Montoro
tiene la simpatía en funciones. Y la mala leche. Cuando llegan cartas
certificadas a la Junta de Castilla y León y pide el cartero a Herrera que las
firme allí, a la puerta y en zapatillas, en Colegio de la Asunción, el
presidente consulta primero de dónde vienen. “¿Hacienda? ¿Y sabe usted cómo
tiene hoy el día Cristóbal?”, pregunta Herrera.
“Siendo de Montoro... ¡Ya mejor la abro mañana!”.
Se
han perdido las relaciones epistolares. Ya nadie manda cartas salvo Hacienda.
La relación epistolar de Montoro con sus diecisiete novias es un amor-odio con
una de cal y otra de cal. Y va citándolas una por una a cada una de ellas el
mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar para despedirse –o quien sabe–, con
bronca final por no haber cumplido las promesas de amor y reducción del déficit
eterno. Y esta maniobra de citarlas a todas juntas no sé si es una locura o una
genialidad.
Tengo
un amigo que llegó a tener tres novias a la vez. Tres o cuatro días nada más,
pero a la vez. La misma tarde, a lo loco, fue al cine con las tres. Una detrás
de otra. Y cosas de la cartelera, todas querían ver la misma película. “Mejor
otra ¿no? Es que esta acabo de venir a verla con la otra novia…” se excusaba mi
amigo con picardía. Y así le salió la tarde redonda y consiguió empalmar tres
películas distintas con la “verdad” por delante. Montoro es más temerario y
quiere invitar a todas a ver la misma película y encima recordarles a catorce
de ellas que todavía le deben dinero de las copas de ayer.
Se
quejan las comunidades con el argumento de que si catorce de diecisiete
incumplen el déficit, “algo pasa”. Y ahí saldría mi madre a decir que si
catorce se tiran por un puente ¿ellos también? Que ésa no es excusa.
Guillermo Garabito.
Publicado en ABC CyL en abril de 2016.
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