Está la política nacional en
funciones, a imagen de Rajoy. Más pendiente de unas nuevas elecciones que de
otra cosa. El país que espere. O que se joda. Todo son guerras de trinchera y resulta que
los partidos se encuentran enemigos en sus propias filas. Aquello es una
rebelión de granja que trata de escamotear la imagen de cara al público en
general.
A Podemos se le han revelado los
suyos en Salamanca. Y salen los salmantinos de la trinchera con un comunicado
en la mano diciendo que hay “un aumento insoportable de la violencia” en sus
propia zanja, “abuso de poder, persecución política” por parte de los suyos y
no sé cuántas cosas más. Qué para eso mejor se van y que el terruño lo defienda
otro. Hablan de violencia interna y a mi Pablo Fernández me parecía que tenía
más cara de vendedor de enciclopedias que de tiranosaurio.
Se puso de moda entre los
partidos el comunicado urgente para anunciar dimisiones en bloque de la cúpula.
Comienzan a ser tan habituales estos comunicados que para lograr algo de
atención de los medios, los partidos, van a verse obligados a poner en práctica
lo de sacar una nota todas las mañanas que diga: “Seguimos aquí. La cúpula
bien. Gracias.”
El escrito viene a decir algo así
como que están faltos de cariño porque Pablo Iglesias les tiene un poco
abandonados. Distante desde aquellos años donde adoptaba círculos y
confluencias por igual. Y les daba un nombre a cada uno bajo su regazo revolucionario.
Ahora los suyos van desencantándose por esta ausencia paternal y reiterada.
Las Cortes regionales las
hicieron en forma de cubo y no de cúpula para ahorrarse el drama de las
dimisiones en bloque.
Las cúpulas son todo un submundo
en sí mismas. En el PP de Valladolid tiene cúpula por tenerla, cópula ya es
otra cosa. Porque no le nace un candidato serio para la alcaldía ni por
ósmosis.
Guillermo Garabito.
Publicado en ABC CyL en abril de 2016.
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