Me
gustaría dormir menos y leer más. Tener un insomnio ligero con el que, aburrido,
echarme a la calle a pasear de madrugada. Entre el silencio y la nada. Aunque
también me gustaría dormir más, o al menos despertarme más tarde porque como
dice José Delfín Val: “Antes de las once de la mañana no se escribe nada
decente”.
La
semana pasada por la noche me fui a Urgencias de madrugada. Llevaba tiempo
queriendo ver cómo habían quedado las nuevas instalaciones del Clínico y no se
me ocurrió mejor situación que aquella, con el pie hinchado como un globo. En
la sala de espera, solo, entendí que con las Urgencias de los hospitales ocurre
como con las tarifas de la luz, las usamos mal. Por eso unas se colapsan y las
otras salen tan caras. Hay que usarlas de madrugada, que es cuando tienen su
funcionamiento óptimo. En días de diario, faltaría más. El viaje a urgencias resultó interesante. Ligué
con la enfermera que era rubia, alegre y me preguntaba si a esas horas y con el
pie de aquella manera me quedaban ganas de pedirle una cita. Salí cojeando y
con su número de teléfono. Y como no encontré ningún taxi decidí pasear mi
cojera entre la niebla hasta casa.
La
ciudad a esas horas es menos ciudad. Tiene otro ritmo. Parece el cuerpo yerto de
no sé qué grandeza rota. Y uno teme que se haya muerto, de repente, o por el
frío, hasta que le vuelve a encontrar el pulso y los latidos que se escuchan en
lo alto de la torre de La Epístola de la Catedral cuando, vacía, la ciudad
permite apreciar la electricidad que recorre la terraza de la torre para que no
se posen las cigüeñas. Serían las cinco
y media de la mañana y en algún café de Cantarranas quedaba vida y luces que
celebraban, con la reja bajada, una fiesta a la que no me habían invitado.
Durante
el paseo tenía claro que aquello merecía un artículo y lo hubiese escrito según
llegué a casa pero me quedé dormido por las horas y la medicación. Claro está
que no le he preguntado a José Delfín si de madrugada se escribe bien o tampoco
lo aconseja.
Guillermo Garabito
Publicado en El Día de Valladolid el 25 de noviembre de 2015.
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