lunes, 14 de septiembre de 2015

Un puerto y un naufragio

Recodo de O Cebreiro
Jueves 10 de septiembre.
4a etapa: El Acebo de San Miguel - Hospital. 


Despertarse en El Bierzo es un espectáculo. Lobo, que es el hospitalero de hoy, nos dice que esta temporada ha sido rara. "Han venido muchos peregrinos, pero sin un patrón fijo como otros años".

Pertrechamos las mochilas en la bici, que es la rutina de todos los días y cada vez lo hacemos con más soltura. Cuando pasamos por un bache más pronunciado de lo normal la frase es automática: 

- "¡Revisa mi equipaje!"
- "¡Todo en orden! ¿Y el mío? 

Desde el Acebo a Ponferrada es todo bajada. Y se le hielan a uno las legañas a las ocho de la mañana a esas velocidades. Pasamos por Molinaseca, o Molinavieja. Lleva todo el día bailándome el nombre en la memoria. Pero recuerdo bien que es un pueblo precioso e incómodo para cruzarlo en bicicleta. Con su playa fluvial y su empedrada estampa. Nos tocó parar en Ponferrada en busca de una farmacia. (No sé por qué todas las ciudades tienen que estar en lo más alto... ¡Claro que era interesante para defenderse en la Edad Media! ¡Pero que alguien haga el favor de bajarlas de ahí!) Tengo las rodillas machacadas y otro "bicigrino" me ha recomendado una crema para el dolor. En realidad llevamos todo el camino dopándonos y untándonos ungüentos. Pastillas de magnesio y potasio para las agujetas después de cenar y geles de calor en las rodillas por la mañana. Todas legales,  faltaría más. 

En la etapa de la mañana apuramos León de un trago y vamos pasando pueblos que tienen catedrales por iglesias, como Villafranca del Bierzo. A la hora de comer estamos ya a los pies de O Cebreiro, el tramo del Camino más sufrido. Comemos un bocata y medio cada uno y bebemos un par de cervezas para olvidar lo que nos queda por delante.

Con la primera cuesta nos ahogamos. El peso del equipaje en las bicis nos hace volcar hacia atrás y hay que bajarse y subir a pie. Entramos en Galicia a las duras. En la Galicia de montes de Rosalía de Castro y en sus prados, pero desde O'Cebreiro no hay ninguna gana de cantar sus verdes y sus fuentes. "Jorge, este es el último repecho. Ahí empieza el llano". Y al girar hay más subida y más escarpada si cabe.

Siempre nos emocionamos por la tarde. No podíamos con las piernas en la subida y ya estábamos planeando hacer veinticinco kilómetros más para dormir en Triacastela.

Bajamos volados. No hay flechas en la carretera. ¡No hay flechas por ningún lado! Frenamos derrapando nuestra bajada en picado y preguntamos a un paisano en una huerta si vamos bien para Triacastela. "No hombre, no. Dejasteis el buen camino arriba. Os va a tocar subir de nuevo. Bueno, tirad por ahí hasta Liñares que vais antes". No acabamos de aprender que para hacer el Camino de Santiago sin perderse, sólo puede fiarse uno de las flechas o del Google Maps. Pero fuimos por donde dijo el hombre y seguimos bajando otro trecho entre árboles por un camino de cabras. Al final, como no podía ser de otra manera, encontramos una rampa cuesta arriba. Y se prolongó la escalada y el sol comenzó a ponerse y nosotros nos acongojamos por si nos quedábamos a oscuras. 

Surgió un cartel a lo lejos pero los dos somos miopes y hasta que no estuvimos encima no conseguimos descifrarlo. "Triacastela 24km". ¡Se acabó! Hoy dormimos a la intemperie y yo llevo tan solo un saco sábana.

- Dormimos metidos los dos en tu saco para no helarnos; ¡y esto que no salga de aquí! 
  
Dimos con un pueblecito pequeño y oscuro. Hospital. Entramos en la única casa iluminada que resultó ser el bar del pueblo. Con cara de pena dijimos que nos habíamos perdido que nos conformábamos con el suelo y una esquina para pasar la noche. Muy amablemente nos llevaron hasta el albergue, que era recoleto y nuevo, en lo alto de un prado con vistas al valle y con olor a vacas. 

Mañana seguro que como en los versos de Rosalía "...hay en los / prados escarcha".

Por Guillermo Garabito.

Publicada en ABC CyL el viernes 11 de septiembre de 2015.

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