fresco hoy, le enseñaré el
periódico para demostrarle que en el fondo y aunque a ella le entren dudas también
se pedir disculpas.
Los
errores breves con el tiempo únicamente conservan la gracia. En Valladolid sin
ir más lejos. Años cuarenta y al concejal de turno del gobierno municipal le
pregunta un periodista sobre la góndola con la que había obsequiado a la ciudad
el Ayuntamiento de Bilbao para que navegara por el estanque del Campo Grande. “Muy
bien, muy bien” sopesó. “Ahora ya sólo falta que alguien nos regale un góndolo…” contesto precipitadamente; muy
ancho, convencido de que el regalo respiraba y tenía patas. Las ruedas de
prensa por la mañana temprano también entonces jugaban malas pasadas.
Y
a mí se me ocurre que ya he entrado en esa nómina de columnistas que erraron
alguna vez en la vida. Como Umbral sin ir más lejos, que corrigiendo el
artículo de Pedro Rodríguez publicado el día anterior, también metió la pata. Y
tuvo que llegar Jaime Campmany en otra columna posterior, con su magisterio
cenital, para sacar del error a ambos. “Total, que Francisco Umbral también se
equivocaba”, escribió el murciano. “O sea que ya le podemos hace igualmente
ministro de Cultura”. Y no sé si con mi error de ayer ya quedo registrado como
papable ministerial para el futuro o tendré que apuntarme en algún lado.
Respecto
a Fernando Trueba, que también se equivocará alguna vez –digo yo–, sigo
manteniendo lo dicho en mi columna de ayer. Sesenta mil euros arriba o abajo.
Deberían de pensarse bien lo de entregarle el premio después de su ya afamado
“agradecimiento” al recoger el Nacional de Cinematografía. Aunque sólo sea por
cederle
otra vez un micrófono cruzando los dedos para que tenga más fino el sentido del
humor de lo que lo tuvo la última vez.
Por Guillermo Garabito.
Publicado en El Día de Valladolid el día 1 de octubre de 2015.
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