Lunes 7 de septiembre.
Primera etapa: Valladolid - Villalón de Campos.
De casa uno parte como si se fuera por meses a la mili
y la madre le besa, le rebesa y repite mil veces que tengas cuidado, que si
lleva el casco y no sé cuántas cosa más. La abuela por detrás se pregunta en
voz alta que quien nos mandará meternos en estas aventuras, pero Jorge y yo
llevamos hablando tres días seguidos nada más que de esto y sólo tenemos ganas
de vernos encima de las bicicletas y empezar el Camino a Santiago.
Planificamos en tres días, que en verdad es como se
planifica todo en la vida; cuando nos mentalizamos de que la cosa va adelante.
La noche del domingo nos acostamos a las cuatro de la madrugada tras revisar
frenos, arreglar un pinchazo en parado y algunos detalles más. He de decir que
soy experto en pinchar en seco. Hace años a punto de empezar el Camino en
Frómista, nada más bajarme del tren, había pinchado la rueda delantera, eso si,
con mucho estilo como vera el lector. Por eso en esta ocasión decidí partir
desde la puerta de casa, porque uno ya no puede fiarse ni de los imprevistos en
los trenes.
A las diez de la mañana salíamos de la plaza de
Poniente camino de Villalón, que está donde empieza a temblarle el pulso a la
provincia. Al fondo y en las últimas. Mientras escalamos
por Zaratán camino de Wamba, las faldas de los Montes
Torozos, nos preguntamos si así será O Cebreiro.
- ¿Esto es todo? ¡Estamos fuertes, Jorge! El puerto de
O' Cebreiro lo coronamos mañana mismo.
La paramera es familiar y cansa. Es lo de siempre
camino de La Mudarra pero más lento. Se aprecia el paisaje, en coche se mira
pero se ve poco. Nos fijamos en que las encinas son una obra de arquitectura
perfecta, cada una a su aire. Donde se le abre primero la boca a Tierra de
Campos, por donde se desparraman los Torozos, bajamos fuerte. Espiga al fondo
una giralda castellana. Santa María de Mediavilla en lontananza.
El Canal de Castilla esta verde, pero después de unos
kilómetros uno empieza a ver el agua con otros ojos.
- ¡Si en verdad la mierda pesa! ¡Baja al fondo! Si
sólo bebemos de la superficie...
Ya O Cebreiro se ve más lejos, un poco más alto. De
Santiago no hablamos.
Atravesada en canal la provincia son sólo chopos
solitarios y tapiales que suplican una mirada, o derrumbarse de una santa vez.
Con el calor último del verano no quedan ni rebaños en las llanuras. Por el
camino nos encontramos con pocos peregrinos; dos andando en el total de la
etapa y van despacio, a pie. "Hemos salido esta mañana de Medina de
Rioseco. A Santiago llegaremos cuando sea, lo iremos viendo". Les dejamos
atrás al grito de "Buen Camino" que es lo que nos han explicado que
hay que decir cuando te cruzas con un peregrino. Normas no escritas del
Camino.
Al final llegamos a Villalón de Campos. En la Plaza
Mayor hay ambiente y resaca de fiestas y junto al Rollo, la única justicia hoy
la imparte un sol alto y claro.
A uno le gustaría escribir estas crónicas con algo más
de literatura y lírica, dejarse el alma y la vida como en cada artículo, pero
después de ochenta y tantos kilómetros el descanso llama. Mañana hay
que levantarse a las seis y media. El albergue cierra a las ocho de la
mañana.
Por Guillermo Garabito.
Publicado en ABC CyL el 8 de septiembre de 2015.
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