Noviembre
primerizo, preelectoral e inconstante. Van cayendo de las listas para las
generales los políticos de siempre como hojas ya prejubiladas de su adorno. Y
se pregunta uno si va a haber suficientes candidatos para cubrirlos y piensa en
el Hemiciclo del Congreso y del Senado como en un páramo vacío y lóbrego. Pero
luego me acuerdo de lo interesante del sueldo y lo ventajoso del oficio y
recupero la confianza en que saldrán nuevos candidatos.
Ana
Mato renuncia por convicción propia de volver a ir en las listas, que no es más
que la forma menos vergonzosa de confirmar su exilio. La perennidad en política
fue un lujo que parece se acabó con esta renovación que venden ahora los
partidos. Y sacrifican a varios de sus candidatos
en provincias para colgarse medallas un tanto huecas en la capital. Entre
tanto, en Moncloa, Rajoy se tira de los pelos pensando que lo están echando
todo a perder: si se le apuntan al paro todos los que no repiten en las listas,
qué brotes verdes va a vender de cara al 20-D.
Los
escépticos dudaban de las energías renovables. Ay, incrédulos. Tantos molinos
eólicos que quizá no vengan a renovar nada más que las listas. Y no es poco.
En
CyL a Villarubia lo sacrifica el PSOE. Y el PP va dejando un reguero de
diputados y senadores lacrimógenos estos días. León de la Riva salió a la
palestras no sabemos muy bien a decir qué con aquello de “las neuronas me
funcionan modestamente como para desaprovecharlas”. Quizá soñaba con el Senado,
que es ese resort donde mi abuela me
dice que si no le harán un hueco para irse de vacaciones, que lo del Imserso es
pobretón y lento.
Guillermo Garabito.
Publicado en ABC CyL el 6 de noviembre de 2015
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